Nube de Monte

Historias de las cuencas Grijalva-Usumacinta

Árboles de mangle rojo (Rhizophora mangle) en el río San Pedro, a más de 200 km de la costa, con los cerros de Tenosique en el horizonte.
Mangle rojo (Rhizophora mangle) en el río San Pedro, a más de 200 km de la costa, con los cerros de Tenosique en el horizonte. Foto: Francisco Cubas

Los mangles que aprendieron a vivir lejos del mar

El río San Pedro Mártir, en la frontera de Tabasco y Guatemala, es el único lugar del mundo donde el mangle rojo sobrevive a más de 170 km de la costa. Su ecosistema contiene información clave para entender lo que ocurrió en la última gran subida del mar y prevenir lo que podría pasar en la próxima

Por: Francisco Cubas/ 16 de octubre 2021

Carlos Manuel Burelo Ramos creció nadando y pescando robalos y mojarras en el río San Pedro Mártir y su mirada infantil se acostumbró a la presencia de unos árboles muy curiosos, con las raíces de fuera, a la orilla del agua. Aquel niño no sabía que muchos años antes, en 1942, el botánico japonés naturalizado mexicano Eizi Matuda había recolectado una muestra de mangle rojo (Rhizophora mangle) a orillas del mismo río, en la localidad de La Palma, Tenosique, dejando el primer registro científico que se conoce sobre los mangles de la zona.

Burelo se mudó de su natal Balancán a Villahermosa para estudiar la carrera de biología, y al orientarse hacia la botánica aprendió que los mangles son especies de árboles que viven siempre a orillas del mar, en lagunas y esteros de agua salada, y que no habitan en ríos porque no pueden sobrevivir en agua dulce. También aprendió que el mangle rojo se dispersa a través de vainas que flotan en el agua hasta encontrar el terreno adecuado para asentarse.  

En las lagunas que comunica el río pueden verse grupos más nutridos de mangle rojo. Foto: Francisco Cubas

Pero Burelo sabía que en su tierra, muy lejos de la costa, habitaban mangles. ¿Cómo habían llegado hasta allá, dado que era imposible que una vaina soltada cerca del mar viajara río arriba contra la corriente?

Durante su licenciatura, maestría y doctorado, Burelo le planteó a sus maestros esta duda, “pero siempre me tiraron a loco”, cuenta en entrevista para Nube de Monte. “Cada que había oportunidad yo planteaba el problema pero me decían que yo no tenía idea, y ahí se quedaba la cuestión”. 

A lo largo de esos años varios investigadores reportaron en artículos científicos la presencia de los mangles en el río San Pedro como una rareza, pero ninguno de ellos se planteó la necesidad de contestar la pregunta: ¿Cómo llegaron ahí?

Meandros del río San Pedro cerca de la frontera con Guatemala. Link al mapa. Foto: Francisco Cubas

Burelo, ya con un doctorado en sistemática de plantas e investigador de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT) decidió seguir buscando una respuesta: “fue así que contacté con el doctor Exequiel Ezcurra (profesor de ecología en la Universidad de California, Riverside), yo había escuchado algunas conferencias suyas y me había impresionado mucho, así que pensé que él podría ayudarme a tratar de responder mi pregunta”. 

Pero en esa ocasión también obtuvo una respuesta desalentadora: “Le mandé un correo y tardó tres meses en contestarme que no me creía, que no podía haber mangles tan lejos de la costa. Pero yo seguí insistiendo, hasta que en el tercer correo le mandé fotos, y entoces sí tuve todo su interés”. 

Con el apoyo de Ezcurra y todos los medios de que disponen las principales universidades de Estados Unidos, Burelo y otros colegas iniciaron en 2017 una investigación cuyos resultados acaban de publicarse en la revista PNAS el 4 de octubre de 2021.

1.- El logro científico

Para entender bien la investigación es necesario adentrarse un poco en la geología del lugar. El río San Pedro nace en el departamento de Petén, Guatemala, y entra a México por la esquina sureste del estado de Tabasco. A partir de ahí corre en una línea casi recta de sur a norte, hasta llegar al poblado San Pedro, donde tuerce 90 grados hacia el oeste, pasa por la reserva ecológica Cascadas de Reforma y se une al cauce principal del Usumacinta para continuar su camino hasta el Golfo de México. 

Mapa del río San Pedro en Open Street Map
Da click aquí para ver una simulación del recorrido desde el origen del San Pedro hasta el mar..

Su recorrido en Guatemala es de 160 kilómetros, y en México de unos 130 km. Pero para visualizarlo mejor hay que detenerse a pensar un poco en las fuerzas que moldearon esta región durante millones de años. 

Comencemos por el karst que forma la península de Yucatán. Karst es el nombre que dan los geólogos a un paisaje formado por roca soluble, como la piedra caliza. La Península de Yucatán se formó hace 50 o 60 millones de años, a partir de arrecifes y conchas de animales marinos que al quedar expuestos al aire formaron esa enorme plataforma de roca caliza, que contiene entre 89% y 99% de carbonato de calcio (CaCO3). Los procesos físicos de esta roca son los responsables de que en la península no hayan existido nunca ríos. 

Como podemos ver en el mapa siguiente, esta gran plataforma no se limita a los estados de Campeche, Yucatán y Quintana Roo (los paisajes no respetan las fronteras humanas) sino que abarca también parte de Belice, Guatemala y el estado de Tabasco. 

Mapa de los acuíferos del karts de la Península de Yucatán en el que puede apreciarse como la gran plataforma de piedra caliza abarca partes de Tabasco, Guatemala y Belice. Fuente: The Yucatán Peninsula karst aquifer.

Si nos fijamos bien en los dos mapas anteriores, podremos ver que la forma que toma la línea del karst en Tabasco y Guatemala es la misma forma que tiene todo el cauce del río San Pedro. 

