
El capulín tropical, un arbolito entrañable
Lo que llamamos capulín en el sureste de México (Muntingia calabura) no debe confundirse con las especies de capulín de las zonas templadas. Esta planta es parte esencial de la recuperación del suelo en zonas perturbadas y una gran fuente de alimentación para polinizadores y fructívoros.
Por: Francisco Cubas/ 31 de julio de 2022
El capulín es un arbolito relleno de alegría. La mayoría de quienes fuimos niños durante el siglo XX en las cuencas Grijalva-Usumacinta recordamos con cariño las largas tardes de verano en que las matas están llenas de los pequeños frutos rojos, y uno podía sentarse con toda la calma del mundo bajo su sombra a disfrutarlos.
Hablo aquí del capulín nativo del trópico americano, cuyo nombre científico es Muntingia calabura (Muntingia en honor del botánico holandés Abrahan Munting y calabura el nombre vernáculo para la cereza de Jamaica.), y que es un buen ejemplo de la utilidad de los nombres científicos, ya que la palabra castellana capulín, derivada del náhuatl, se usa en muchas regiones para referirse a muchos árboles diferentes.
En diversas fuentes puede encontrarse la palabra náhuatl capolcuahuitl traducido como capol (cerezo) y cuahuitl (árbol). Ahora bien, en el célebre Códice de la Cruz Badiano (del que ya hablamos aquí), la gran obra herbolaria elaborado por sabios nahuas por orden del rey español, aparece mencionado el nombre de elocapolin, que ha sido traducido como “cerezo como granos de elote”, y que parece referirse a la especie Prunus serotina. La primera referencia histórica está en el diccionario de Alonso de Molina de 1571, donde registra capolin, como árbol o fruta del cerezo.
En dos de las muchas lenguas nativas de las cuencas Grijalva-Usumacinta la etimología es muy diferente. En zoque se llama jujkyujy y en yokot’an te’ pujam. Pero sin duda con la invasión española se generalizó el uso de la palabra náhuatl, como ocurrió en otros tantos ámbitos de la vida diaria. No olvidemos que los españoles eligieron al náhuatl como lengua franca para el imperio de la Nueva España.

Cuando los habitantes actuales del centro de México dicen capulín generalmente pueden referirse a dos especies que son parientes entre sí y que además son parientes del cerezo: Prunus serotina (que crece de Canadá a México) y Prunus salicifolia (que crece desde México hasta partes de Sudamérica en zonas templadas).
Es fácil distinguir el capulín tropical de las otras dos especies, porque su color no llega nunca a ser rojo oscuro o vino, y porque en lugar de poseer una sola semilla toda la pulpa de la fruta está llena de ellas.
Una planta silvestre
Otra diferencia importante es que los capulines de zona templada se cultivan para comercializar su fruta, mientras que el pequeño capulín del trópico americano sigue siendo básicamente un árbol silvestre, ya que nunca se le ha dado ninguna importancia económica y por lo tanto no ha existido ningún incentivo para cambiar sus características por medio del cultivo.
El capulín da unos frutos que son completamente inapropiados para su comercialización, ya que se echan a perder en tan sólo unas horas después de cortados. Incluso en el trayecto desde el árbol hasta otro lugar comienzan a marchitarse. Es un fruto que nunca encontrarás en ningún mercado y mucho menos en un supermercado. La única opción para probarlo es ubicar un árbol y comerlo ahí mismo, bajo sus ramas.

En años recientes se realizó en Tabasco un estudio en el que los frutos maduros en refrigeración apenas duraron tres días. Para lograr aprovecharlos de manera comercial habría que procesarlos para usarlos como mermelada o algún otro compuesto, o se tendrían que desarrollar nuevas variedades.
Dije hace unas líneas que el capulín es del trópico americano porque la especie es originaria de aquí, y habita de manera silvestre desde México hasta parte de Sudamérica. Pero su gran adaptabilidad le ha permitido viajar y establecerse en prácticamente todos los trópicos del mundo, en África, Asia, Australia e incluso en islas tan lejanas como Hawaii y las Galápagos. A muchos de esos lugares ha llegado porque sus minúsculas semillas han viajado en composta o en herramientas agrícolas.


