
¿Cómo se mide la crisis climática en Chiapas y Tabasco?
Hay muy pocos estudios sobre el aumento de las temperaturas a lo largo de las cuencas Grijalva-Usumacinta, y las leyes para hacer frente a la crisis climática no se aplican
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Por: Francisco Cubas/ 21 de junio de 2023
En 2019, mientras tomaba un diplomado en políticas públicas y medio ambiente en Villahermosa, uno de los maestros, investigador local con especialidad en agronomía, nos sorprendió a todos al afirmar que él había revisado los datos de temperatura estatales y que en Tabasco no había evidencias del calentamiento global. Estábamos frente a frente con un negacionista, pero en ese momento no tenía datos locales para argumentar en contra.
Salí de esa clase directo a buscarlos, pero lo que encontré fue una ausencia casi total de estudios sobre el aumento de las temperaturas en Tabasco. Si bien existen desde hace muchos años evidencias globales irrefutables de que las temperaturas promedio del planeta están aumentando, y de que su aumento es causado principalmente por la actividad humana, ninguna institución ha registrado sistemáticamente estos indicadores a nivel local.
Escribo esto durante la ola de calor de junio de 2023, que probablemente marque un antes y un después en la percepción de la crisis climática en la población mexicana (en Nube de Monte preferimos usar el término “crisis climática” porque refleja mejor la urgencia que “cambio climático”). Para muchas personas jóvenes podría significar un despertar hacia la consciencia de la gravedad del desafío que enfrenta la humanidad, un desafío que, además, afectará de manera importante la calidad de vida de estas generaciones, condenadas a crecer en medio de una catástrofe.
En Tabasco y en varias regiones de Chiapas, los dos estados mexicanos que integran las cuencas Grijalva-Usumacinta, las altas temperaturas de la temporada de seca (acá sólo hay dos estaciones, seca y lluvias) se mezclan con los altos niveles cotidianos de humedad en el aire para producir sensaciones térmicas que superan con facilidad los 50 grados centígrados.

Durante todo junio, las redes sociales se han llenado de mensajes y memes que se centran sobre todo en los árboles. No hay encuestas recientes sobre la percepción de los mexicanos hacia las causas de la crisis climática, pero aparentemente la deforestación ha sido la más expresada en las redes durante esta coyuntura.
Esta es una apreciación inexacta, que refleja lo mal informados que estamos sobre los problemas ambientales que enfrentamos. Ojalá todo pudiera resolverse fácilmente con sembrar árboles en las ciudades, pero no es así.
Una crisis civilizatoria
En primer lugar, hay que señalar que la crisis climática, a pesar de su potencial catastrófico, no es la única crisis que está enfrentando la humanidad actualmente. También atravesamos una crisis de la biodiversidad; se calcula que hay un millón de especies en peligro de extinción, y que cada diez minutos desaparece una especie.
Hay una crisis de la contaminación química del aire, los suelos y el agua; hay una crisis por el agotamiento de recursos minerales; hay una crisis por la rotura de los ciclos de nitrógeno y fósforo en los suelos agrícolas, y la creación de áreas muertas en las desembocaduras de los ríos al mar por la acumulación de agroquímicos.
Hay crisis por el agotamiento del agua subterránea, que ni siquiera hemos estudiado a profundidad; hay otra crisis por la sobrepesca de los océanos; y por la inmensa generación de basura (todas las personas del mundo tenemos ya microplásticos dentro de nuestro cuerpo).
Lo anterior es parte de los ocho sistemas interconectados que permiten la vida humana en la tierra. Este año un grupo de científicos publicó en la revista Nature un estudio donde advierten que ya hemos rebasado los límites en siete de esos ocho sistemas.
Vivimos una crisis civilizatoria. Nuestra civilización global tecnológica basada en el consumo simplemente no puede continuar su camino sin destruir los ecosistemas que permitieron el surgimiento y el éxito del animal humano en la Tierra.
La ola de calor, por terrible que sea, es apenas una de muchas terribles consecuencias que tendremos que enfrentar en el futuro inmediato.

