Nube de Monte

Historias de las cuencas Grijalva-Usumacinta

Ceiba pentandra, de América a África.
Ceiba (Ceiba pentandra) con los frutos maduros reventados, llenos de fibra algodonosa. Abril de 2022. Foto: Francisco Cubas

El árbol que cruzó un océano sin ayuda de barcos

La ceiba (Ceiba pentandra) viajó de América a África hace unos 30 millones de años, posiblemente llevada por las tormentas o corrientes marinas

Por: Francisco Cubas/ 17 de mayo de 2022

Quienes hemos nacido y crecido en los trópicos americanos pensamos en el árbol de ceiba (Ceiba pentandra) como algo muy nuestro, como una parte integral de nuestro paisaje que nos distingue del resto del mundo, cuya vista en el horizonte nos confirma que estamos en casa. 

Y sin embargo este prodigioso árbol es tan africano como americano, si es que tiene sentido imponer esas etiquetas geográficas a los seres silvestres. ¿Pero cómo fue que esta planta pudo crecer sin intervención humana en dos continentes separados por el Atlántico?

Sabemos que el animal humano ha sido y sigue siendo el mayor dispersor de plantas entre diferentes continentes. Con la invasión y saqueo de los pueblos del mundo por los europeos a partir del siglo XV, inumerables especies fueron distribuidas por todo el mundo, desde pastos hasta árboles ornamentales, desde plagas como el lirio acuático hasta alimentos tan útiles como la papa. Las ciudades del mundo se llenaron de almendros europeos y el árbol del caucho pasó de Brasil a Asia, entre otras muchas historias. 

Ceiba pentandra, de América a África.

Pero la de la ceiba no es una de esas historias. Durante muchos años se propusieron varias hipótesis para la interrogante que presentaba su presencia en ambos continentes:

A) Fue llevada a África por españoles o portugueses, luego de la invasión de América. 

Esta se descartó fácilmente por dos evidencias: 1) Se encontró polen fósil de ceiba de 13,000 años de edad en el lago Bosumtwi en Ghana y 2) Hay registros de que los árabes comerciaban ceibas cultivadas en el siglo X. Ambos datos indican que las ceibas ya existían en África mucho antes de que los europeos invadieran América. 

B) Las ceibas eran tan antiguas que ya existían antes de que el supercontinente Gondwana, que incluía lo que actualmente son Sudamérica, África, Australia y Antárdida, se separara, hace unos 100 millones de años. 

C) La hipótesis del paso boreotropical hacía referencia a una fase cálida de la historia climática de la Tierra, en el período Eoceno, hace entre 54 y 35 millones de años, en el que la vegetación tropical pudo habitar en lo que hoy es Europa. Según esto, la ceiba y otras especias habrían podido cruzar de Europa a Norteamérica por un puente terrestre que surgió en esa época. 

Las hipótesis B y C siempre enfrentaron un problema: el género Ceiba, al que pertenece la Ceiba pentandra, tiene 18 especies, y todas se encuentran en América. Esto indicaba que lo más probable era que las ceibas hubieran surgido en América y luego se hubieran trasladado a África. Un análisis de ADN llevado a cabo en este siglo vino a comprobar esto. Recordemos que existe algo que podemos llamar “reloj genético” en el ADN, que nos permite determinar aproximadamente cuánto tiempo ha pasado desde que dos poblaciones de una misma especie dejaron de mezclarse entre ellas (recordemos también que su cálculo se basa en modelos matemáticos que podrían mejorar en el futuro). Un estudio publicado en 2007 examinó las diferencias genéticas entre ejemplares de Ceiba pentandra de varias partes de América y África, y encontró una diferencia entre ambas de menos de 30 millones años. Es decir, las ceibas no existían cuando Sudamérica y África estaban unidas, ni tampoco cuando se dio el calentamiendo del período Eoceno, lo cual anula las hipótesis B y C. 

De modo que, según los modelos de cambio genético actuales, ya tenemos una respuesta: la Ceiba pentandra viajó de América a África sin ayuda del animal humano. 

¿Cómo fue posible esto? Podemos pensar en dos de las principales fuerzas que siempre han dispersado las semillas, los vientos y las corrientes marinas. Podemos imaginar que lo más probable es que hayan llegado por la ruta más corta en línea recta, desde la parte más al oeste de la costa de lo que hoy es Brasil hasta la parte más al este de lo que hoy es la costa de Liberia. Entre esos puntos hay unos 3,000 km, casi la misma distancia que entre Tijuana y Cancún (3,000 km). Pero las cosas rara vez son tan simples y también es posible que el viaje de esas semillas haya sido mucho más enredado.

Ceiba pentandra, de América a África.

Las semillas de la ceiba parecen estar bien equipadas para un viaje tan largo a través del océano. Como escribimos en un artículo anterior de Nube de Monte (El romance de la ceiba y los murciélagos), la ceiba se distingue por una producción masiva de flores. En la temporada de seca en el trópico mexicano, entre diciembre y marzo, un árbol de ceiba puede producir unas 600,000 flores que sólo se abren al ocultarse el sol, porque están dirigidas especialmente a los murciélagos, polinizadores muy efectivos que pueden recorrer muchos kilómetros diariamente conectando árboles muy alejados entre sí. 