En la India forma parte de la medicina ayurvédica, en Cuba es usado en ritos religiosos, en Brasil su fruta se usa como cebo para los peces y su tronco para la obtención de celulosa. En muchos países se han realizado estudios científicos que han encontrado un gran potencial en esta planta para la producción de complementos alimenticios o medicinas, pero hasta ahora no se ha desarrollado ninguna iniciativa industrial.
Su uso medicinal en México está registrado principalmente en los estados de Puebla, Veracruz y Oaxaca. Se recomienda para el sarampión, diarreas, fiebres, para el algodoncillo o moniliasis bucal, para mordeduras de víbora, urticaria y viruela, disentería, gastroenteritis, bronquitis, tos, etc.

Ninguno de estos usos tiene resultados comprobados por estudios farmacológicos. Sin embargo, investigaciones recientes han encontrado que los compuestos de las hojas de esta planta tienen una notable actividad antioxidante, anticarcinogénica (es decir que puede reducir tumores), contra el dolor, antiinflamatoria, contra las fiebres, antibacterial y protectora del corazón. Por otra parte, los frutos muestran notables propiedades antiinflamatorias y antioxidantes.
Un árbol para regenerar territorios perturbados
Igualmente importante es su papel en la ecología de la vegetación tropical. El capulín es un árbol que suele ser pequeño (entre 2 y 8 metros de altura) y crece muy rápido, estando listo para reproducirse tras sus primeros dos años de vida. Forma parte de la llamada vegetación secundaria, aquellas plantas que son las primeras en aparecer luego de que un sitio ha sido perturbado. Estamos acostumbrados a pensar que sólo el ser humano perturba los bosques y selvas, y mayormente es así, pero antes de que la actividad humana abarcara todo el planeta la vida silvestre también tenía ciclos de perturbación y regeneración.
Los ecosistemas no son unidades eternas e imperturbables, hay una gran cantidad de fenómenos naturales que los modifican, como incendios, huracanes, inundaciones, etc. Las semillas del capulín necesitan de luz y altas temperaturas para crecer, es decir, requieren lugares abiertos, sin árboles. Durante los 30 años que dura la vida de un árbol de capulín se reproducirá rápidamente, se asociará con otras especies de plantas y hongos y contribuirá a que la tierra esté lista para el crecimiento de otras especies de árboles, más grandes y duraderos, que cerrarán el ciclo de regeneración del bosque o la selva.
El capulín da frutos todo el año, aunque su mayor producción suele coincidir con la temporada de lluvias. Por ello representa un gran atractivo para muchas especies de insectos, monos, ardillas, aves y murciélagos, que por su parte contribuyen a su polinización y a la dispersión de sus semillas.
Y es que su fruta es casi toda ella semillas. Cada fruto puede contener hasta 5,000 pequeñísimas semillas distribuidas por toda la jugosa pulpa. Se han hecho estudios para determinar la influencia de las aves y murciélagos en la germinación y se ha encontrado que no hay diferencia en el porcentaje. Sin embargo, sí hay mucha diferencia en la distancia que pueden viajar en el estómago de los animales alados, los cuáles le permiten a la planta colonizar nuevo territorio de manera muy eficaz.




Curiosamente, esta asociación con los murciélagos es la que ha hecho que en las últimas décadas el capulín sea visto con menos frecuencia en los entornos urbanos. Las personas de ciudad tienen muy poca tolerancia hacia los murciélagos, que desgraciadamente siguen estando rodeados de mitos que los pintan como monstruos peligrosos y no como los importantes polinizadores que son. Por lo mismo, las personas urbanas prefieren eliminar los árboles de capulín para evitar a estos mamíferos voladores, lo cual priva a muchas ciudades y pueblos de una planta de gran importancia ecológica y cultural.
Tres tipos de flores
Las flores blancas del capulín miden entre 1 y 2 cm de ancho. Son bisexuales (es decir, contienen el órganos femenino -pistilo- y los órganos masculinos -estambres) y tienen la particularidad de presentarse en tres tipos diferentes: Dentro del mismo árbol algunas flores tienen un pistilo grande y muy pocos estambres (ver fotos), mientras otras tienen un pistilo pequeño y muchos estambres (a veces más de 100). La mayoría de las flores presentan una forma intermedia entre estos dos extremos. El tipo de flor depende del orden en que florecen, las primeras en aparecer en la rama tienen pistilo grande y pocos estambres. Por otro lado, las flores con pistilo grande casi siempre producen frutas, mientras que las de pistilo reducido rara vez lo hacen. De las flores con forma intermedia sólo el 50% produce frutas.








