
El misterio de una mariposa naranja
Los insectos están desapareciendo y apenas conocemos el 20% de los que existen actualmente. Te contamos como el uso de las redes y la platafora Naturalista nos permite a los ciudadanos ayudar a la identificación de estos maravillosos animales
Por: Francisco Cubas
El mundo nos está hablando siempre, pero no solemos escucharlo. En una calurosa mañana de marzo del 2019, mi esposa, Fabiola, subió emocionada a mi departamento con unas fotos en su celular. Yo estaba convaleciente de una fuerte lesión en el cuello y ella quería compartir conmigo su encuentro con una mariposa muy bonita, de color naranja intenso y apariencia peluda. Era un hallazgo sorprendente, porque vivimos en el centro histórico de Villahermosa, en medio del asfalto de una ciudad que ha destruido sistemáticamente sus áreas verdes desde hace décadas.
Mi conocimiento de los insectos es, como el de la mayoría de las personas, bastante escaso, así que busqué en la web y encontré que las mariposas pertenecen al orden Lepidoptera (del griego lepis, escama, y pteron, ala), que con más de 165 mil especies es el segundo más numeroso del planeta, sólo detrás del género Coleoptera, que comprende a los escarabajos. La mayoría de las especies de mariposas son nocturnas, por lo que normalmente no solemos encontrarnos con ellas, y en español ni siquiera tenemos un nombre apropiado para ellas, pues polilla se refiere principalmente a un grupo de especies que suele alimentarse de textiles, y palomilla se refiere a mariposas muy pequeñas, que por lo general se convierten en plagas de algunos cultivos.

No encontré nuestra mariposa naranja en la web, así que abrí la aplicación NaturaLista en mi smartphone y subí las fotos. La aplicación escanea las fotos usando inteligencia artificial y te sugiere qué especie podría ser. Ninguna de las sugerencias me convenció, así que subí las fotos sin identificar para esperar a que alguno de los biólogos profesionales que supervisan la aplicación pudiera resolver mi duda.
iNaturalist surgió en el 2008 como un proyecto final de maestría de los alumnos Nate Agrin, Jessica Kline y Ken-ichi Ueda. Posteriormente el proyecto fue retomado por la Academia de Ciencias de California y National Geographic. Actualmente la plataforma digital, con página web y aplicaciones para smartphones, ha superado los 2.7 millones de usuarios en todo el mundo, y ha procesado 41 millones de observaciones de más de 282 mil especies.
En México, la versión es español, NaturaLista, es coordinada por la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) desde el 2013. En nuestro país, hasta el momento de publicar este texto, en junio del 2020, ya se tienen más de 2 millones 111,916 observaciones, con 72,335 personas suscritas y más de 34 mil especies registradas. La plataforma, que es gratuita, tiene el apoyo de la Fundación Carlos Slim, que otorga becas para compensar el trabajo de las redes de tutores y curadores que guían los esfuerzos de los usuarios que no tienen mayor conocimiento sobre las especies. Es el ejemplo más exitoso en México de lo que se conoce como ciencia ciudadana, la cooperación masiva de personas para monitorear fenómenos o procesos que los equipos de especialistas nunca podrían cubrir por completo.
La ayuda de los expertos
El principal atractivo de NaturaLista para el usuario común es que puede poner tu observación en contacto con un especialista que identifique la especie y te permita saber más sobre ella. Y eso fue exactamente lo que me ocurrió.