Ceiba pentandra, de América a África.
Garza blanca (Ardea alba) sobre una ceiba llena de frutos, febrero de 2022. Francisco Cubas
Ceiba pentandra, de América a África.
Fruto de la ceiba aún verde. La pulpa blanca se oxida casi inmediatamente al ser abierto. Febrero de 2022. Foto: Francisco Cubas
Ceiba pentandra, de América a África.
Semilla inmadura de ceiba. Febrero de 2022. Foto: Francisco Cubas
Ceiba pentandra, de América a África.
Ardilla vientre rojo (Sciurus aureogaster) comiendo frutos aún verdes de la ceiba. Febrero de 2022. Foto: Francisco Cubas
Ceiba pentandra, de América a África.
Ardilla vientre rojo (Sciurus aureogaster) en su variedad de pelo negro, comiendo frutos aún verdes de la ceiba. Febrero de 2022. Foto: Francisco Cubas
Vídeo de Nube de Monte sobre las ardillas alimentándose de la ceiba.

La floración dura de tres a cinco semanas, y las flores que han sido polinizadas se convertirán en frutos. De las 600,000 flores sólo se logran entre 1,000 y 4,000 frutos. Se estima que cada fruto tiene en promedio unas 200 semillas muy pequeñas, rodeadas de unas fibras esponjosas muy parecidas al algodón. De modo que cada árbol produce en promedio unas 400,000 semillas que son dispersadas principalmente por el viento, pero que también pueden viajar por el agua, porque la fibra algodonosa que las envuelve es repelente al agua, lo cual les permite flotar, y las mismas semillas solas también flotan perfectamente, porque su interior tiene partes huecas, además de que pesan apenas entre 0.05 y 0.09 gramos. 

¿Fue el viaje entre América y África un accidente, un evento que sólo ocurrió una vez, o quizá varias veces en un año, o varias veces en varios años distintos? Hoy en día no podemos saberlo, aunque uno pensaría que la llegada de una sola semilla y el crecimiento de un solo árbol requeriría de muchísima suerte para lograr poblar una zona tan amplia de un continente tan grande. Actualmente no se ha detectado que las semillas o los frutos de la ceiba sigan llegando a la costa de África desde América. Podemos pensar que una tormenta extraordinaria arrastró alguna vez una gran cantidad de semillas por el aire o por el mar, desde las grandes desembocaduras del Amazonas o el Orinoco hasta las cosas africanas.

Tal vez nunca sabremos la respuesta, pero lo que sí sabemos es que las ceibas que llegaron a África cambiaron algunas de sus características a lo largo de los millones de años en que han estado separadas de las americanas. Las ceibas americanas muy rara vez se autofecundan, es decir, muy rara vez el polen de las flores de un árbol puede fecundar los ovarios de las flores del mismo árbol. Normalmente las flores de las ceibas americanas sólo se convierten en fruto si son polinizadas con el polen de otro individuo (es lo que se conoce como polinización cruzada). En cambio todas las ceibas de las selvas africanas pueden autopolinizarse, es decir, no requieren del polen de otro árbol para producir frutos. Esta adaptación tiene sentido si consideramos que en un principio las primeras ceibas africanas deben haber sido tan escasas que las que no podían autopolinizarse muy probablemente habrían muerto sin dejar descendencia. De esta manera la selección natural habría favorecido el desarrollo de la autopolinización en la variedad africana. 

Ceiba pentandra, de América a África.
Al madurar los frutos su corteza pasa de verde a café, se abren y brota la fibra algodonosa que contiene las semillas. Abril de 2022. Foto: Francisco Cubas
Ceiba pentandra, de América a África.
Las semillas están enredadas en las fibras, pero no están pegadas a ellas. Abril 2022. Foto: Francisco Cubas
Ceiba pentandra, de América a África.
Ceiba pentandra, de América a África.
Ceiba pentandra, de América a África.
En las tres imágenes anteriores: Semilla de ceiba, interior hueco y flotabilidad en agua dulce. Fotos: Francisco Cubas

Luego de extenderse por las selvas africanas, las ceibas también se introdujeron en un ecosistema en el que normalmente no viven en América: la sabana. Las sabanas son zonas secas de transición entre selvas y semidesiertos, dominadas por árboles pequeños y arbustos. Al adaptarse a un suelo con menos nutrientes y agua las ceibas se hicieron chaparritas, llegando a medir unos 10 metros de altura (a diferencia de los 70 metros que pueden alcanzar en las selvas), y también cambiaron otras características de sus hojas y flores. Las flores de las ceibas de la selva africana y las de la sabana perdieron los compuestos sulfúricos que las flores de las ceibas americanas usan para atraer a los murciélagos de la familia Phyllostomidae, ya que en África son polinizadas por murciélagos de la familia Pteropodidae. 