En este mapa minero del INEGI podemos ver aún con mayor detalle lo que ocurre. Justo en la zona tabasqueña del río San Pedro hay una falla, una grieta en el karst, que es lo que permite que el río corra recto de sur a norte y después doble hacia el oeste 90 grados. La base de esa grieta por donde corre el río contiene materiales del Pleistoceno, una época geológica que abarcó desde hace 2.5 millones de años hasta hace 13 mil años, y que se caracterizó por la expansión del Homo sapiens por todo el planeta y una serie de glaciaciones, o edades de hielo. 

Este mapa minero del INEGI muestra en diferentes colores los estratos geológicos, y podemos ver como el río San Pedro corre en Tabasco por una grieta en el karst. El karst está marcado en color amarillo, y el color verde pálido que marca la grieta por donde corre el río corresponde al Pleistoceno. Las Cascadas de Reforma están justamente donde termina el karst y empieza la llanura aluvial tabasqueña. Fuente: INEGI

Al entrar a México, el río San Pedro corre por alturas de más de 40 metros sobre el nivel del mar y su elevación va descendiendo poco a poco hasta llegar a las cascadas de Reforma, que están a 17 metros sobre el nivel del mar. En ese punto el río deja de correr sobre el karst, o plataforma de piedra caliza, y desciende unos 12 metros de altura, para empezar a correr sobre el suelo bajo de la Llanura Costera del Golfo Sur, formado por sedimentos que han sido arrastrados por la cuenca del Usumacinta en los últimos miles de años. 

Justo ahí, en las Cascadas de Reforma, termina la población de mangles, a 170 km del mar. Y es que este árbol, cuyo organismo evolucionó para usar el agua salada, no puede vivir en agua dulce pero sí en aguas carbonatadas por el karst, cuyos minerales sustituyen de alguna manera (que todavía no se ha investigado lo suficiente) a las sales del mar. La posición geográfica del río le permite tener en sus aguas los minerales necesarios para que puedan sobrevivir los mangles. Más allá de las cascadas ya no hay karst en el lecho del río, y tampoco mangles.  

Pero la pregunta persiste. ¿Cómo pudieron los mangles llegar hasta allá y subir los 12 metros de diferencia en elevación de las cascadas para establecerse en el San Pedro? 

Mangles a más de 40 metros sobre el nivel del mar, cerca de la frontera con Guatemala. Foto: Francisco Cubas

A través de los años se habían mencionado informalmente dos posibles escenarios: o bien el mar había llegado en alguna época hasta el río o bien los pueblos mayas habían traído los árboles desde la costa.

Los investigadores tomaron el primero para plantear su hipótesis: el mar había llegado hasta las cascadas de Reforma en algún punto hace muchos años, lo cual había permitido a los mangles establecerse ahí. Si esto era cierto, esa subida del mar habría dejado huellas en la genética de los mangles, porque al separarse durante tanto tiempo de las poblaciones de árboles de la costa sus genes ya serían distintos, y también habría dejado huellas en la geología local. 

Para comprobarlo realizaron: a) un estudio de la genética de los mangles del San Pedro comparada con la de las poblaciones de la península de Yucatán, para ver si ADN había cambiado; b) un análisis de los sedimentos de las orillas del río en su parte baja, para buscar restos marinos; c) un estudio de las plantas a orillas del río, para buscar otras especies que también procedieran de la costa; y d) un análisis del nivel de inundación de la Península de Yucatán en diferentes escenarios simulados de la subida del mar, para ver hasta qué altura podría haber llegado.   

Análisis genético
Se tomaron muestras de los mangles de nueve lugares: la parte baja y la parte alta del San Pedro, la Laguna de Términos, Celestún, Río Lagartos, Chetumal, Mahahual, Kaan Luum y Laguna Unión. Los datos genéticos indicaron que los mangles del río San Pedro son parientes cercanos de los que habitan la Laguna de Términos, y son muy distintos de los de la costa del Caribe. 

Pero los genes señalaron algo aún más interesante. Los cambios genéticos ocurren a un ritmo regular, como un reloj. Al comparar las diferencias entre dos poblaciones de una misma especie se puede estimar con cierta exactitud hace cuántos años se separaron. En el caso de los mangles del San Pedro y la Laguna de Términos, el reloj genético marca que estas dos poblaciones dejaron de mezclarse entre ellas hace unos 100,000 años. Eso coincide con la última gran subida del mar en el planeta en el último período interglaciar, cuando el nivel subió unos 9 metros hace unos 120,000 años. Esto anula por completo la posibilidad de que los mayas o alguna otra cultura hubiera llevado los mangles al río, porque los restos humanos más antiguos que se han encontrado en América proceden de la cueva del Chiquihuite, en Zacatecas, y datan de hace 33,000 años.

De modo que según la genética, los mangles se establecieron en el río San Pedro hace unos 120,000 años y luego se quedaron ahí cuando el mar se retiró durante la última edad del hielo, la llamada glaciación de Wisconsin, que duró desde hace 85,000 años a hace 11,000 años (la misma glaciación que se supone permitió la entrada de los Homo sapiens al continente americano a través del Estrecho de Bering). 

Según el análisis genético, los parientes más próximos de los mangles del río San Pedro son los que habitan en la Laguna de Térmios. Foto: Francisco Cubas

Exploración geológica
En las Cascadas de Reforma se encontraron restos de conchas fósiles, idénticas a la especie Crassostrea virginica, que todavía habita hoy en las costas del Golfo. Estos restos fueron hallados en una excavación a 10 metros sobre el nivel del mar, más o menos la altura a la que habrían subido las aguas en la época mencionada.  

