
Los nidos maravillosos del bolsero de Altamira
El bolsero de Altamira y sus hermosos nidos en las cuencas Grijalva-Usumacinta guardan las claves para entender mejor la evolución de la mente
Por: Francisco Cubas/ 9 de mayo 2023
El pasado abril tuve la dicha de encontrar un nido de bolsero de Altamira en un parque público de Villahermosa. Durante varias tardes acudí puntual para fotografiar su comportamiento de crianza, con la esperanza de ver a los polluelos abandonar el nido.
No pudo ser en esta ocasión. Una tarde llegué a la cita y vi que el nido se balanceaba en la ardiente brisa del trópico, libre ya del peso de sus inquilinos. Pero esa decepción fue compensanda por el gozo de haber podido observar tan de cerca a un ave tan especial.
Su nido es una construcción digna de verse, una bolsa de más de medio metro de largo, tejida perfectamente por un ser que no posee manos, ni lenguaje para transmitir su conocimiento ¿Cómo desarrollaron estas aves esa capacidad? Existen unas cuantas pistas que trataré de explicar a continuación para los lectores de Nube de Monte.
El bolsero de Altamira se distribuye desde el sur de Estados Unidos hasta Centroamérica, y está presente sobre todo en las tierras bajas costeras. Prefiere los espacios abiertos y se ha adaptado bien a las tierras alteradas por el ser humano y a las ciudades. En los espacios urbanos del sureste de México es común ver sus elegantes nidos colgando de cables telefónicos.

Su nombre científico es Icterus gularis, y regularmente se le conoce como bolsero de Altamira, aunque a lo largo de su territorio y en los manuales de observación de aves se le atribuyen muchos nombres diferentes: Calandria Dorso Negro Mayor, Picanaranja, Turpial campero, etc.
Parejas para siempre
El género Icterus contiene 33 especies, de las cuales unas 12 pueden verse en las cuencas Grijalva-Usumacinta, incluyendo al oriol de Baltimore (Icterus galbula) que migra cada año entre Estados Unidos y llega hasta el sur de México, Cuba y Colombia. Todas estas especies tienen colores y patrones de plumas muy parecidos entre sí, por lo que es fácil llegar a confundirlas.
El ave que nos ocupa en este artículo es monógama. Las parejas pasan juntas todo el año y se cree que pueden pasar juntas toda la vida, aunque nadie sabe cuántos años vive un bolsero. Hay muchas cosas que no sabemos sobre ellos. Los pocos estudios sobre esta especie se han realizado principalmente en Estados Unidos.

Las parejas no conviven en grupos y hacen sus nidos al menos a 250 metros de los nidos de otros bolseros, probablemente para delimitar un territorio de alimentación propio. Comen principalmente insectos pero también pueden aprovechar frutos y nueces de ocasión, que suelen abundar durante la temporada de cría, entre abril y agosto.
La hembra construye sola durante tres semanas el nido, que puede tener hasta 65 cm de largo y cuelga del extremo de la rama de un árbol, a una altura de por lo menos 10 metros del suelo o el agua. La hembra pone entre 4 y 6 huevos que son incubados por ambos padres entre 11 y 14 días, y luego ambos padres alimentan a los polluelos entre 14 y 16 días.

