Nube de Monte

Historias de las cuencas Grijalva-Usumacinta

Dos periquitos pecho sucio besándose en un árbol de macuilí.
Una pareja de periquitos pecho sucio (Eupsittula nana) en un árbol de macuilí (Tabebuia rosea) en Villahermosa, octubre de 2023. Foto: Francisco Cubas

Los besos de los periquitos pecho sucio

¿Es válido llamarle así a este comportamiento que podemos observar en varios tipos de aves? 

Por: Francisco Cubas/ 27 de octubre 2023

El beso es algo tan común en nuestro mundo occidental que pocas veces nos detenemos a preguntarnos cuál es la razón o el origen de tal conducta humana. Y a veces creemos que todas las culturas lo han practicado de la misma manera, lo cual es un error. 

En días recientes pude observar a una pareja de periquitos pecho sucio besándose en medio de un árbol de macuilí en el malecón de Villahermosa. Los había observado durante una media hora mientras recorrían cada uno por su lado la copa del árbol, quitando metódicamente flor tras flor, rama por rama. La flor del macuilí (Tabebuia rosea) tiene el néctar en su base, y los periquitos parecen exprimirla con su pico para lamer el líquido que sale. De repente ambas aves se encontraron en su camino por las ramas, y se acercaron para unir sus picos un instante, luego se separaron para seguir recorriendo el árbol. 

Pensé que era una escena que muchas personas podrían catalogar como romántica y tierna, una pareja de aves besándose en medio de un árbol lleno de flores rosas, bañados por la luz de la mañana. 

El antropomorfismo

Pero las cosas no siempre son lo que parecen. Nuestra observación de la conducta de nuestros hermanos animales está sesgada por dos posiciones extremas: para algunas personas, el resto de los animales son casi autómatas, y todas sus conductas pueden explicarse a través de reacciones químicas; para otras, las conductas del resto de los animales se explican proyectando nuestras emociones en ellas. Esto último es parte de un concepto mucho más amplio llamado antropomorfismo, porque también solemos proyectar nuestras emociones y motivaciones en cosas o seres imaginarios, como los dioses o los extraterrestres. 

Los periquitos exprimen la base de la flor con su pico y lamen el néctar. Recorren lentamente las ramas del árbol quitando una flor tras otra. Foto: Francisco Cubas

El proyectar conductas humanas en los animales es un mecanismo que atraviesa miles de años de culturas y mitos, y también de literatura, como las fábulas de Esopo y La Fontaine. A partir de estas fábulas y de los cuentos de hadas se formó una empresa millonaria como Disney, cuyos personajes basados en animales han influenciado a millones de personas en múltiples generaciones. 

Es comprensible que al tratar de entender la conducta de otros seres siempre nos basemos en nosotros mismos, porque a fin de cuentas es lo que conocemos mejor, pero esto puede conducirnos a ideas equivocadas. 

El antropomorfismo y los personajes de Disney y otros cuentos infantiles pueden llevarnos a creer (sobre todo a las personas urbanas) que el mundo es un jardín lleno de animalitos amorosos, pero la evidencia nos indica que no es así. 

El mundo está lleno de seres que se cazan y se comen unos a otros, y en esas interacciones existen verdaderas historias de terror, como la del indicador grande (Indicator indicator), un ave parásita africana que pone su huevo en el nido de otras especies. La cría del ave parásita nace antes que los otros huevos, y tiene dos ganchos filosos en las puntas del pico. Cuando salen las otras crías el polluelo parásito las ataca hasta matarlas a picotazos. A veces los polluelos tardan hasta siete horas en morir, atrapados en la oscuridad del nido subterráneo, atacados con furia cuando están dando sus primeros pasos en el mundo. 

Entre nuestros hermanos animales también está muy extendido el canibalismo, especialmente de padres que devoran a sus hijos. Es un error intentar obtener lecciones de moral de la vida silvestre. El animal humano, a partir de su uso del lenguaje y el pensamiento conceptual, es el único que se plantea una conducta ideal, una moral (que varía según las distintas sociedades) con la que intenta guiar su comportamiento. 