A. Corte vertical de las terrazas del Pleistoceno en Balancán, que muestran la acumulación de grava redondeada por la erosión marina. B. Fósil de un organismo marino no identificado, hallado en la grava. C. Guijarros redondeados por la erosión marina. D. Arena con cuarzo, proveniente de dunas costeras. Todo este material es evidencia de que el mar alguna vez llegó hasta las Cascadas de Reforma.
Las bromelias y orquídeas son parte de las más de 112 especies de plantas que se quedaron junto a los mangles cuando se retiró el mar. Foto: Francisco Cubas
Carlos Burelo (de pie al fondo) durante la clasificación de las plantas en el Herbario de la UJAT. Foto: Cortesía Carlos Burelo

Modelado del nivel del mar
Finalmente, se utilizó un modelo digital para realizar una simulación de cuánto habría subido el mar hace 120 mil años y se obtuvo un resultado de entre 6 y 9 metros sobre el nivel actual, que habría cubierto la mayor parte del estado de Tabasco y habría llegado a la altura actual de las Cascadas de Reforma.  

La confirmación
Tomados en su conjunto estos cuatro análisis confirman la hipótesis de los científicos: los mangles llegaron al San Pedro junto con el mar en una época en que casi todo el actual estado de Tabasco estuvo bajo el agua. Y no sólo llegaron los mangles, sino más de 100 especies de plantas costeras. 

Restan muchos detalles por precisar, las personas lectoras curiosas habrán notado que los años mencionados y los metros sobre el nivel del mar no encajan perfectamente. Es muy difícil medir con absoluta precisión acontecimientos tan lejanos en el tiempo como una glaciación o la separación de dos poblaciones de una especie, y es aún más difícil medir exactamente cuál fue el nivel del mar hace miles de años. El continuo cambio de las costas y los reacomodos de las placas tectónicas (las enormes bases que sostienen los suelos de los continentes y océanos) hacen muy difícil precisar los niveles exactos a los que se encontraban los suelos en otras épocas. Además, los modelos matemáticos con los que se simula la subida del mar todavía no son capaces de tomar en cuenta todas las variables posibles, por lo que sus resultados son aproximados. 

Los datos de la investigación nos muestran que el mar pudo haber llegado a la altura de las Cascadas de Reforma, pero si sólo llegó hasta ahí ¿cómo hicieron los mangles para subir 100 km contra la corriente del río hasta el Petén, a las partes donde el terreno está 30 o 40 metros más alto actualmente? ¿Tal vez el mar llegó a mayor altura o el terreno era más bajo en ese entonces? ¿Y qué habrá pasado con los manatíes (Trichechus manatus), que actualmente sólo habitan la breve parte baja del río San Pedro, después de las cascadas? Seguramente habrían colonizado también todo el cauce durante al subida del mar y podrían haber permanecido en toda la zona, como los cocodrilos (Crocodylus moreletii)que todavía abundan en el lugar. ¿Por qué no permanecieron ahí?

Mangles en las afueras del poblado San Pedro. Foto: Francisco Cubas

Los avances científicos nunca consiguen dar todas las respuestas de un solo golpe pero la pregunta que puso en marcha toda esta investigación, la que se hizo un joven estudiante de biología hace ya muchos años, ha quedado resuelta satisfactoriamente por ahora. 

Queda aún mucho por estudiar, pero Carlos Manuel Burelo y Exequiel Ezcurra han consolidado una amistad y excelente relación de trabajo, y han planteado una agenda de investigación que se llevará a cabo en conjunto con investigadores de varias instituciones y promoverá muchos más estudios en la zona y en la parte guatemalteca del río durante los próximos años. 

Lo más importante de este trabajo científico es que ha mostrado que el río San Pedro es una de las zonas del planeta donde más podemos aprender sobre lo qué pasó en la última subida del mar, y sobre lo que podría pasar en la próxima, la que están generando las grandes corporaciones y gobiernos que siguen quemando combustibles fósiles y llenando de gases de invernadero nuestra atmósfera. 

Simulación de un aumento de 3 metros del nivel del mar, que se alcanzaría en el año 2100 de mantenerse el ritmo actual de calentamiento global, según el modelo de Climate Central (link dentro del mapa).

“La idea es que el río San Pedro se convierta en un área natural protegida, para evitar que se pierda una de las zonas más valiosas que tiene el estado”

Carlos Manuel Burelo Ramos

Para Burelo, que creció pescando y nadando en estas aguas, el resultado de la investigación no es sólo una gran satisfacción académica, sino sobre todo una oportunidad única para poder proteger y conservar el río. “Ya platicamos con el rector de la UJAT, con la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas y con otras autoridades”, nos cuenta, “la idea es que el río San Pedro se convierta en un área natural protegida, para evitar que se pierda una de las zonas más valiosas que tiene el estado”.

2.- Un paisaje herido

Alejandro Náhuat Hernández, de la cooperativa pesquera de San Pedro, Balancán, nos muestra uno de los muchos recodos del río. En estos lugares han asaltaado a mano armada a los pescadores de robalo. Foto: Francisco Cubas

Para poder brindar a las personas lectoras de Nube de Monte un panorama más amplio sobre el tema, visitamos el Río San Pedro. Salimos un sábado de madrugada y recorrimos cuatro horas desde Villahermosa hasta La Palma, en Tenosique, municipio por donde pasa un tramo del río. Ahí nos esperaban Alejandro Náhuat Hernández y Antonio Náhuatl Náhuatl. Ambos pertenecen a la cooperativa de pescadores del pueblo San Pedro, donde el apellido abunda en múltiples versiones, producto de las erratas del Registro Civil: Náhuat, Náhuatl, Náhua, etc. Ellos dicen que antiguamente se habló náhuatl en la región, y que sus hablantes llegaron de Guatemala. Es una versión que al día siguiente será desmentida por un pariente de ellos, con mucha más edad que ambos. 

Nos embarcamos con rumbo a la frontera con Guatemala, en busca de dos lagunas que son mencionadas en el artículo científico que acaba de publicarse. La primera impresión sobre la lancha es la de un río de mediana anchura, de aguas mansas y con abundantes árboles a las orillas, cosa ya muy rara en Tabasco, donde la mayoría de las riberas de los ríos ha sido deforestada persistentemente desde la llegada de los españoles, y de manera acelerada desde el siglo XX. 