La crianza es un trabajo duro. Los padres se alternan para llevar comida al nido cada 6 u 8 minutos durante todo el día. Además, retiran las heces de los polluelos y dan mantenimiento al tejido del nido. En los últimos días de crianza puede escucharse el llamado de los polluelos, pero sólo cuando los padres llegan, al alejarse estos los polluelos callan, probablemente para evitar a los depredadores.
Padres nerviosos
A pesar de que estos bolseros no son aves agresivas, pude observar en varias ocasiones como los padres ahuyentaron a zanates (Quiscalus mexicanus) y palomas alas blancas (Zenaida asiatica) que se posaban en el árbol del cual colgaba el nido.
En un estudio realizado en Texas a principios de siglo, se observaron 80 nidos y el promedio de éxito en la crianza fue apenas del 56%. La mayoría de las nidadas fallidas perecieron durante la incubación y ninguna pareja logró criar a más de dos polluelos con éxito. Los investigadores estiman que la principal razón para la pérdida de huevos son los depredadores, pero no se sabe qué animales serían los responsables.
Otro motivo de pérdida de huevos es el tordo ojo rojo (Molothrus aeneus). Esta ave, integrante de la familia Icteridae (la misma a la que pertenece el bolsero), es un parásito que deposita sus huevos en los nidos de otras especies para que sus polluelos sean criados por otras aves. Sin embargo, los pocos estudios realizados indican que el porcentaje de nidos de bolsero parasitados es entre 5 y 8%, lo cual apenas afecta la reproducción de esta especie.
¿Por qué tejer nidos?
Lo anterior puede ser la principal respuesta a la pregunta que cualquier niña o niño se hace: ¿Por qué algunas aves construyen nidos tan espectaculares como el del bolsero? ¿Por qué no todos hacen una simple canastita como las palomas?
La mala noticia para niñas y niños, es que hasta muy recientemente pocos científicos se habían interesado en estudiar la evolución de los nidos de las aves, a pesar de que son algunas de las estructuras más complejas que construyen los animales.
La buena noticia es que eso está empezando a cambiar. Los científicos se han dado cuenta de que estudiar la construcción de nidos es muy útil para analizar la evolución de las habilidades cognitivas de las aves, lo cual puede llevar a descubrimientos sobre el funcionamiento y la evolución de la mente humana.
Una investigación publicada el año pasado estudió la relación entre la complejidad de los nidos y el período de desarrollo de los polluelos en dos familias de aves que se distinguen por sus habilidades constructivas: Ploceidae, una familia de aves llamadas comúnmente tejedores, que habitan principalmente el África subsahariana, aunque también están en Asia tropical y Australia, e Icteridae, una familia de aves que sólo habita en América, y a la cual pertenece nuestro bolsero.
La evolución convergente
El motivo para comparar ambas familias es que son un ejemplo de lo que los biólogos llaman evolución convergente. Recordemos que la evolución, según la teoría más aceptada, funciona por medio de la variación de las poblaciones de organismos y la selección natural. Tomemos por ejemplo, la piel del oso polar. Hace cientos de miles de años entre las poblaciones de osos pardo que vivían cerca del Polo Norte hubo algunos individuos que comenzaron a nacer con la piel un poco más clara.
Las condiciones del medio ambiente en el ártico favorecieron a esos individuos de piel más clara, porque podían ocultarse un poco mejor entre la nieve, por lo tanto podían cazar mejor y era más probable que se reprodujeran, heredando a sus descendientes esa piel más clara. A lo largo de muchas generaciones el medio ambiente siguió favoreciendo la sobrevivencia de los individuos con pieles más claras, hasta que hubo una población completa de osos con la piel blanca. Así, de una manera muy, muy resumida, funciona la evolución.
Ahora bien, en el ártico viven otros animales que al igual que el oso polar, son blancos, como el zorro ártico, la liebre americana y el búho nival. A pesar de que no son parientes cercanos, porque no comparten un ancestro común reciente, en todas estas especies la evolución ha usado una misma solución: el color blanco como camuflaje. Eso es la evolución convergente, el que dos o más especies que no están emparentadas de manera cercana tengan la misma solución para un problema que les plantea su medio ambiente.


En el caso de las dos familias de aves, Icteridae y Ploceidae, ambas han desarrollado un comportamiento muy específico, la elaboración de nidos colgantes. Estas familias, que incluyen cada una a muchas especies, no tienen un parentesco cercano, porque ambas evolucionaron por separado en diferentes continentes. Pero si los nidos colgantes son una solución a un problema de su medio ambiente ¿Cuál es el problema, qué es lo que ayudan a solucionar los nidos?
Tejiendo para protegerse
Desde hace años siempre se ha especulado que estos nidos tan elaborados sirven para resguardar los huevos de posibles depredadores, como culebras, mapaches, otras aves, etc. Sin embargo, nunca se ha recabado evidencia para comprobar esa hipótesis.
En el estudio ya mencionado los investigadores compararon el tamaño y la forma de los nidos de las especies de las familias Icteridae y Ploceidae y las compararon con el tiempo que tardan en crecer los polluelos de cada especie. Esta no fue una investigación de campo, sino que recabaron los datos a partir de todos los artículos publicados con anterioridad. Sus cálculos estadísticos indican que sí existe una correlación, es decir, que en ambas familias de aves, las especies que tejen los nidos más elaborados, particularmente los que tienen entrada de túnel, son aquellas cuyos polluelos tardan más tiempo en crecer.