El mismo día en que subí las fotos, Ryan St Laurent, estudiante de doctorado en la Universidad de Florida, especialista en la familia de lepidópteros Mimallonidaela, la identificó como Periphoba unicolor y dejó un breve comentario: “Very rarely seen! (muy rara vez vista)”, que bastó para despertar mi curiosidad y volver a sumergirme en la web a buscar todo lo que pudiera encontrar sobre la especie. Y ocurrió que no encontré nada, ningún texto sobre ella, salvo dos fotos del sitio Irekani, del Instituto de Biología de la UNAM, que muestran dos vistas del primer ejemplar registrado en el mundo, una hembra recogida en 1968 en Coatzacoalcos por F. Howard. Las fotos de Fabiola que subí a NaturaLista eran las primeras en ser identificadas como Periphoba unicolor en la breve historia de la plataforma (en los meses siguientes ayudé a identificar otras fotografías de la especie que se habían subido en fechas anteriores pero cuyos usuarios, igual que yo en un principio, no habían podido nombrarla).
Intrigado, visité el perfil de Ryan, encontré su correo y le escribí pidiéndole más información. Ese mismo día me contestó informándome que esta especie había sido descrita por primera vez apenas en 1977 por Claude Lemaire, a partir del ejemplar recolectado por F. Howard. Al parecer, el último autor que escribió sobre la especie habría sido el mismo Lemaire, en el 2002, cuando enumeró los ejemplares que se habían registrado hasta ese momento de la especie. Estos eran tres en Coatzacoalcos: 25 de abril del 1968 (F. Howard) (Lemaire 1977), 4 de abril de 1977 (V. Rojas), 6 de febrero de 1978 (F. Medina); uno en Minatitlán, 20 de mayo de 1977 (F. Medina); uno en Las Choapas, 5 de mayo de 1978 (C. R. Beutelspacher) y uno en Villahermosa, por el mismo Lemaire, en el 2002 (nótese los 22 años de distancia entre las dos últimas observaciones científicas). A partir de estos datos Lemaire creía que Periphoba unicolor es una especie endémica de la Llanura Costera del Golfo Sur, en el delta de las cuencas Grijalva-Usumacinta. Sabemos que pertenece a la familia Saturniidae, un subgrupo de los lepidópteros que comprende unas 2,300 especies, que viven en zonas arboladas tropicales y sub tropicales de todo el mundo, pero que parecen haber surgido en América, donde países como México poseen la mayor diversidad de especies, y las más antiguas. Como la inmensa mayoría de los insectos, esta especie ni siquiera tiene un nombre común.

Es decir, el ejemplar que Fabiola había fotografiado era apenas el séptimo que se reportaba oficialmente en el mundo. ¿Significaba eso que Periphoba unicolor sería una especie amenazada? ¿Formaría parte de las noticias sobre el declive general de las poblaciones de insectos en todo el mundo?
“Imposible decirlo”, me contestó Ryan, “no sabemos prácticamente nada sobre esta especie, pero no es nada fuera de lo común que muchas especies de insectos sean poco conocidas o poco registradas, sobre todo en el caso de las nocturnas, como ésta. Hay muchísimas especies que apenas han sido registradas una o dos veces, además, es posible que pueblos enteros conozcan una especie sin reportarla científicamente”.
El segundo encuentro
Casi exactamente tres meses después del primer encuentro, salimos un domingo a desayunar y vimos nuestra segunda Periphoba unicolor, tristemente caída al lado de un farol, casi en el mismo lugar en el que había aparecido el primer ejemplar. Tenía pequeñas marcas en un ala, y por una pequeña abertura en su abdomen asomaban sus huevecillos, de un color amarillo brillante. Era, otra vez, una hembra, y algún depredador había intentado atraparla. Los adultos de la familia Saturniidae, al que pertenece esta especie, no tienen bocas, ni tracto digestivo, así que no pueden alimentarse. La mariposa sólo emerge de la pupa para reproducirse, y el alimento que tiene acumulado en el cuerpo le dura apenas para vivir una semana.