Pero volvamos a ella. Es importante entender que la ola de calor no se debe totalmente a la crisis climática. Siempre ha habido olas de calor, son resultado de muchos factores atmosféricos que varían año con año y temporada con temporada. A esas condiciones de un lugar (calor, frío, lluvia, nieve) le llamamos “el tiempo”. Cuando revisamos el tiempo de un lugar a lo largo de muchos años tenemos una imagen del “clima”. El clima es siempre un promedio entre todas las diferentes variaciones del tiempo en un lugar, y desde hace décadas ese promedio en toda la Tierra ha mostrado una tendencia clara hacia el calentamiento.
La ola de calor de este junio de 2023 está ligada a muchas variables globales, regionales y locales, como el fenómeno llamado El Niño, el calentamiento del océano Pacífico que tiene un ciclo de 5 a 8 años. Es decir, no es un producto sólo de la crisis climática, no quiere decir que a partir de ahora todos nuestros días serán tan calientes como estos, pero sí es una muestra de que las variaciones del tiempo serán cada vez más extremas.
Distinción entre calentamiento global y crisis climática
¿Por qué es importante entender esto? Porque la crisis climática no sólo se expresa a través del calor. El calentamiento global y la crisis climática (o cambio climático) no son la misma cosa, aunque se parecen mucho. El calentamiento global es la causa directa de la crisis climática, pero la crisis climática es un fenómeno mucho más amplio que el simple aumento de temperaturas, es un fenómeno que está rompiendo el equilibrio de muchos sistemas climáticos, acelerando algunos, frenando otros, y provocando sobre todo un aumento de los eventos climáticos extremos (heladas, sequías, huracanes, inundaciones, etc), además de estar afectando la supervivencia de la biodiversidad terrestre y marina.
Así como sufrimos hoy con los calores extremos, podría ser que en la segunda mitad del año tengamos tormentas o lluvias récord, o que el próximo año sea más frío. La mayor amenaza de la crisis climática es que va a cambiar todos los patrones climáticos con los que hemos convivido durante cientos de años, y eso afectará la manera en que producimos alimentos, los lugares donde podremos vivir y el tipo de vida que podremos tener.
También es importante entender bien los efectos de la crisis climática porque en años recientes se ha convertido en una excusa para eludir responsabilidades de los gobiernos nacionales y estatales. Si una ciudad se queda sin agua “es el cambio climático”, si acontecen grandes incendios “es el cambio climático”, si ocurren inundaciones “es el cambio climático”, etc, etc. La crisis climática ha aumentado la posibilidad de que ocurran esas cosas, pero la pésima administración del agua potable, la escasa prevención del fuego en las áreas forestales y la nula prevención de los espacios urbanos ante las crecientes son responsabilidad directa de los seres humanos, especialmente de quienes están a cargo de los gobiernos.
La mayoría de las quejas por la ola de calor en las redes sociales provienen de las ciudades, lo cual es lógico, porque el 79 por ciento de los mexicanos vivimos en ellas. En las ciudades las altas temperaturas se ven acentuadas por las llamadas “islas de calor”, las áreas llenas de asfalto, cemento, metal o vidrio, libres de vegetación, que absorben energía solar durante todo el día y la liberan lentamente en la noche.
Como casi todas las ciudades del mundo, Villahermosa y Tuxtla fueron transformadas a partir de la segunda mitad del siglo XX para servir a un solo amo: el automóvil individual, el medio citadino de transporte más ineficiente y derrochador de combustible. Las extensas avenidas y las inmensas áreas de estacionamiento contribuyen a aumentar el calor. A ello hay que sumarle la inadecuada arquitectura de la gran mayoría de las viviendas, que se han construído teniendo como prioridad el lucro de las inmobiliarias (sobre todo en las mal llamadas de interés social, es decir, las viviendas para los pobres) y no el bienestar de sus habitantes.

El sembrar árboles en las ciudades sin duda es de interés prioritario para quienes vivimos en ellas, porque ayudan a combatir la contaminación del aire, mitigan el calor y su presencia tiene beneficios para nuestra salud mental y física. Pero no influye en la crisis climática. Las ciudades ocupan apenas el 3% de la superficie terrestre. Por más que las llenemos de arbolitos, no harán gran diferencia ante el problema global.