Hay otra particularidad que no hemos visto mencionada en la literatura científica y que notó Fabiola Ávalos en nuestra observación de campo: el pistilo de las flores, cuya punta (estigma) tiene forma de estrella, puede presentar cinco o seis picos. Cuando la flor polinizada se transforma en fruto (en realidad todos los frutos son flores modificadas) conserva en su extremo la punta del pistilo, de esta forma podemos saber de cuál tipo de flor surgió. Nuestra observación de campo ha estado limitada a unas cuantas flores y árboles, pero hemos visto que en las flores de pistilo grande éste suele tener cinco picos, mientras que en las intermedias el pistilo tiene seis picos, y hasta ahora no hemos encontrado una sola flor cuyo pistilo tenga siete picos, sin embargo, sí encontramos un fruto de siete picos, aunque la mayoría de ellos tiene cinco.



Una relación especial con las abejas
Las flores abren al amanecer y pierden sus pétalos esa misma tarde. Tienen un olor muy suave y son visitadas por abejas, mariposas, moscas, hormigas, polillas y colibríes. Durante nuestra observación en dos parques urbanos de la ciudad de Villahermosa detectamos dos patrones muy diferentes en la distribución de las especies de abejas que visitan este árbol. En el parque La Pólvora, donde sólo existe un pequeño arbolito, las visitantes de las flores durante tres días de observación fueron exclusivamente abejas nativas (puedes leer aquí nuestro artículo sobre estas abejas), de las especies Nannotrigona perilampoides, Plebeia spp. y Augochlora spp. Son abejas muy pequeñitas, que encuentran un gran banquete en las pequeñas flores del capulín.



En contraste, durante dos visitas al parque del nuevo Malecón de Gaviotas Norte, donde se sembraron una gran cantidad de árboles de capulín que ocupan unos 300 metros de la orilla del río, las principales visitantes fueron las abejas europeas (Apis mellifera), y apenas unos pocos individuos de las abejas nativas Nannotrigona y Augochlora. Muy probablemente las abejas europeas, que son más grandes y tienen colonias más numerosas, no pierden tiempo con un solo árbol de capulín, cuyas pequeñas flores les ofrecerían muy poca recompensa, pero sí son atraídas por una comunidad de decenas de árboles, que sí representan un aporte importante para su colmena.

También notamos otras diferencias. Las pequeñas abejas nativas pueden pasarse casi un minuto dentro de cada flor de capulín, cosechando primero el néctar, en la base, y luego el polen amarillo de los estambres, recorriéndolos todos. En contraste la abeja europea sólo permanece dos o tres segundos en cada flor, y parece enfocarse principalmente en el néctar. Estas observaciones, aunque muy limitadas, coinciden con lo reportado por muchos investigadores: la competencia de la abeja europea, una especie introducida, afecta la cantidad de alimentos disponibles para las abejas nativas, que no tienen ni la misma fuerza ni el mismo número de individuos.

Y aquí termina nuestra breve semblanza del capulín. Disfrutando de sus frutos bajo la sombra de sus ramas me lleno de asombro y gratitud ante una planta cuya razón de existir pareciera ser brindar alimento durante todo el año a toda una multitud de seres entre los que nos encontramos nosotros. Una planta cuya función principal es recuperar la tierra arrasada para que en un futuro puedan establecerse nuevamente el bosque y la selva.
Sus grandes posibilidades de aprovechamiento para curar y alimentar a la población humana me producen un sentimiento ambivalente. Porque hasta el día de hoy la manera dominante de entender el aprovechamiento es a través de grandes monocultivos monopolizados por las grandes corporaciones (veáse lo que hace Nestlé con el café en México). ¿Cómo se verían decenas de hectáreas llenas de capulín, rociadas con pesticidas y herbicidas que contaminaran el agua para el lucro de grandes empresas que dejaran fuera del negocio a las comunidades rurales?
Ojalá que algún día encontremos el equilibrio necesario entre las necesidades de la población humana, la justicia social y la salud de los ecosistemas que han hecho posible la existencia de seres tan maravillosos como este pequeño y generoso arbolito.
Mientras eso ocurre todavía puedes ir y buscar tu arbolito de capulín, y disfrutarlo como se disfrutan las cosas sencillas que no tienen precio.
Para saber más:
Conpendio de investigaciones sobre el capulín (en inglés).
Biblioteca digital de la medicina tradicional mexicana, UNAM.
Puam (Muntingia calabura): Potencial antioxidante y antimicrobiano.
Reproductive ecology of exotic tree Muntingia calabura in southeastern Brazil.
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