
El malecón de Gaviotas, hacia una ciudad más humana
La obra de la SEDATU es la primera que se construye pensando en el peatón en más de 30 años en Villahermosa
Por: Francisco Cubas/ 16 de noviembre de 2023
Recuerdo vivamente la sensación que tuve en junio de 2022, al caminar por primera vez el nuevo malecón de Gaviotas. Me pareció que me había transportado de repente a otra ciudad más amigable, más cívica, más consciente de nuestra relación con las plantas y la fauna.
Es muy agotador y frustrante caminar o desplazarse en bicicleta en una ciudad como Villahermosa, en donde la mayoría de las banquetas son minúsculas y están constantemente interrumpidas por las rampas de los estacionamientos de las casas; donde la inmensa mayoría de los cruces no tienen semáforos peatonales; donde prácticamente no hay ciclovías; donde el peatón está siempre expuesto a la agresividad y la descortesía generalizadas de los automovilistas.
Por eso fue una sensación tan agradable transitar en una banqueta ancha, diseñada y pensada para los peatones, junto a una ciclovía y, como la cereza del pastel, junto a una vereda entre árboles y flores a la orilla del río Tabasco (también llamado Grijalva).
Fue una experiencia inédita encontrarme en una vereda rodeada de árboles en pleno centro de la ciudad, árboles en donde pronto pude observar más de 25 especies de aves a lo largo de mis caminatas.