La causa principal: los combustibles fósiles
¿Cuál es entonces la principal causa de la crisis climática? La emisión de gases de invernadero por el uso de combustibles fósiles (petróleo, carbón, gas natural, etc). Estos gases permanecen muchos años en la atmósfera e impiden que el calor que emiten la superficie terrestre y los mares se libere al espacio exterior. Esta es la causa del 90% del calentamiento global, que está derritiendo los polos y haciendo aumentar el nivel del mar, y que a su vez causa la crisis climática.
El dióxido de carbono siempre ha estado presente en el planeta, y tiene un ciclo en el que regularmente es absorbido por plantas, animales y cuerpos de agua, de este modo se había mantenido durante cientos de miles de años en equilibrio, sin aumentar su cantidad, pero las actividades industriales, la deforestación y la quema de combustibles para la generación de energía han roto ese equilibrio desde hace dos siglos.
La temperatura promedio del planeta ha aumentado ya 1.2 grados centígrados por encima del nivel que tenía antes del inicio de la era industrial, en el siglo XIX. La mayoría de los científicos concuerda en que el punto de inflexión es un calentamiento de 1.5 grados. Es decir, ese es el punto en el que todos los sistemas que han mantenido el clima relativamente estable durante miles de años podrían colapsar y cambiar radicalmente las condiciones de la vida en la Tierra.
México, según el Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM, se ha calentado ya 1.6 grados, es decir, más rápido que el promedio global. En 2020 el país emitió 670 millones de toneladas de dióxido de carbono, principalmente provenientes del sector energético (65%) y la agricultura (16%). Esto representa el 1.35% de las emisiones globales, y lo convierte en el país 14 en esta categoría. Al mismo tiempo, ocupa el noveno lugar en la lista de países con mayor número de pérdidas por fenómenos naturales en las últimas décadas.


Desde el inicio de la revolución industrial, hace dos siglos, se estima que la actividad humana ha vertido a la atmósfera 1.5 trillones de toneladas de dióxido de carbono. Durante más de 6 mil años de civilización humana la proporción de dióxido de carbono en la atmósfera se mantuvo constante en 280 partes por millón. El año pasado por primera vez se alcanzó una proporción superior a 400 partes por millón.

La última vez que la atmósfera tuvo tanto dióxido de carbono suspendido fue hace 4 millones de años, cuando el mar estaba entre 6 y 25 metros más alto que ahora y las temperaturas globales eran tan altas que crecía un espeso bosque en la tundra ártica.
El aspecto más terrible de los gases de efecto invernadero es que permanecen durante mucho tiempo en la atmósfera. Si hoy dejáramos de emitir un sólo gramo de dióxido de carbono la Tierra todavía se seguiría calentando durante miles de años, a consecuencia de lo que emitimos en años anteriores. Porque los efectos no son inmediatos, hay varios años de diferencia entre las emisiones y sus consecuencias, lo cual muestra la urgencia con la que deberíamos estar abordando el problema.
Contrario a lo que suele decirse, la crisis climática no ha sido causada por la humanidad, sino por los países ricos. El 79% de las emisiones históricas de gases de efecto invernadero han sido causadas por ellos (Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia, Japón, etc). Los principales porcentajes de emisiones son causados por la agricultura y la ganadería (24%), la producción de electricidad y calefacción (25%), la industria (21%) y el transporte (14%).

Así que no todos tenemos la misma culpa y responsabilidad. Sin embargo, la estrategia de quienes dirigen el sistema de consumo capitalista siempre ha sido culpar al individuo (no uses popote, ahorra agua, etc) y no atender la causa esencial: un sistema basado en la explotación y el gasto irracional de los ecosistemas.
¿Quién mide el clima en estos territorios?