El conductismo

El otro extremo del pensamiento sobre la conducta animal también tiene sus problemas. René Descartes, uno de los fundadores de la ciencia moderna, negó que los otros animales fueran capaces de pensar, para él todas sus acciones podían explicarse a través de causas mecánicas. 

Este enfoque tuvo una gran influencia en los estudios de la conducta durante gran parte del siglo XX, como los del Pavlov (el del perro) y B.F. Skinner, gran defensor del conductismo que soñaba con un mundo en el que la humanidad estaría controlada por los científicos de la conducta (en su libro Más allá de la libertad y la dignidad, 1971). 

Es hasta finales del siglo XX cuando científicos como Franz de Waal han hecho evidente que la conducta animal es mucho más compleja que cualquier esquema mecanicista. Mientras más avanzan los estudios más evidencias se descubren sobre las capacidades mentales de los otros animales, incluso de los que menos sospechábamos, como los insectos, y hoy en día se discute incluso la posibilidad de que plantas y hongos poseen inteligencia, y se propone redefinir el concepto de inteligencia de una manera que esté menos centrada en las capacidades humanas y tome en cuenta principalmente la capacidad de resolver los problemas que plantea el medio ambiente a todo organismo. 

¿Qué es un beso?

Pero volvamos a los periquitos y su beso. Sabemos por diversas investigaciones que los loros y pericos están entre los animales más inteligentes, muy cerca de los cuervos y los primates, ya que son capaces de resolver problemas, comunicarse, contar, sumar, restar, e incluso entender el concepto de cero, y existe al menos una especie, el kea de Nueva Zelanda (Nestor notabilis) que es capaz de usar herramientas. 

Sabemos también que viven unos 15 años, que son monógamos, y que sólo la muerte o la captura los separa de su pareja de toda la vida. Y poco más. Hice una búsqueda de la literatura científica sobre esta especie (Eupsittula nana) y no encontré ninguna investigación hecha en este siglo sobre su comportamiento. 

Mapa de distribución del periquito pecho sucio (Eupsittula nana). Fuente: Cephas, CC BY-SA 4.0 via Wikimedia Commons.

Busqué investigaciones sobre los besos en las aves y otros animales, y encontré principalmente artículos de divulgación en inglés. En esos artículos los autores se preocupan mucho por dejar muy claro que lo que nos parecen besos en las aves “cumplen funciones muy diferentes a las de los besos humanos, que son una conducta cultural”. Incluso hay un término especializado en inglés para esta conducta de juntar los picos: billing o nebbing en inglés británico (no he podido encontrar una traducción que se use en español en el ámbito de la biología), y ha sido observado en loros y pericos, palomas y cisnes, principalmente.

Otra pareja de periquitos acicalándose en Villahermosa, abril de 2023. Foto: Francisco Cubas

¿Y cuáles son esas funciones diferentes? La primera que se menciona es el emparejamiento: 

“El billing puede ser un componente esencial para el emparejamiento, porque ayuda a las aves a establecer y fortalecer su conexión. Este comportamiento ayuda a reforzar su relación monógama y muestra su compromiso con el otro”. 

Yo no sé qué piensas tú, que estás leyendo esto, pero para mí esa definición podría aplicarse perfectamente a los besos humanos. Creo que todavía persiste entre muchas personas el prejuicio de separar al Homo sapiens del resto de los animales, como si hubiéramos venido de otro planeta y no tuviéramos en cada una de nuestras células genes que nos conectan con una herencia que se remonta hasta el primer organismo que salió del mar para vivir en la tierra, hace cientos de millones de años. 