Los pueblos africanos obtuvieron híbridos de las variedades de selva y sabana, y en algún momento de la historia reciente que todavía no ha sido determinado con claridad esos híbridos fueron llevados al continente asiático, donde hasta la fecha las ceibas son cultivadas en grandes plantaciones. 

Ceiba pentandra, de América a África.
La corteza del fruto maduro se divide en cinco partes, en Tabasco le llaman coloquialmente “cayucos”, nombre que designa a las pequeñas embarcaciones propulsadas a remo, que antes eran fabricadas con troncos de árboles y ahora están hechas de fibra de vidrio. Foto: Francisco Cubas
Ceiba pentandra, de América a África.
Paloma alas blancas (Zenaida asiatica) en un parque de Villahermosa lleno de semillas de ceiba. Abril de 2022. Foto: Francisco Cubas
Ceiba pentandra, de América a África.
Garcia verde (Butorides virescens) en la Laguna de las Ilusiones. Como podemos observar, la fibra algodonosa que rodea las semillas de la ceiba es repelente al agua, por lo que puede flotar durante mucho tiempo. Abril de 2022. Foto: Francisco Cubas

La ceiba no es el único caso de un árbol que viaja entre continentes sin ayuda del animal humano. A pesar de los 100 millones de años que han transcurrido desde la separación de África y Sudamérica, hay al menos 110 géneros de angioespermas (plantas con flores) y 108 especies que son comunes a ambos continentes, de los cuales sólo unas 20 especies son cultivadas. Al hacer un inventario de dos muestras de 50 hectáreas de selva en Ecuador y Camerún se encontraron más de 30 géneros de plantas y varias especies de árboles compartidas. La dispersión de plantas entre continentes es un fenómeno sobre el que todavía faltan muchos estudios que seguramente seguirán sorprendiéndonos.

Ceiba pentandra, de América a África.
Las semillas aladas del macuilí (Tabebuia rosea) junto a las de la ceiba, dos ejemplos de semillas diseminadas por el viento. Abril 2022. Foto: Francisco Cubas

La dispersión de las semillas en las selvas tropicales es otro fenómeno que no ha sido estudiado debidamente. En ella intervienen el viento, el agua, las aves, los peces, los reptiles, los murciélagos, los primates, y incluso los peces y las hormigas. Esta dispersión, de la que depende el futuro de las selvas tropicales, se ve afectada por las principales amenazas para la biodiversidad que existen en este siglo: la fragmentación de las selvas, la sobreexplotación, la introducción de especies invasoras y la crisis climática. Si en el pasado las plantas pudieron viajar entre continentes hoy es posible que muchas no pueden ni siquiera reproducirse en su entorno inmediato, destruido por la deforestación. 

Ceiba pentandra, de América a África.
Durante la floración y el brote de los frutos, las ceibas pierden todas sus hojas. Esto le permite al árbol dedicar toda su energía a producir unas 600,000 flores. La pérdida de hojas también facilita la llegada de los polinizadores a las flores, y después, cuando los frutos maduran, facilita que el viento corra libremente entre sus ramas para dispersar las semillas. Abril 2022. Foto: Francisco Cubas
Ceiba pentandra, de América a África.
Cuando los frutos ya han madurado, empiezan a brotar de nuevo las hojas de la ceiba. Abril 2022. Foto: Francisco Cubas

Afortunadamente, como pequeño consuelo, la ceiba no es una especie en peligro. Al contrario, gracias a su rápido crecimiento y a sus escasas exigencias, es uno de los primeros árboles que surge en terrenos degradados o deforestados, y triunfa también en las ciudades, incluso en una como Villahermosa, que lleva décadas rellenando sus humedales y convirtiéndolos en plazas comerciales, reemplazando las zonas arboladas con cemento. 

Este año casi todos los cientos de ceiba que animan los escasos parques y las banquetas de la ciudad nos regalaron el hermoso espectáculo de su floración, y en abril y mayo hemos podido contemplar el surgimiento del algodón que flota en el aire ardiente de la seca tropical y parece llegar a todos los rincones. 

Es una experiencia imponente contemplar la enormidad de una ceiba colmada de algodón, dispersando tanta vida minuto a minuto, día tras día, semana a semana. Toda semilla es posibilidad pura, manojo de futuros en suspenso, promesa por cumplir. 

Hoy puedo admirar su belleza y sorprenderme ante la idea de que hace millones de años estas suaves cápsulas viajeras cruzaron un oceáno para poblar otro continente. 

Ceiba pentandra, de América a África.
Árbol de ceiba en Villahermosa, abril de 2022. Foto: Francisco Cubas

No será esta la última vez que escribiremos sobre este árbol entrañable en Nube de Monte. 


Para saber más:

Extreme long-distance dispersal of the lowland tropical rainforest tree Ceiba pentandra L. (Malvaceae) in Africa and the Neotropics (2007).

Fruits/seeds weights, flight patterns and dispersal distances of some nigerian rainforest tree species (2010).

Fruit an seed dispersal in amazonian floodplain trees- a review (2013).

Microstructure determines floating ability of weed seeds (2020).


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