Pero volviendo a la ola de calor, ¿qué tanto calor ha hecho en las cuencas Grijalva-Usumacinta en este junio de 2023? ¿Es un fenómeno histórico, sin precedentes? Es tremendamente difícil contestar esa pregunta, porque como buenos estados del sur en un país centralista, estas regiones carecieron hasta hace muy poco de centros de investigación.
En cuanto a las estaciones meteorológicas, cuando fue gobernador de Tabasco el general porfirista Abraham Bandala anunció en su informe de gobierno de 1902 la instalación de estaciones en Villahermosa, Teapa, Tenosique, Huimanguillo, Frontera y Comalcalco, a un costo de 1,531 pesos (como referencia, poner un reloj en la iglesia de la Santa Cruz había costado 1,900 pesos). Sin embargo los registros más antiguos que conserva el Sistema Meteorológico Nacional en su página web son de 1951. Hay un hueco de 49 años y no he encontrado en ningún libro de historia regional la respuesta.
Aún el día de hoy las estaciones meteorológicas siguen siendo escasas en comparación con la densidad que tienen en el centro del país. Y el Servicio Meteorológico Nacional no tiene entre sus tareas proporcionar información clara y entendible sobre tendencias o cambio climático al público en general, sino que se limita a proporcionar los datos de las estaciones a quienes quieran investigarlos.
Revisando la bibliografía sobre el cambio climático en Chiapas y Tabasco es sorprendente comprobar que casi no se ha investigado sobre los cambios reales en las temperaturas y las lluvias. Los trabajos que abundan se enfocan sobre todo en escenarios futuros, es decir, en proyecciones estadísticas sobre los posibles daños que traerá el cambio climático a la región.
Para entender esto es bueno recordar que México tiene un déficit de especialistas en meteorología, una disciplina que apenas tiene unos 40 años de abordarse con una perspectiva científica en nuestro país. Dependiendo de la fuente, se dice que existen entre 100 y 200 meteorólogos en un país de 123 millones de habitantes, lo cual es claramente insuficiente.
Así, la publicación más reciente sobre las temperaturas en Tabasco es una nota técnica publicada en la Revista de Ciencias Agrícolas en 2016, hace ya siete años, en el que se analizaron los registros de temperatura y precipitación de cinco estaciones meteorológicas en el período 1961-2010. Reportaron un aumento promedio de 0.9 grados centígrados en las cinco estaciones, aunque el promedio en la correspondiente a la Región de Los Ríos mostró un aumento de 2.2 grados. La cantidad de lluvias casi no cambió.
La última del tema sobre Chiapas se hizo en 2021 en la revista Tecnología y Ciencias del Agua, usando un método más sofisticado para analizar los datos de tres estaciones meteorológicas en la zona de los Lagos de Montebello, utilizando los 27 índices del Grupo de Expertos en Detección de Cambio Climático, como el aumento en los días de verano, la frecuencia de días frescos, etc. Los resultados muestran también una tendencia hacia la alza en las temperaturas promedio anuales. Lo más interesante de este estudio es que provocó una respuesta en la misma revista, en la que otro investigador refutó por completo su metodología y resultados. Recomiendo mucho la lectura de esa discusión porque nos permite darnos una idea de la increíble complejidad que representa analizar el clima incluso de una zona relativamente pequeña.
Tenemos entonces que los análisis de los registros son escasos y limitados, y los mismos datos registrados son escasos y limitados, y no nos permiten saber lo que ocurría con las temperaturas hace apenas un siglo. Ante la ausencia de registros técnicos, hay otras vías que permiten reconstruir condiciones climáticas de siglos pasados, como la dendrocronología, el estudio de los anillos de crecimiento de los árboles. En las zonas donde las estaciones se distinguen claramente, los anillos de los árboles pueden usarse con un alto grado de confiabilidad para medir su edad, y además permiten distinguir los años de sequías.
Pero hasta hace muy poco no se habían podido obtener resultados confiables en árboles de los trópicos (tal vez porque esta disciplina no se ha desarrollado aquí). Sin embargo en años recientes se han tenido avances prometedores. En la región apenas se han publicado dos investigaciones que han usado esta herramienta: en Chiapas un estudio sobre la especie de pino Pinus oocarpa en el área de los Lagos de Montebello y en Tabasco el análisis de un ejemplar de Sickingia salvadorensis para comprobar los registros de prensa de la sequía de 1949 en un ensayo histórico.