Le tomé fotografías, la guardé en un frasco y al día siguiente la llevé para donarla a la colección del doctor Manuel Pérez de la Cruz, entomólogo de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT). Manuel me confirmó la información de Ryan con respecto a la rareza de las especies y me mencionó dos factores que frenan el avance de nuestro conocimiento de los insectos en el mundo: la falta de recursos para los estudios de campo y la falta de puestos de trabajo para los taxónomos, los especialistas en identificar y clasificar a las especies. Los pocos taxónomos que quedan no salen a campo, sino que revisan colecciones ya existentes. De hecho, el taxónomo Thomas Harris Atkinson, quien visitó hace varios meses la colección del doctor Pérez de la Cruz, le agradeció el trabajo de recolección poniéndole su nombre a una nueva especie de escarabajo de la madera que identificó entre las muestras: Premnobius perezdelacrucei.

A partir de mis breves conversaciones con ambos entomólogos y de la lectura de varios artículos científicos y de divulgación sobre el tema, mi panorama sobre los insectos se ha ampliado lo suficiente para entender que nuestro conocimiento sobre estos maravillosos animales es terriblemente limitado, y lo más preocupante es que lo poco que sabemos nos indica que estamos exterminando a muchos de ellos.
El “apocalipsis de los insectos”
Durante este siglo varios especialistas habían empezado a notar que en muchos lugares ya no se veían tantos insectos como antes. Pero la alarma definitiva sonó en el 2017, en un estudio publicado por un grupo de amateurs, la Sociedad Entomológica de la pequeña ciudad alemana de Krefeld, cuyos miembros realizaron durante décadas muestras con una metodología estricta en 63 reservas naturales del país. De los 17 mil días de muestreo a lo largo de 27 años encontraron que la abundancia de insectos voladores atrapados había bajado un 80%. El estudio fue el sexto artículo científico más discutido en el mundo durante 2017.
A partir de ahí los científicos Sánchez-Bayo y Wyckhuys comenzaron a revisar otros estudios y encontraron 73 artículos, todos en Europa, que mostraban un declive del número de insectos. Se investigó más y se encontró, por ejemplo, que en Estados Unidos el número de mariposas monarca ha caído un 90% en los últimos 20 años, una pérdida de 900 millones de individuos, y el abejorro parchado (Bombus affinis) que alguna vez habitó en 28 estados de aquel país, había declinado un 87% durante el mismo período.
Los especialistas incluso han ideado un nombre para lo que ocurre cuando la gente empieza a darse cuenta de que ya hay menos insectos, lo llaman el efecto parabrisas, por los parabrisas de los autos, que ahora regresan limpios de las excursiones a campo, cuando en épocas anteriores uno tenía que detenerse para limpiar los innumerables cuerpos de insectos que se estrellaban contra el vidrio.

¿Pero están desapareciendo en todo el mundo? ¿Qué tan numerosos eran antes? No sabemos, los principales estudios son muy recientes, y se han hecho en Europa y Estados Unidos, no en los trópicos, donde vive la mayoría de los insectos. Los entomólogos nunca antes se preocuparon por contar el tamaño de las poblaciones de insectos, parecía tan inútil como contar el agua del mar, parecían interminables. Ahora, cuando nos damos cuenta de que lo inpensable está ocurriendo nos hallamos sin datos para comparar. No tenemos, por ejemplo, una estimación de cuántas mariposas monarca había en 1900, antes de que la urbanización masiva y la agroindustria comenzarán a mermar sus poblaciones.
No sabemos ni siquiera cuántas especies de insectos habitan hoy la Tierra, ni cuántas especies se perdieron durante el siglo XX, que marcó el inicio de lo que hoy vivimos, la llamada sexta gran extinción del planeta, motivada por las actividades humanas.
Sabemos, por ejemplo, que más del 97% del atún azul ha desaparecido del oceáno. Sabemos también que si pesáramos a todos los mamíferos del mundo el 96% serían humanos y ganado, sólo el 4% serían animales silvestres. Sabemos que la mitad de las aves de los campos de cultivo de Europa desaparecieron en las tres décadas anteriores.