Es rato que los árboles de macuilí florezcan en octubre, pero la sequía de este año en Tabasco y el retraso de la temporada de lluvias propiciaron que algunos individuos florecieran. Foto: Francisco Cubas

No todos los humanos se besan

¿Somos entonces los únicos animales que realmente se besan? La primera parte de esa respuesta, es que el beso romántico-sexual ni siquiera es una conducta común en todos los humanos. En el 2015 un estudio antropológico revisó las observaciones de campo sobre 168 culturas, y sólo en el 46% practican el beso romántico-sexual. Esto da al traste con cualquier explicación biológica o evolutiva sobre este comportamiento humano. Si más de 80 culturas han podido sobrevivir hasta el siglo XXI sin besarse para tener sexo es obvio que el beso no es indispensable para la socialización ni el apareamiento del Homo sapiens.

Resulta ser entonces que la verdadera especie que domina el beso sexual en este planeta es la de los bonobos, esos grandes simios que son nuestros parientes cercanos pero viven una vida opuesta a la nuestra, porque resuelven todos sus problemas sociales a base de besos y sexo (los chimpancés también se besan, pero no de manera sexual).

Si el beso romántico-sexual no ha sido practicado por todas la sociedades humanas (como sí es practicado por todas las poblaciones de bonobos) quiere decir que su origen es cultural; a alguien o a algunos se les ocurrió probarlo alguna vez. No me parece imposible que pudiera haber surgido por imitación de las aves (como se ha especulado que nacieron el canto y el lenguaje). ¿No sería irónico que hubiéramos aprendido de ellas esa conducta que ahora queremos creer que es exclusiva de nosotros? 

Aproximaciones a una respuesta

¿Qué podemos pensar, luego de este breve y muy sintético recorrido, sobre la escena de la pareja de periquitos que me tocó en suerte contemplar? Podemos revisar otros motivos por los que las aves hacen el llamado “billing”, según los especialistas: A) Alimentación por cortejo: Algunas aves como las palomas regurgitan comida que ponen en la boca de la pareja. Pero los periquitos se aparean en marzo, no en octubre. B) Compartir comida: Los loros pueden compartir comida entre compañeros o familiares. Pero este par de periquitos llevaba media hora alimentándose, no es muy probable que necesitaran compartir comida. C) Cuidado del polluelo: Los padres regurgitan comida o en el caso de las palomas producen leche en su buche para alimentar a las crías. 

Me parece que el motivo más probable fue el que leímos primero: “Este comportamiento ayuda a reforzar su relación monógama y muestra su compromiso con el otro”. En otras palabras, es una muestra de afecto y atención al otro, como el espulgarse las plumas. 

Es muy complicado definir científicamente el afecto, sobre todo si se lo asignamos a un ser con el que no podemos hablar. Cuando digo afecto no estoy pensando en que los periquitos entiendan conceptos como amor, monogamia o pareja de por vida. Es evidente que no pueden hacerlo. Pero hay evidencias de que sí pueden sentir dolor y alegría, sufrir y gozar; y pueden sentirse a gusto por estar en compañía de su pareja, y espulgarse, y tocar sus picos. Es decir, disfrutar estar vivos. 

Creo que la conclusión más mesurada sobre la escena que nos ha ocupado en este escrito es que podemos apreciar la complejidad y el misterio que habita hasta en los detalles más simples de toda vida, y preocuparnos por conservarla. Tal vez las futuras generaciones lograrán entenderla mejor. 

Hay un mundo detrás de esa mirada. Foto: Francisco Cubas

No ayudes a matar pericos

Según datos del 2007 se calcula que en Tabasco se capturan unos 2,300 pericos al año, y unos 15,000 en Chiapas. Por cada perico que compra alguien cuatro mueren en el camino. En las cuencas Grijalva-Usumacinta, como en el resto de México, las personas han continuado con la tradición de tener como mascotas a loros y pericos. Es una crueldad encerrarlos, cortarles las alas y separarlos de su pareja de por vida. 

Por favor, no participes en esa práctica, y enséñale a los niños por qué no debemos hacerlo. 


Para saber más:

Do Birds Kiss Each Other?

The First Kiss in Recorded History Dates Back Nearly 5,000 Years (2023).

Is the Romantic–Sexual Kiss a Near Human Universal? (2015).

¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales?, Frans de Waal (2016).


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