Esto nos deja como único recurso los testimonios orales de las personas mayores, muchos de los cuales coinciden en señalar que hace más de 50 años el tiempo era mucho menos caluroso en Tabasco, como Don Guadalupe Sánchez Dueñas, agricultor del río San Pedro, quien narra cómo en diciembre y enero tenían que dormir con leña prendida dentro de la casa.
Inoperancia de los gobiernos
Así como no es posible obtener estimaciones confiables sobre el cambio de las temperaturas y las lluvias en los últimos 200 años en Tabasco y Chiapas, el estado de Tabasco no cuenta actualmente con un inventario de sus emisiones de gases de efecto invernadero actuales (el último que se publicó remite al año 2013 y su presentación es una verdadera broma).
En Chiapas sí existe un inventario actualizado de sus emisiones de gases de efecto invernadero, pero ninguno de los dos estados ha completado las cuatro etapas contempladas por la ley mexicana en el Programa de las Entidades Federativas en materia de Cambio Climático: 1.- Evaluación de la vulnerabilidad; 2.- Diseño de medidas de adaptación; 3.- Implementación de las medidas, 4) Monitoreo y evaluación.
Chiapas y Tabasco no han implementado medidas y por lo tanto no tienen monitoreo y evaluación. No hay un seguimiento oficial y sistemático de los efectos de la crisis climática, a pesar de que son dos de los estados más vulnerables en el país. En este siglo ambos están en la lista de estados que han recibido la mayoría de los impactos por eventos ambientales y Chiapas estuvo entre los principales receptores de ayudas federales en el período 2007-2019. Ambos están también entre los estados más pobres del país. Según el Coneval, en Chiapas el 75% de la población vive en la pobreza, y en Tabasco el 54.5%, más de la mitad.

Si en Chiapas la principal fuente de emisiones de gases de efecto invernadero es la deforestación y el cambio de uso de suelo para la agricultura, en Tabasco sin duda es la industria petrolera, aunque no existan registros oficiales de ello. Pemex ha sido listado como una de las 10 empresas energéticas más contaminantes del mundo, aunque hay que precisar que hay mucha hipocresía en esa lista, en primer lugar porque fue elaborada por el Instituto de Responsabilidad Climática de Estados Unidos en 2020 (es decir, el país más contaminante del mundo), en segundo lugar porque toma en cuenta la contaminación final, es decir los gases que se emiten al usar el combustible que vende la empresa, y todos sabemos que desde siempre la principal función de Pemex ha sido exportar combustible que se usa en el primer mundo, sobre todo en Estados Unidos. Recordemos que si todo mundo tuviera el estilo de vida de los habitantes en Estados Unidos nos harían falta los recursos de más de 5 planetas como la Tierra.
Pero es innegable que Pemex contamina también en el territorio nacional de muchas maneras. En Tabasco, que produce el 50% del petróleo de México, son innumerables los derrames, las fugas y las explosiones que han afectado desde los 70s a todo el estado y que hasta ahora aún no han sido estudiadas de manera comprehensiva. Además, los llamados popularmente “mecheros”, desfogues en los que se quema el gas sobrante, arden las 24 horas desde hace décadas en cientos de puntos en la región. Aquí se quema el 17% del gas natural, provocando múltiples afectaciones a la salud de las personas que viven en las cercanías, y produciendo emisiones que nunca se cuantifican públicamente.
La desgracia de producir petróleo
A la luz de las proyecciones de la crisis climática, el destino de los habitantes de Tabasco es trágico: durante los últimos 50 años han visto cómo se han extraído fortunas inmensas del subsuelo, oro negro que ha sido enviado a otros países para quemarse, saturar la atmósfera y provocar la subida del mar que en las próxima décadas inundaría más de una cuarta parte de su territorio. ¿A cambio de qué? Toda esa riqueza monetaria no se ha distribuído en un estado en el que más de la mitad de la población vive en la pobreza.