Un edén sepultado en asfalto
En la publicidad gubernamental se dice hasta el cansancio que Tabasco es un edén, haciendo referencia a sus bellezas naturales, pero Villahermosa es una de las ciudades con menos áreas verdes de todo el país.
Según el Índice de Ciudades Sostenibles de 2021, Villahermosa tiene 0.26 metros cuadrados de áreas verdes por habitante, lo cual la coloca en el número 52 de las 63 zonas metropolitanas incluidas en dicho estudio.
La Organización Mundial de la Salud recomienda al menos 9 metros cuadrados de áreas verdes por persona, y la mayoría de los expertos en el tema recomiendan más, al menos 15 metros cuadrados por persona.
Caminando por el sendero a la orilla del río, entre árboles de capulín y sauces, recordé una vez más que en Villahermosa tampoco existe un jardín botánico. Se estima que existen en Tabasco unas 3,000 especies de plantas, pero la gran mayoría de los habitantes de esta ciudad las desconoce, porque han crecido alejados del campo, y no existe en ella un lugar donde puedan conocerlas y apreciarlas.
Busco en mi memoria y en los registros históricos, y me doy cuenta de que es la primera obra peatonal relevante que se hace en Villahermosa desde 1994, cuando el puente peatonal Manuel Pérez Merino unió al centro histórico con Gaviotas. Es decir, pasaron casi tres décadas para que un gobierno volteara a ver al ciudadano de a pie, y ni siquiera fue el gobierno estatal, cuyas principales obras urbanas en este sexenio son dos distribuidores viales al servicio del automóvil.
Todo esto se entiende si recordamos que esta ciudad creció a imitación de las ciudades estadounidenses, centrada en las grandes avenidas y las plazas comerciales, es decir, en el transporte y esparcimiento privados, relegando lo comunitario y lo público a un rincón.
El estigma de la colonia Gaviotas
Es muy significativo que esta obra de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU), se haya realizado primero sobre la colonia Gaviotas, antes que al otro lado del río, en el centro histórico de la capital.
Como en tantas ciudades del mundo, el crecimiento acelerado de Villahermosa durante el boom petrolero que inició en los años 70s atrajo a un gran número de personas empobrecidas, que llegaron a instalarse en zonas marginales, tratando de mejorar su vida al estar cerca de donde fluía el dinero.
Durante la mayor parte del siglo XX el territorio que hoy ocupan las colonias Gaviotas y la Manga fueron ranchos ganaderos y de agricultura incipiente. En su orilla del río hubo fábricas de aguardiente, rastros, astilleros e incluso un lazareto, durante las epidemias de finales del siglo XIX y principios del XX.
Del siglo XIX ha quedado un pequeño bosquejo del escritor y político yucateco Justo Sierra O’Reilly, quien en 1845 visitó Villahermosa en un intento por unir a Tabasco y Yucatán contra el gobierno federal de Santa Anna (posteriormente Sierra O’Reilly defendió el exterminio de los pueblos mayas durante la mal llamada “Guerra de Castas” y busco que Estados Unidos interviniera a favor de los habitantes blancos de Yucatán).
En la crónica de su visita asentó:
“Después de tantas emociones me dormí profundamente levantándome bien temprano, yéndome solo al barranco u orilla del río, desde donde vi elevarse majestuoso al padre de la luz, descollando por entre unos azulados bosquecillos, semejantes a pequeñas montañas con que termina el hermoso horizonte que se despliega a la orilla opuesta. Este lugar apenas tiene tres o cuatro casillas de paja y setos, y una u otra de teja que sirven para las fábricas de aguardiente. Extrañé mucho no ver poblada esta parte de la ciudad, tan propia para haberla embellecido con casas de campo y huertas o jardines, para lo que convida con suma instancia la feracidad asombrosa del terreno virgen que fecundiza periódicamente el río”.
Al final de ese párrafo Sierra O’Reilly menciona sin darse cuenta la causa principal por la que no se poblaba el lugar: las periódicas subidas del río Tabasco, que junto a la Laguna Encantada y la laguna El Camarón mantenían anegados durante la temporada de lluvias los terrenos, haciéndolos muy fértiles para la agricultura, pero malos para construir casas sobre ellos.
Fue ahí, se dice, donde por primera vez se sembró el plátano roatán en Tabasco, en 1889.
Entre 1940 y 1980 la población de Villahermosa pasó de 25 mil personas a 158 mil y la ciudad, que durante siglos ocupó casi exclusivamente las tres lomas del margen del río que quedaban a salvo de las inundaciones, se extendió sin control ni plan (puedes leer más sobre este tema en Villahermosa, una ciudad hecha para inundarse).
En 1975 el historiador Humberto Muñoz Ortiz escribió sobre Gaviotas: “todos nos asombramos de que una ciudad, en el propio corazón de su urbanismo, tenga el triste espectáculo de unas casas de pobrísimo aspecto que solamente benefician a unos cuantos que se apoderaron de esas tierras que nunca han podido, no sólo embellecer, sino ni siquiera mejorar”.
La división entre el Centro Histórico y Gaviotas recuerda a otras historias, como la del río San Juan de Dios en Guadajalara, que marcaba la línea entre dos zonas de mucha desigualdad económica. Durante casi todo el siglo XX, las limitantes para transitar sobre el río aislaron a ambas zonas de Villahermosa, ya que el transporte directo sólo se realizaba en lanchitas de remos, que posteriormente fueron de motor.