Alejandro y Antonio nos cuentan que ellos son ya la tercera generación de la cooperativa, que se formó en 1982. Nos comentan con orgullo que actualmente la mitad de los miembros son mujeres, de las cuales sólo algunas pescan o manejan las lanchas, pero el resto trabaja en labores logísticas o administrativas. Nos explican que todo lo que se pesca en las lanchas de las cooperativas se reparte por igual entre todos los miembros. 

Amanecer en el terreno de la cooperativa pesquera de San Pedro. Foto: Francisco Cubas

Octubre, noviembre y diciembre son la época de bonanza para ellos. El robalo (Centropomus undecimalis) que engorda en las lagunas del Petén baja por el río San Pedro camino del mar, donde desova. Los pescadores llegan a cargar hasta 800 kilos en una lancha en un día.

Pero vivir del río es un oficio duro. Nadie sabe cuánto robalo va a pescar hoy o mañana, y una vez que las redes están llenas empieza una carrera contra el reloj para ponerlo en una cadena de frío y venderlo lo antes posible, mientras se conserva fresco. Los intermediarios que compran el robalo de las cooperativas se ponen de acuerdo para mantener los precios bajos. Alejandro nos cuenta que, cuando pueden, los pescadores llevan ellos mismos su pescado en camioneta hasta el Mercado de la Viga en la Ciudad de México, donde el precio compensa los más de mil kilómetros de viaje y el gasto en gasolina. 

Antonio Náhuatl Náhuatl, de la cooperativa pesquera de San Pedro, Balancán. Foto: Francisco Cubas

Navegar el río tampoco es fácil, pese a sus aguas mansas. Todo el cauce está lleno de terrazas o “diques” de piedra caliza, posiblemente formadas por árboles que cayeron y se calcificaron. Estas terrazas forman lagunas y remansos, pero también constituyen un peligro para quien no conozca exactamente donde están ubicados, porque no todos son visibles cuando el río está alto. 

Atardecer desde el pueblo San Pedro. En el tercio inferior de la imagen pueden verse las terrazas de piedra caliza que modulan el flujo del río. Link al mapa. Foto: Francisco Cubas

Hay otros peligros y conflictos. La cooperativa tiene la concesión legal para pescar en todo el río, pero hay muchos otros pescadores a lo largo del cauce, y en ocasiones hacen “tapes”, bloquean completamente con redes y otras artes el paso del pescado para que no llegue a quienes lo esperan aguas abajo. Alejandro cuenta que en una ocasión los asaltaron a punta de pistola cerca de donde vamos pasando ahora. Los asaltantes les dejaron el motor (que puede costar más de 200 mil pesos) y los abandonaron en la orilla, en medio de la nada. El botín era el cargamento de robalo. 

Además de trabajar con la cooperativa los pescadores que tienen equipo propio también hacen su pesca personal y salen por la noche a dejar sus redes cerca del pueblo. A la una o dos de la mañana van a recogerlas, porque el pescado que pasa muchas horas atrapado en la red empieza a descomponerse con el calor intenso de esta región, donde el 13 de marzo de 2005 se registró la temperatura récord en la historia de Tabasco, con 51.3 grados celsius a la sombra. En este recorrido estamos a principios de octubre y alcanzamos fácilmente los 35 grados a la sombra en el mediodía. 

Después de 30 o 40 minutos de navegar aparecen al fondo las montañas de la Sierra Madre y también los primeros mangles rojos que vemos. El paisaje en algunas partes debe parecerse a lo que veían los mayas que cruzaban esta zona hace 2 mil años: enormes grupos de árboles que incluyen al zapote de agua (Pachira aquatica), el pucté (Bucida buceras) y la palma de tasiste (Acoelorrhaphe wrightii) se alzan como inmensas tapias verdes al borde del agua. Pero la triste realidad es que estos magníficos árboles son como un decorado de película, porque detrás de ellos se extienden hectárea tras hectárea de potreros, tierras de cultivo y pastizales. Los árboles de la ribera son el último tenue fragmento de la selva que ocupó todo este territorio. 

En medio puede verse la palma de tasiste (Acoelorrhaphe wrightii) una especie costera que no se encuentra tierra adentro en Tabasco, excepto en este río. Foto: Francisco Cubas

Los mangles aquí tienen una apariencia muy distinta a los de la costa, que pueden llegar a medir entre 30 y 40 metros de altura. Estos son mangles chaparritos y no forman grandes grupos, sino que van apareciendo solitarios, a cada 50 o 100 metros de distancia. Burelo señala que el ejemplar más alto que han encontrado en la investigación es de seis metros de altura. El biólogo Pedro Pérez Castillo registró en 1981 ejemplares con una altura de ocho metros, no muy diferentes de los actuales.

Los mangles aquí desarrollan muy poca altura. Foto: Francisco Cubas

Si bien el carbonato de calcio que contienen estas aguas ha hecho posible que los mangles sobrevivan, no logran desarrollarse como en las costas, y el análisis genético indica que es probable que esta población haya disminuido desde que quedó aislada, al retirarse el mar. Seguramente el cambio del agua salada al agua dulce redujo la población de mangles hace 100 mil o 90 mil años, pero hay otros cambios muy recientes que siguen haciendo disminuir su número. 

En 1972 inició el Plan Balancán-Tenosique, que proponía otra vez convertir a Tabasco en “el granero de México” (como antes el también fallido Plan Chontalpa). La incomprensión de los suelos tropicales y lo inadecuado de los planes desarrollados en oficinas de la capital propiciaron que 200 mil hectáreas de selva se transformaran en pastizales y cultivos de temporal en tan sólo una década. El plan incluyó además una serie de drenes (canales) para desaguar las parcelas, drenes que descargan directamente al río San Pedro, arrastrando desechos de agroquímicos y aguas negras hacia él. 