La inmensidad de nuestra ignorancia
Pero los insectos son un mundo casi desconocido e imposible de abarcar. Hemos logrado nombrar y describir un millón de especies, más que las que cualquier persona podría recordar. Pero nombrar y describir no es lo mismo que conocer y la inmensa mayoría de ellos sigue siendo un misterio. Como ocurre con la Periphoba unicolor, no sabemos nada de sus hábitos y sus poblaciones. Incluso los insectos que nos son más familiares sobrepasan nuestra capacidad de estudio: hay 12,000 especies de hormigas; 20,000 de abejas; y 400,000 de escarabajos. Y sin embargo, se estima que las especies nombradas son apenas el 20% de la diversidad actual de insectos en el planeta. Cada año se identifican miles de especies nuevas, pero hay millones y millones que permanecen desconocidas. Cada minuto se deforestan en promedio en el mundo, 40 campos de fútbol de bosques tropicales, nunca sabremos cuantos insectos que jamás conocimos se desvanecen con ellos.

Sin embargo, hay algo que sí sabemos, que el principal causante de este declive es el ser humano. Además del cambio climático y la destrucción de sus hábitats naturales, el principal daño que les hacemos es el uso intensivo de pesticidas basados en neonicotinoides, un tipo de neurotoxinas que se acumulan en el paisaje y son consumidos por todo tipo de insectos, no sólo aquellos que dañan las cosechas.
¿Y qué perdemos si hay menos insectos? Casi todo. Los insectos están entre los principales responsables de la fertilidad de los suelos; del importantísimo proceso de polinización, que hace posible tres cuartos de las cosechas de alimentos del mundo; y del ciclo de descomposición de los nutrientes a partir de los detritus. Además, al convertir las plantas en proteína animal forman la base de la alimentación de incontables especies, incluyendo peces de río y la mayoría de las aves.
Por supuesto, no hay forma de que nuestros errores extingan a todos los insectos, el término “apocalipsis de los insectos” que se ha utilizado en muchas notas de prensa es una exageración, pero al alterar sus poblaciones estamos alterando el equilibrio de los ecosistemas que son más benéficos para nosotros, y los resultados podrían ser catastróficos para nuestra calidad de vida.
¿Qué podemos hacer al respecto? Además de informarnos y participar en la discusión sobre las políticas públicas para el medio ambiente, cada uno puede poner su granito de arena para mejorar el conocimiento que tenemos de las especies.
Elogio del amateur
Es bueno recordar que las principales observaciones sobre insectos han sido hechas por amateurs. La palabra viene del francés y éste del latín amator, el que ama. Un amateur puede desarrollar conocimientos iguales o superiores a un académico profesional, como lo muestra la ya mencionada Sociedad Entomológica de Krefeld, que tiene 63 miembros, de los cuales sólo un tercio tiene estudios universitarios. Es también notable el caso de Vladimir Nabokov, el famoso autor de la novela Lolita, que cuando no escribía tomaba sus redes para cazar mariposas, y en base a sus observaciones desarrolló una teoría sobre la evolución de las mariposas azules Polyommatus que los especialistas desdeñaron hasta que fue demostrada por el muestreo de ADN en 2011, más de 30 años después de su muerte. Y por supuesto, hay que mencionar a Claude Lemaire, el entomólogo francés que identificó a nuestra Periphoba unicolor, quien estudió un doctorado en leyes y trabajó hasta los 38 años como auditor de cuentas en un banco de París, antes de dedicarse de lleno a su pasión y convertirse en el principal experto de la familia Saturniidae en el mundo.
Hoy en día tenemos a nuestro alcance información y herramientas de sobra para que nuestra pasión y curiosidad por el medio ambiente puedan contribuir de alguna manera al bien común. El aleteo de una mariposa ha desembocado en este artículo, que ojalá pudiera invitar a muchos lectores a emprender su propio viaje a través del conocimiento. El mundo nos habla cada día, detengámonos a escucharlo mientras podemos.