En 1976, apenas un año después de que Muñoz Ortiz publicara su queja, el gobernador Mario Trujillo García anunció la expropiación de 249 hectáreas y un proyecto urbanístico integral para mil 145 lotes de vivienda. Las obras, sin embargo, las concluyó el siguiente gobernador, Leandro Rovirosa Wade, en 1981, e incluían drenaje, un cárcamo, tubería de agua potable, red de energía eléctrica, alumbrado público, pavimento de concreto hidráulico, guarniciones, banquetas, el malecón, dos embarcaderos y obras de defensa contra las inundaciones.
Sin embargo, en la percepción popular Gaviotas y La Manga siguieron significando atraso, marginación y delincuencia. El auge de las pandillas violentas en la Villahermosa de los años 80s (falta un estudio histórico sobre ello) contribuyó a estigmatizar al territorio y la población de aquel lado del río.
Después vendrían grandes inundaciones, la mayor en el 2007, cuando casi todo Tabasco se anegó, pero las imágenes más dramáticas se dieron en Gaviotas, porque allí era mayor la vulnerabilidad. Hasta el día de hoy esa zona sigue enfrentando las consecuencias de la mala planeación y corrupción de los gobiernos de hace décadas, y los actuales tampoco han generado ningún plan para solucionar a largo plazo esas debilidades.
Hasta la fecha, la palabra “gaviotero” se usa de manera discriminatoria, casi siempre en asociación a bloqueos de calles y delincuencia. En los mismos vecinos está arraigada esta percepción. “Aquí ande con cuidado, porque la gente es de sacar machete”, me dice un comerciante con el que platico sobre el nuevo malecón. México es un país clasista y racista, donde el color de la piel y la escala social se toman como indicadores del valor de una persona, y Villahermosa no es la excepción.
Esa discriminación también se notó en el hecho de que el malecón de Gaviotas no mereciera una ceremonia de inauguración. Y durante las primeras semanas los vecinos no se animaban a frecuentarlo. ¿Por qué razón? Es casi imposible precisarlo, pero mi hipótesis es que cuando te han maltratado durante tanto tiempo te cuesta trabajo creer que haya algo bueno que es para ti.
Al paso de las semanas los vecinos fueron poco a poco apropiándose del nuevo espacio, que hoy en día, a más de un año de distancia, ya es parte integral de la vida de la colonia. Los principales beneficiarios han sido los más vulnerables, los niños y las personas de la tercera edad y aquellas con capacidades diferentes, que pueden transitar por el andador sin temor a ser atropellados. Corredores, ciclistas y patinadores también lo frecuentan. Y los fines de semana al caer el sol es un lugar de convivencia para toda la familia en el que, a diferencia de las plazas comerciales que dominan la ciudad, no hay necesidad de pagar un sólo peso para tener esparcimiento.
El bienestar común vs los automóviles
La intervención de este espacio por la SEDATU está orientada por los conceptos actuales sobre el bienestar ciudadano. La llamada infraestructura verde pretende contribuir a la fortaleza ante las inundaciones, a la promoción de la movilidad sustentable (peatones, ciclistas y transporte público), a la construcción de puntos de encuentro social que aminoren la inequidad en la accesibilidad y calidad del espacio público; y en la articulación de corredores vegetales y animales que sostengan ecosistemas urbanos.
Diversos estudios científicos han encontrado evidencias de que la rehabilitación de espacios abandonados (como lo era el malecón de Gaviotas) disminuye significativamente las tasas de delitos violentos y homicidios.
Por otra parte, y por sorprendente que parezca, varios estudios científicos han encontrado evidencias de que cuando las personas tienen acceso a áreas verdes en su vecindario aumentan la cantidad de partos saludables; la mortalidad se reduce en todas las causas; los niveles de obesidad bajan; el número de personas con enfermedades cardiovasculares se reduce; los síntomas de las enfermedades mentales, incluyendo la depresión y la ansiedad, mejoran; el estrés se reduce y la cohesión social mejora.
Una intervención como la del malecón de Gaviotas, que constituye un muro contra las inundaciones regulares del río, un espacio para la movilidad y el esparcimiento y un espacio de vegetación y arbolado aspira tiene el potencial para contribuir en los siguientes puntos:
- Ambientales
Mejora de la calidad del aire
Mejora de la salud de los ecosistemas
Conectividad ecológica
Reducción de la contaminación por ruido
Reducción de la contaminación visual
Producción de servicios ecosistémicos y bienes ambientales
Recuperación de hábitats naturales
Biodiversidad y hábitat de especies
- Sociales
Humanización de las ciudades
Generación de bienestar físico y psicológico
Cohesión y organización social
Mejora de la habitabilidad
Mejora estética del paisaje
Esparcimiento (recreación y deporte)
Mejora la salud pública
Favorece la movilidad sustentable
Fortalece la educación ambiental
Confort térmico
- Económicos
Optimización de la inversión pública al atender distintos objetivos e incentivar la coordinación entre actores clave
Atracción para negocios, turismo y economía verde
Incremento de plusvalía de las zonas donde se implementa
Eficiencia energética
Ahorros a través de un cambio patrones de movilidad (público y privado)
Reducción de costos en los sistemas de salud (público y privado)
- Cambio climático
Disminución de gases de efecto invernadero
Reducción del efecto de la isla de calor
Regulación climática
Mejor manejo de agua: inundaciones, abastecimiento, reúso, recarga
Fomento de la resiliencia en el sistema socio-ambiental
Prevención de riesgos hidrometeorológicos
Reducción de la vulnerabilidad socio-ambiental
En comparación con lo anterior, ¿cuáles son los beneficios que dejan los distribuidores viales? Básicamente, el ahorro de entre 10 y 15 minutos en el trayecto de algunos automovilistas. Pero incluso ese beneficio es pasajero, porque estudios realizados en Estados Unidos muestran que el tráfico vuelve a los niveles originales tras cinco años de inaugurada la obra.
Dicho en otras palabras, los miles de millones que se gastan para ampliar carriles en las ciudades de todo el mundo son tirados a la basura, fruto de una forma de pensar que no ha evolucionado desde hace 60 años. Según los datos presentados por el Instituto para las Políticas de Transporte y Desarrollo en 2015, el 75 por ciento de los recursos federales se dedicaron a la infraestructura para los vehículos privados y solamente 11 por ciento para el transporte público.
En el 2015 del 100 por ciento de los proyectos de movilidad se dedicó 47 por ciento para infraestructura vial, 33 por ciento para pavimentación, seis por ciento para transporte público, uno por ciento para infraestructura ciclista, siete por ciento para espacio público y cinco por ciento para movilidad peatonal.