La línea recta arbolada es uno de los muchos drenes que desaguan los terrenos de cultivo inundables y descargan en el río. Los residuos de la agricultura y la ganadería hacen que los niveles de nigrógeno y fósforo excedan los criterios ecológicos de calidad del agua mexicanos. Link al mapa Foto: Francisco Cubas

La tasa de deforestación en la zona para el año 2000 era de 83%. Al otro lado de la frontera, en el Petén, también se ha acelerado la eliminación de la selva: entre 2002 y 2020 perdió 360 mil hectáreas de bosque primario húmedo, lo que equivale a una disminución de 23%.  

En este mapa de la zona del río San Pedro se ve en verde el bosque primario y en rojo la pérdida de árboles entre 2002 y 2020. Fuente: Forest Watch
Paisaje deforestado Link al mapa. Foto: Francisco Cubas

Una tesis del Colegio de la Frontera Sur (Ecosur) que analizó la ecología de las orillas del río encontró que en sus riberas (3,057.71 Km2 en Tabasco) el paisaje predominante fue el pastizal (29.07%),seguido del pantano (24.88%), y el menos abundante fue el manglar con 0.03% del total de la superficie. También se reportó que los cambios en el agua y los sedimentos indican una tendencia hacia la eutrofización, es decir, la acumulación excesiva de materia orgánica, producto de los desechos de la agricultura y la ganadería, que no puede ser utilizada o transformada por el ecosistema. 

La huella de la ganadería. Foto: Francisco Cubas

Durante varios años, los gobiernos de Tabasco citaban con orgullo un informe de Conagua que situaba al río San Pedro como uno de los más limpios de México, pero eso ya es cosa del pasado. Un estudio de 2020 encontró que las concentraciones de nitrógeno amoniacal y fósforo total exceden los criterios ecológicos de calidad del agua mexicanos. 

En nuestro recorrido encontramos varios mangles completamente secos. Antonio nos explica que se debe a las quemas de los pastizales, que siguen siendo una práctica común en el tiempo de seca para limpiar los terrenos para la siembra. “El mangle es muy sensible al calor”, nos explica, “y en esta parte del río ahí donde se muere uno ya no llega otro, pero la gente sigue quemando”. Nos cuenta que la cooperativa sembró cientos de mangles cerca del pueblo, pero a los tres años se les murieron. Ambos pescadores coinciden en señalar que antes podían verse muchos más en las orillas. 

Un mangle rojo marchito, víctima de las quemas anuales de los terrenos cultivables. Foto: Francisco Cubas.

“¿Por qué son tan importantes estos mangles?”, me pregunta Alejandro, que ha visto llegar en tiempos recientes a los científicos y a muchos otros visitantes como nosotros en busca de ellos. Le resumo el artículo científico recién publicado y le digo que ellos llegaron cuando esto era costa, y que problablemente pronto podrían volver a encontrarse con el mar. Alejandro asiente en silencio y recorre lentamente con la mirada el cauce del río que lo vió crecer. 

Ambos pescadores, personas que pasan su vida en la interperie, están muy conscientes de los cambios climáticos. “El sistema ya cambió”, explica Alejandro, “cada vez llueve menos, cada vez hay más calor, los terrenos de orillas del río se inundan menos y los peces no tienen espacio para abundar. El robalo es negocio ahora, en estos tres meses, pero el resto del año no, y la mojarra castarrica (Mayaheros urophthalmus) y la tenguayaca (Petenia splendida) tardan mucho en crecer y ya no tienen en dónde”. 

El gran proyecto actual de la cooperativa es colocar sobre el río una serie de jaulas para la crianza de tilapia (Oreochromis niloticus), especie africana que ha sido diseminada por casi todos los ríos y lagunas del mundo porque su rápido crecimiento la hace ideal para el comercio. El cultivo de este pez les permitiría empacar y vender al mayoreo, lo cual traería estabilidad económica a la cooperativa. Como explica Antonio: el pescado del río sube y baja y el mayorista quiere siempre un peso fijo, no puedes hacer un contrato si no sabes cuánto vas a pescar mañana, con la tilapia sí podríamos empacar al vacío y vender a supermercados”. Es un proyecto al que los pescadores de San Pedro han dedicado muchos esfuerzos y mucho tiempo. 

Jaulas para la cría de tilapia en una casa particular en el río San Pedro. Foto: Francisco Cubas

La acuicultura fue vista como una maravilla hace 40 o 50 años, cuando se decía que era la herramienta que eliminaría el hambre del mundo, pero luego salieron a la luz una serie de desventajas: la dependencia del alimento industrializado; los desechos que produce y que contaminan ríos y lagunas; el uso indiscriminado de antibióticos para combatir las enfermedades que afectan a los peces enjaulados. La acuicultura no es la opción perfecta, pero es mucho menos problemática que la ganadería extensiva o la agroindustria. Además ¿cómo contradecir a una comunidad que busca una mejor calidad de vida para sus habitantes y no tiene otras opciones de ingreso? Sobre todo ¿cómo contradecirlos cuando quienes vivimos en las grandes ciudades seguimos demandando estos productos? El sistema económico global obliga a todos los territorios a producir al ritmo que marca el mercado, sin importar lo que ocurra con sus ecosistemas.

Afortunadamente, la composición caliza de las aguas del San Pedro no parece sentar bien a las especies invasoras, ni la tilapia ni los plecostomos (Pterygoplichthys pardalis y Pterygoplichthys disjunctivus) abundan en sus aguas, o al menos así lo reportan los escasos estudios que se han hecho sobre el tema. 

Una vez terminado el recorrido del sábado nos movemos al pueblo de San Pedro (cuyo nombre oficial es Capitán Felipe Castellanos Díaz) para dormir y continuar el recorrido la mañana del domingo. 