El nivel del mar en el planeta, según los datos de satélite de la NASA, ha subido 10 cm desde 1993, a un ritmo sin precedentes en los últimos 2,500 años. Pero este aumento no es exactamente igual en todos lados y se mezcla con otras causas que inciden en la pérdida de territorios costeros, como las intervenciones en los ríos que impiden la llegada de los sedimentos que conforman las playas o las estructuras que se construyen en playas y costas, entre otros.


En su poema “Suave patria” que fue muy famoso en el siglo XX, López Velarde le dice a su amado país:
El Niño Dios te escrituró un establo
y los veneros de petróleo el diablo
Gran intuición de un poeta que apenas vivió hasta 1921, y no pudo ver las peores consecuencias de la extracción de hidrocarburos.
Insistamos en este punto: lo que enfrentamos es infinitamente más grave que una ola de calor, pero esta ola es un buen recordatorio de que apenas uno o dos grados de diferencia bastan para alterar de manera terrible nuestra vida.
La reacción global hacia esta verdadera emergencia civilizatoria ha sido deprimente. Se han realizado ya 27 Conferencias de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático sin que las naciones hayan podido acordar acciones reales para siquiera comenzar a revertir la situación. Casi la mitad de todas las emisiones desde la revolución industrial se han producido desde 1990, año del primer informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). Es decir, nos hemos pasado tres décadas discutiendo cómo empezar a apagar un fuego, mientras nuestra casa se incendia.
La reacción de México ha sido igual o más inútil. Existe una Ley General del Cambio Climático que es hasta ahora letra muerta. La reacción de los estados de la República ha sido todavía peor. El ambientalista León Gutiérrez Ferretis, ha planteado repetidamente en sus columnas periodísticas la inactividad de la Secretaría de Bienestar, Sustentabilidad y Cambio Climático:
El 11 de diciembre de 2020 publicó en periódico oficial del Gobierno del Estado de Tabasco la Ley de Cambio para la Sustentabilidad en el Estado de Tabasco. A más de dos años el Ejecutivo Estatal no ha expedido el reglamento de dicha ley ni existe el programa especial de acción climática, correspondientes; como tampoco la Secretaría de competencia a creado el fondo económico para las actividades; además del incumplimiento con el sistema de información climática ya que no existe el sistema de registro de las emisiones de gases efecto invernadero, además que no se han elaborado ni actualizado los inventarios de gases y compuestos de efecto invernadero a pesar de que los fenómenos, cada vez más, son más intensos y frecuentes.
León Gutiérrez Ferretis
El artículo 4o. de la Constitución Política de nuestro país, que señala el derecho a un medio ambiente sano, sigue siendo letra muerta.
Ideas para la acción
¿Qué podemos hacer entonces? Sembrar árboles, reducir en lo posible el uso del automóvil individual, ahorrar electricidad, producir menos basura, dejar de consumir alimentos procesados, reducir al máximo el consumo de carnes rojas (porque tienen un gran impacto en las emisiones), están entre las medidas individuales que ayudan, pero las medidas individuales no son suficientes.
La crisis climática tiene causas globales, y para combatirlas hacen falta principalmente cambios políticos. Es necesario cambiar todo el sistema global de producción y consumo, no basta con hacer pequeños ajustes. Como ciudadanos es necesario en primer lugar documentarse, interesarse por entender las principales causas de la crisis, y luego presionar a los representantes políticos en todos los niveles de gobierno.
Se acerca el cambio electoral de municipios, estados y de la federación. Es un momento oportuno para exigir a los políticos que el combate a la crisis climática deje de ser letra muerta y se convierta en la actividad central de los gobiernos.
De ello depende nuestro bienestar actual, pero sobre todo el de las generaciones futuras.
Para saber más:
El diccionario climático: una guía práctica para el cambio climático (ONU).
¿Qué es el cambio climático? ONU.
México ante el cambio climático. Sitio oficial.
26 datos para entender la realidad del cambio climático.
¿Quién contamina realmente? 10 puntos sobre la desigualdad y la política climática.