Como podemos ver, durante décadas la gran mayoría del dinero público se ha destinado a infraestructura para los vehículos privados, que además, entre su circulación y los estacionamientos ocupan el 40% de los espacios urbanos.
Y sin embargo, sólo un 28% de los hogares tabasqueños tiene automóvil propio, según el censo de 2020. Todo esos miles de millones en dinero público, todo ese enorme espacio robado a las personas en las ciudades es destinado para atender apenas a un cuarto de la población. Es un uso irracional de nuestros impuestos y nuestras ciudades.
Una idea decorativa de la vegetación
Si bien la idea del malecón de Gaviotas es magnífica, su ejecución no está libre de fallos. No voy a hablar aquí del retraso en las obras y el aumento en el gasto, ni de la inconformidad local ante los contratistas utilizados para ella, de estos aspectos se ocupa la prensa tradicional, con mayor o menor ética.
Voy a referirme a la principal falla que para mí tiene la obra, y es que para sembrar las plantas y árboles colocados a la orilla del río predominó el sentido estético, y no el biológico, o ecológico. Prácticamente los dos kilómetros del malecón se llenaron de la flor llamada bigotillo (Caesalpinia pulcherrima). Es una planta nativa, atractiva para insectos y aves polinizadores, pero convertirla en casi la única flor representa una gran falta de diversidad en un estado en el que existen unas 3,000 especies de plantas.


Las otras flores que predominan son la peregrina (Jatropha integerrima), oriunda de Cuba y el papagayo (Senna reticulata) oriundo de Sudamérica. En cuanto a los árboles, se respetaron los que estaban en pie, como las ceibas (Ceiba pentandra), los sauces (género Salix), el jinicuil (Inga jinicuil), la guama (Inga vera) y la guayaba (Psidium guajava), pero a la orilla del río se sembraron principalmente plátanos (género Musa). El plátano, pese a su tamaño, no es propiamente un árbol y no tiene raíces que compacten el terreno para evitar su deslave por el río.