3.- Nuestras huellas en la ribera

San Pedro es un pueblo de unos 1,800 habitantes cuyas casas aún conservan amplios solares llenos de árboles. La electricidad falla constantemente y arruina los aparatos eléctricos. Después de años de pelear para que las autoridades les pusieran drenaje, la administración pasada cumplió su petición pero, como ocurre tantas veces con las obras de gobierno, lo instalaron mal y ahora las aguas negras se desbordan en los lugares bajos. Por supuesto que no hay tratamiento de aguas residuales. 

El pueblo San Pedro, Balancán. Link al mapa. Foto: Francisco Cubas

El pueblo va a ser parada del tren llamado maya, uno de los proyectos estrella de este sexenio, pero algunos de sus habitantes piensan que va a pasar lo mismo que con el Plan Balancán-Tenosique, y que van a quedarse atrás, como ocurrió en aquella ocasión, cuando el supuesto desarrollo nunca los alcanzó. Actualmente el 44% de las personas en el municipio de Balancán sufren carencia por acceso a la alimentación.  

Al otro lado del río, frente al pueblo, hay un recordatorio permanente de que aquí se vivió de otra manera hace muchos años. El sitio arqueológico El Tiradero contiene los restos de una ciudad maya de verdad que estuvo compuesta por unos 200 edificios que formaban grandes plazas, conjuntos ceremoniales, conjuntos habitacionales, edificios públicos y administrativos así como recintos palaciegos de arquitectura monumental. Se estima que su época de auge fue entre 350 años antes de Cristo y 250 después de Cristo.

Mapa de las ciudades mayas en la cuenca media del Usumacinta. Click al artículo científico.

Las investigaciones arqueológicas más recientes, como la del sitio Aguada Fénix, que estuvo habitado principalmente entre 1,000 y 700 a.C., parecen indicar que las ciudades mayas de la cuenca del Usumacinta fueron una etapa de transición entre la civilización olmeca y las grandes ciudades del clásico maya en lo que hoy es Chiapas, la Península de Yucatán y Guatemala. Podemos imaginar hoy el constante tráfico de personas y mercancías que recorrían el río de un sitio a otro. 

Tras la caída de la civilización clásica maya en el siglo X d.C. vino el turno de la provincia de Acalan, un señorío putún (antecesores de los actuales yokont’anob) que dominó desde Laguna de Términos hasta el actual Tenosique. Por esta provincia pasó en 1524 Hernán Cortés en su viaje a las Hibueras, llevando prisionero a Cuauhtémoc. En algún lugar del río San Pedro, Cortés ordenó a sus soldados y esclavos construir un puente con más de mil vigas

Al momento de la invasión española, se estima que la población de lo que hoy es el estado de Tabasco sería de unas 30 mil personas. Las subsecuentes epidemias rebajaron ese número a tan solo 4,600 en 1639. Durante los siguientes años de la Colonia la región permaneció olvidada, es hasta el siglo XIX cuando aparecen los primeros registros escritos por viajeros 

Los ingleses Patrick Walker y John Herbert Caddy visitaron la región entre 1839-1840 y dejaron constancia de un francés que había navegado por el río San Pedro desde el Petén hasta el Usumacinta y lo describió “como si corriera a través de un campo rico y hermoso, completamente deshabitado”. 

A finales del siglo XIX el río volvió a poblarse, porque la explotación de la caoba y del chicle (producto del chicozapote, Manilkara sapota) requirieron de mano de obra barata para hacer ricos a los grandes madereros asentados en Tabasco y a la compañía Adams de Estados Unidos. Uno de esos millonarios madereros, el famoso Policarpo Valenzuela, llegó a tener también una empresa de barcos de vapor que, según el historiador Jan de Vos en su libro Oro verde, ofreció servicio de pasaje en el río San Pedro. 

Un paisaje de otra época. Foto: Francisco Cubas

En esa época de chicleros y madereros llegaron los abuelos de don Guadalupe Sánchez Dueñas, de 73 años de edad, quien actualmente tiene su casa a orillas del río, rodeado de mangles y jaulas de tilapia, a unos 400 metros del pueblo. 

Con gran amabilidad y facilidad de palabra, don Guadalupe acepta una entrevista para Nube de Monte en la que nos ofrece un recorrido por casi un siglo de historia: 

“Yo nací en una isla, en el poblado no, porque yo tengo 73 años y en ese tiempo el pueblo eran nada más unas casitas, era una ranchería. Nací el 12 de diciembre de 1948. Aquí primero fue la ranchería El Tiradero, una loma por dónde están las pirámides. Me cuentan mis abuelos que era un campamento de chiclería. Así le decían, ranchería El Tiradero, porque bajaban madera y la tiraban al río, después cuando pasó el ferrocarril ya empezaron a quedarse la gente que vino trabajando”.  

“Mi abuelo era de Balancán y trabajaba en la chiclería, mi abuela era de Tepetitán y era cocinera en la chiclería. Se vinieron trabajando ese asunto para acá y luego cuando quiebra se quedaron para hacer milpa y cazar lagarto (Crocodylus moreletii) para vender la piel, había mucho más lagarto que ahorita, muchísimo. El lagarto se traficó mucho, tenía precio, y la gente se dedicó a cazarlo, después que ya no había mucho se metían a Guatemala, quedó el río sin lagarto, ahorita hay otra vez, no grande pero sí hay”. 

Recuerda con claridad las casas y familias que formaban el pueblo cuando él era niño, incluyendo al clásico turco dueño de la tienda de abarrotes. La escuela era un casa de guano con rejitas de palma, y él fue de la primera generación de su familia que aprendió a leer, a pesar de que sólo estudió dos años. Curiosamente, nunca le gustó pescar ni cazar. 

El edificio blanco de dos plantas donde estuvo el cine en San Pedro. Foto: Francisco Cubas

Me dice que en esa época había menos calor: “Ahorita cambió ya el sistema a nivel mundial, ya hay más calor porque se cambian muchas cosas, se deforestó todo, entre menos vegetación menos lluvia, ya hay más pavimento, llueve menos. Ahorita estamos a 10 de octubre y mire como estamos sudando. Cuando yo crecí en octubre ya había frío, no un frío que te matara pero sí hacía frío. En ese tiempo había neblina cerrada, no podías ver más allá de 10 metros en la madrugada, te perdías en el río, ya a las seis de la mañana se quitaba”. 