Según este análisis, los túneles colgantes más elaborados estarían permitiendo a estas especies de aves comatir de mejor manera la depredación y el parasitismo, lo cual les permite tener polluelos que requieren más tiempo para desarrollarse. Pero recordemos que es apenas un análisis estadístico, y harán falta muchos experimentos y observaciones en los próximos años para entender mejor la evolución de estos nidos.
Sí parece probable que las entradas tipo túnel sean una estrategia evolutiva para contrarrestar a los parásitos. En el Viejo Mundo las principales aves parásitas son los cucos, especies de la familia Cuculidae, en América las principales son los tordos, que pertenecen a la familia Icteridae, es decir, son parientes de los bolseros.
Los huéspedes incómodos
Las aves parásitas y sus hospederos (las aves que crían a los polluelos de las parásitas) han desarrollado a lo largo de miles de años diversas estrategias para superarse unos a otros en esta carrera de supervivencia. Las aves parásitas han logrado producir huevos que se imitan casi perfectamente al de las especies que parasitan, han desarrollado una velocidad sorprendente al poner sus huevos, para no ser sorprendidos por los padres en el nido ajeno, y sus polluelos han desarrollado el instinto necesario para destruir los huevos o los polluelos del nido ajeno al nacer. Por su parte, las aves que son víctimas de las aves parásitas han desarrollado una vigilancia más efectiva, han aprendido a detectar mejor los huevos parásitos y, muy probablemente en el caso de la familia Icteridae, han desarrollado nidos que las ayudan a protegerse.

Si observamos bien el nido del bolsero es claro que no está pensado precisamente como defensa contra las culebras, porque la entrada del nido está justo arriba, muy cerca de la rama por donde éstas podrían acercarse. Sin embargo, ese tipo de entrada sí presenta un obstáculo más importante para un tordo, que tendría que aterrizar en el nido, introducirse boca abajo, recorrer medio metro, poner su huevo y luego regresar arriba, todo ello sin ser detectado por los padres.
Hay otro aspecto de los nidos que apenas se está comenzando a investigar, y es el uso de hongos en su construcción. Recientemente varias investigaciones han apuntado hacia posibles asociaciones mutuamente benéficas (simbiosis) entre aves y hongos, especialmente de aquellas especies que producen rizomorfos, estructuras que tienen forma de raíz, y que algunas aves utilizan para construir sus nidos. Se está estudiando si los hongos son beneficiosos para las aves al combatir insectos y bacterias.

En el caso de los bolseros, parece evidente que un nido cerrado bajo la humedad del clima tropical podría ser un lugar muy atractivo para algunas plagas. Se ha registrado ya el uso de rizomorfos en los nidos del bolsero dorso rayado (Icterus pustulatus), un pariente cercano de nuestro bolsero.
Según los reportes científicos (recordemos que casi todos son de Texas) los materiales del nido del bolsero incluyen palmas, pastos, cortezas, pelos, y raíces de epifitas. La parte baja del nido, donde ponen los huevos, está acojinada con paja, pelos y plumas. No sería nada sorprendente que futuras investigaciones también encuentren el uso de hongos en ellos.

Para su tejido los bolseros utilizan técnicas que también hemos desarrollado los humanos, como el tejido en espiral y los medios nudos. ¿Qué tanto aprenden las aves a hacer su nido y qué tanto es puro instinto? Son poquísimos los experimentos que se han realizado al respecto, pero en todos se ha encontrado que los jóvenes tienen que pasar por un período de aprendizaje, en el que incluso observan a otras aves de su especie para mejorar sus capacidades.
Algún día, tal vez, se realizarán en México estudios sobre el comportamiento del bolsero, y podremos tener mejores respuestas a nuestras preguntas. Mientras tanto podemos seguir maravillándonos contemplando a estos magníficos seres que sobrevivieron a la caída de un meteorito sobre la Tierra y ahora luchan por sobrevivir a la crisis climática causada por el ser humano.
Para saber más:
Libro:
Built by Animals: The Natural History of Animal Architecture, by Mike Hansell (2009).
Artículos:
Ficha del bolsero (Icterus gularis) en The Animal Web.
Breeding Ecology of the Altamira Oriole in the Lower Rio Grande Valley, Texas (2007).
Nest building, the forgotten behaviour (2015).
Convergent evolution of elaborate nests as structural defences in birds (2022).
Asynchronous evolution of interdependent nest characters across the avian phylogeny (2018).
Coincidence or Benefit? The use of Marasmius (Horse-Hair Fungus) Filaments in Bird Nests