La orilla del río requiere árboles como el zapote de agua (Pachira aquatica) y otras especies que crecen precisamente a orillas de los ríos en esta región, y ayudan a evitar la erosión del suelo. Aquí hace falta la participación de biólogos o ecólogos para el manejo adecuado de un pequeño ecosistema que pueda desarrollarse y cambiar con el tiempo, y que proporcione hábitats para una gran variedad de especies, además de que consolide el suelo frente al río.


Al apreciar la falta de diversidad y las especies sembradas es obvio que se impuso el inventario de los viveros comerciales, y no una visión ecológica que tomara en cuenta los ecosistemas de plantas nativas que viven en los ríos de esta región. Un ejemplo de esta imposición comercial es que se sembraron dos o tres ejemplares de un pariente de nuestra ceiba local, el llamado palo borracho, la especie Ceiba speciosa, originaria de Sudamérica. ¿A quién se le ocurre sembrar esta planta extraña en una región donde la Ceiba pentandra tiene un enorme protagonismo cultural y biológico? A alguien que desconoce la región, a algún vivero de otro estado, sin duda.



Por otro lado, en este año se publicó un estudio realizado por el Colegio de México y el CONEVAL sobre los efectos del Programa de Mejoramiento Urbano de la SEDATU en varias ciudades del país (que incluye al malecón). Los resultados no fueron concluyentes, ya que los investigadores señalaron que todavía no ha transcurrido el tiempo suficiente para apreciar los efectos, aunque sí encontraron evidencias de que han mejorado las interacciones sociales.


Señalan también que no basta con la infraestructura, sino que es necesario acompañarla de otras acciones, como una vigilancia efectiva y, sobre todo, programas que fomenten una mayor socialización entre vecinos y que den continuidad al concepto de la obra. Actualmente, por ejemplo, luego de la creciente del río en noviembre de 2022 que anegó toda la vereda (lo cual está previsto en el diseño de la obra), una parte del terreno se deslavó, y no se hizo nada en todo este año para remediarlo.
Sin duda ese es el mayor reto que enfrenta el malecón. Todos hemos visto grandes obras convertirse en ruinas cuando las sucesivas administraciones deciden abandonarlas. Lo único que salvará al malecón de Gaviotas es que los vecinos se apropien verdaderamente de él y lo consideren una parte valiosa de su entorno.
Hoy, a más de un año de recorrerlo casi todas las semanas, sigo pensando que constituye un hito en la planeación urbana de esta ciudad, aunque aún podría mejorar muchísimo si se reconsiderara manejar su paseo vegetal con criterios ecológicos y didácticos.

Esto tampoco es un cuento de hadas. En el malecón puede verse, como en cualquier parte de México, el rastro de las personas que tiran su basura a escasos metros de los botes, o que no recogen el estiércol de sus perros, nos falta todavía mucho para educarnos.
Está claro que el bienestar de las personas depende de muchos más factores que la infraestructura urbana, pero sin duda el urbanismo que pone en el centro al ser humano proporciona un marco propicio para enfrentar con mejor ánimo y salud las otras dificultades. La belleza escénica, la oportunidad de caminar y la cercanía con la vegetación y la vida silvestre siempre servirán para mejorar los días de las personas.
En sus dos kilómetros de recorrido, el malecón es apenas un mínimo ejemplo de que una ciudad diferente es posible, una más amigable y más cívica, más consciente de nuestra relación con las plantas y la fauna. Ojalá en un futuro tengamos muchos más lugares como estos en Villahermosa.
Para saber más:
Villahermosa, Crónicas y remembranzas siglo XX, Elías Balcazar Antonio, 2000.
Biografía de una ciudad. Su tiempo y sus hombres. Humberto Muñoz Ortiz, 1975
Tabasco a través de sus gobernantes. 14 volúmenes, 1988.
Anatomía de la Movilidad en México. Gobierno de México, 2016.
Índice de Ciudades Sostenibles 2021.
Commentary – Climate change, health and green space co-benefits. Gobierno de Canadá, 2021.
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