“Mi papá traía leña de chicozapote seco, metía tres palos secos y le prendían fuego y dormíamos en el suelo frente al fuego, y así se nos quitaba el frío. Ahora cuándo va usted a ver algo así”

Guadalupe Sánchez Dueñas

“Mi papá trabajaba para el Turco comprando cerdos en las rancherías de la ribera. Salía a las tres de la mañana y yo me iba con él y se me entumían las manos de frío. En la casa nos poníamos las cobijas, le llamábamos cobija a una sábana de manta blanca, pero era algo delgadito y con la humedad parecía que estaba mojado, te calaba los huesos. Mi papá traía leña de chicozapote seco, metía tres palos secos y le prendían fuego y dormíamos en el suelo frente al fuego, y así se nos quitaba el frío. Ahora cuándo va usted a ver algo así”. 

“Antes no usábamos zapatos y todos los pisos eran de tierra. Tampoco había baño, la gente en ese tiempo hacía al piso, en el monte; a 50 metros de la casa iba la gente. Nos bañábamos en la orilla del río, no había papel higiénico, se usaba el olote de maíz que aquí le decimos bacal. Cuando yo estaba chamaco todo esto era montaña de allá para acá, ahorita Tabasco no tiene ninguna reserva de montaña, el que tiene es Chiapas y Campeche”. 

Murciélagos de una especie que no logramos identificar en un arroyo del río San Pedro. Foto: Francisco Cubas

“En esa época se comía frijol, arroz, maíz, yuca, camote, cerdo, pescado, carne de venado, tepezcuinte, cosas que había en la selva porque todavía era montañería. Cuando crecí ya estaba desmontándose la zona, pero todavía había animales, y en todas las casas había gallinas, patos, pavos. La vida cambia, yo considero que crecí bien en mi tiempo, porque había menos enfermedades, había más cosas que comer, que ahorita las tienes que comprar, era un ambiente muy distinto, lo único que comprábamos era la carne de res de vez en cuando. Tomábamos pozol, atol, pinol, ahora ya nadie lo hace. Nuestro café no era café, tostaban el maíz, lo quemaban en comal y luego lo molían y eso era el café. El chocolate era para el día de muertos, para la gente grande, mi mamá lo hacía en la casa”. 

“La vida cambia, yo considero que crecí bien en mi tiempo, porque había menos enfermedades, había más cosas que comer, que ahorita las tienes que comprar”

Guadalupe Sánchez Dueñas

“En ese tiempo habían pocos radios, mi mamá me platica que cuando eran 10-20 casitas en San Pedro, fue don Candelario Macario que tenía un Telefunken punto azul. No había televisión en esta zona, y menos teléfono, el tren traía el periódico pero poca gente sabía leer, ni mis padres ni mis abuelos sabían leer”. 

Cuando le pregunto en cuál tiempo se vivió mejor me explica: “Yo considero que antes, yo digo que en la alimentación sí, se comía más sanamente. En la tecnología es mejor ahorita, ya tenemos luz, drenaje, teléfono, tele, estéreo, vídeo, ya cambió el sistema, pero tenemos el problema de más contaminación y comemos peor que antes y nos enfermamos más, antes nos nada más nos enfermábamos de paludismo, que eran unas fiebres y se te quitaba, y ahora hay de todo tipo, colesterol, diabetes, mucha gente es diabética por la alimentación que hay, por el refresco, porque antes era cortar unos limones, y ahora es más fácil ir por una coca”. (En los dos días que pasamos en San Pedro, todas las personas que vimos consumieron coca cola con sus alimentos) 

Durante buena parte del siglo XX la mayoría de la gente siguió viviendo dispersa a orillas del río, hasta que llegó el Plan Balancán y desde entonces se han venido concentrando en el pueblo en busca de trabajo. Cuando le pregunto sobre si alguna vez se habló alguna lengua indígena en el lugar me asegura que nunca, según le contaron sus abuelos: “Hay personas que hablan algún dialecto ahora, porque llegaron de Chiapas hace poco, pero antes nunca hubo”.   

“Nosotros eramos campesinos, siempre hemos sigo gente de familia pobre. Mi papá sembraba maíz, cortábamos madera para hacer casas, después fui vaquero en un rancho, luego sembré picante, después fui albañil, carpintero, ahora regresamos a la agricultura con Sembrando Vida y ahora de viejo estoy empezando a criar pescado”. 

“He hecho de todo, pero eso sí, de la pobreza no hemos salido”, dice riendo de buena gana, “no puedo decir que nos fue mal, nos fue bien porque estoy vivo todavía, gracias a Dios, tengo siete hijos, seis hembras y un varón, y 11 nietos”. 

El señor Guadalupe Sánchez Dueñas en su casa, junto a su esposa Juan Jiménez Falcón y su hija Marisela Sánchez Jiménez. Foto: Francisco Cubas.

A don Guadalupe le preocupan sus mojarras, durante la mañana trabaja su terreno del programa Sembrando Vida, por la tarde atiende sus tilapias: “No tenemos capital, lo más que hemos metido son 10 mil mojarras porque el alimento es caro. Esto no es de que te vas a enriquecer, el comercio es difícil, pero está bien. Ahorita se nos está muriendo pescado en el agua, no sabemos si porque se calienta mucho o si viene contaminada por los drenes, porque también salen drenajes de otras partes del río, y no hay planta de aguas residuales. Desde que pusieron los drenes ya no es igual, nosotros crecimos tomando agua de río sin hervir”. 

Los programas del actual gobierno son objeto de controversia en el pequeño pueblo de San Pedro, los pescadores de la cooperativa nos dieron opiniones divididas sobre Sembrando Vida (que uno de ellos llamó Matando Vida) y sobre el tren llamado maya. Del primero aseguran que le regala a la gente dinero que se gastan en alcohol, que los está volviendo flojos, que los técnicos desconocen el lugar y no pueden enseñarles nada, y que prolifera la corrupción; pero otros reconocen que las personas que sí se hacen responsables tienen parcelas modelo. El tren que llaman maya no va a tener estación en San Pedro, y algunas personas afirman que a la gente del lugar no le va a dejar nada, que los buenos trabajos van a ser para otros. 

Don Guadalupe es mucho más optimista: “Esto a futuro va a ser muy bueno, el pueblo de nosotros va a cambiar. A este río le tienen muy tirado el ojo, tenemos zonas arqueológicas, algunas más van a ser descubiertas. Con dos o tres que saquen pegado al río va a venir la gente que va a dar la forma de que el pueblo mejore. Yo no lo voy a ver, pero aquí va a haber restaurantes, movimiento en lanchas, el Tren Maya va a tener estación en El Triunfo, pero la gente va a querer visitar aquí, San Pedro va a tener un buen desarrollo, esta línea va a traer cosas buenas al pueblo. Desgraciadamente no todos pensamos lo mismo, unos son muy negativos”. 

Epílogo

Atardecer desde el pueblo San Pedro. Foto: Francisco Cubas

El domingo a mediodía nos despedimos de San Pedro y su inolvidable río. Regresé a Villahermosa con muchas más preguntas de las que llevé para allá. A lo largo de los dos días que convivimos con los pescadores fue notoria una clara consciencia de que el río es su territorio y el mayor tesoro que tienen, y de que la deforestación, las quemas, la basura y las aguas residuales lo dañan y los dañan a ellos, pero también es obvio que su prioridad es obtener una mejor vida para sus familias.

Cualquier proyecto que quiera conservar ése ecosistema único en el mundo fracasará si no tiene en cuenta las opiniones y la participación activa de los habitantes del lugar, y no se preocupa por su bienestar.

Vuelvo a ver frente a mí la imagen de los mangles contra el fondo de los cerros y siento vértigo ante tantas capas de tiempo sobrepuestas, desde el surgimiento de la Sierra Madre de Chiapas hace unos 70 millones de años, hasta el Plan Balancán-Tenosique hace apenas 50, con todo lo que ha transcurrido en medio. 

Las culturas mesoamericanas le dieron a esta región un esplendor que la civilización occidental no ha podido igualar. El colonialismo de los siglos XVI y XVII exterminó a sus habitantes; el capitalismo del siglo XIX extrajo sus recursos explotando a los más vulnerables; la revolución agroindustrial de los 70s exterminó la selva sin lograr el milagro productivo anunciado; ninguna de esas tres fuerzas se preocupó por la vida de los pobladores. 

Hoy asistimos a un nuevo gran proyecto federal diseñado y ordenado desde las oficinas de la Ciudad de México, igual que el Plan Balancán-Tenosique. ¿Podrá éste tener un resultado diferente? ¿Serán los turistas ricos la única solución posible para mejorar esta situación? ¿Puede un sistema que depende de la extracción de bienes restaurar el daño que ello causa?

¿Cómo podrá revertirse la extrema deforestación de la zona en ambas fronteras? ¿Qué efectos tendrán en el río los cada vez frecuentes fenómenos extremos que está provocando el calentamiento global?

Cerca de los cerros, a más de 200 kilómetros de la costa, los mangles chaparritos perseveran. Llegaron ahí con el mar, y tal vez no está muy lejos el día en que vuelvan a encontrarse con él. 


Agradecimientos:

A la cooperativa pesquera de San Pedro, que nos ayudó a conocer su río.

A los donantes de Nube de Monte, cuya generosa ayuda hizo posible este trabajo.

A mi amigo Gilberto Segovia, sin cuya ayuda y compañía este viaje no hubiera sido posible.

A Carlos Manuel Burelo Ramos, por sus atenciones y su constante disposición para responder mis dudas sobre su investigación.

A Gabriela Cano, por su lectura del borrador.


Para saber más:

Relict inland mangrove ecosystem reveals Last Interglacial sea levels.

Flora of Eastern Tabasco and Adjacent Mexican Areas, Cyrus Longworth Lundell, 1942.

La fauna silvestre en el Plan Balancán-Tenosique. Pedro Reyes Castillo, 1981.

Unidades geomorfológico-ambientales de las Tierras Bajas Mayas de Tabasco-Chiapas en el río Usumacinta: Un registro de los procesos aluviales y pedológicos durante el Cuaternario.

Indicadores ecológicos de la zona riparia del río San Pedro, Tabasco.

Evaluación de nitrógeno y fósforo total en escorrentías agropecuarias en la cuenca baja del río Usumacinta.

Ictiofauna de los humedales del río San Pedro, Balancán, Tabasco.

A 20-year retrospective review of global aquaculture.

Monumental architecture at Aguada Fénix and the rise of Maya civilization.

Informe del Proyecto Arqueológico Usumacinta Medio La Temporada de 2018.

Itzamkanac y Acalan. Tiempos de crisis anticipando el futuro.

La población de la provincia de Tabasco durante el virreinato.

El viaje de Cortés a Las Hibueras.

Viajeros en Tabasco. Ciprián Cabrera Bernat, 1987.


Tu donación nos ayuda

Este es un esfuerzo ciudadano, que no cuenta con ningún fondo público ni privado, ni publicidad comercial para llevar a cabo su labor. Si está en tus posibilidades económicas, te agradeceremos tu donativo (único o recurrente) para apoyar este esfuerzo. Cada artículo representa decenas de horas de trabajo. El link de PayPal que aparece a continuación admite tarjetas de crédito y débito. Cualquier cantidad ayuda y es bienvenida.

A %d blogueros les gusta esto: