
Matalí, el té más bonito del mundo
La planta Tradescantia zebrina existe en todo México, pero sólo en Tabasco y Chiapas se hace con ella un agua deliciosa, que podría tener además cualidades medicinales
Por: Francisco Cubas, con reporte de Alberto Ruíz
El agua de matalí es un caso curioso, que ofrece varias interrogantes. Desde aquí, en Nube de Monte, lo proponemos sin ninguna mesura como el té más bonito del mundo, por su hermoso color entre violeta y rosa. Pero lo raro es que esta deliciosa y refrescante bebida (que posiblemente también sea medicinal, o al menos muy saludable), se consume casi exclusivamente en Tabasco y Chiapas, a pesar de que la planta en la que se basa habita sin dificultad desde el norte de México hasta Colombia, desde donde se ha extendido a las macetas y jardines de casi todo el mundo.
De hecho, es tanta su facilidad para adaptarse, que se ha convertido en una especie invasiva en algunos lugares, como las Islas Galápagos. Se la llama invasiva a una especie llegada de otra región, que ocupa un lugar que no le corresponde en un ecosistema, perjudicando a las especies nativas que ocupaban ese nicho.

¿Por qué, si está disponible en todos lados, sólo en la vecindad de las cuencas Grijalva-Usumacinta ha sido apreciada como bebida? Es una de tantas preguntas sin respuesta.
El matalí, cuyo nombre científico es Tradescantia zebrina, forma parte de la familia Commelinaceae, que comprende 41 géneros y unas 650 especies. Como ya hemos mencionado en otros artículos, identificar especies entre plantas similares es muy difícil, y suele ser una discusión permanente entre los botánicos. Según las revisiones más recientes, en México se reconocen 12 géneros de Commelinaceae y 104 especies, de las cuales la mitad son endémicas (lo que significa que no se encuentran de manera silvestre en ninguna otra parte del mundo).
Mesoamérica, el territorio cultural que va desde el altiplano mexicano hasta Guatemala, El Salvador, Belice, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, es reconocido como uno de los centros de diversidad de la familia Commelinaceae, especialmente los estados de Oaxaca, Chiapas, Tabasco y el norte de Centroamérica. Es decir, se estima que fue en estos lugares donde evolucionaron la mayoría de las especies de estas plantas que existen hoy en día.
Otro misterio de esta planta es el nombre con el que se le conoce mayoritariamente en Chiapas y Tabasco: matalí. No es una palabra que proceda del náhuatl, ni de las lenguas mayenses de la región, como el yokot’an, chol, tzeltal, tzotzil, u otras. Ni procede tampoco del zoque, o del zoque ayapaneco. Buscando en la red, hemos encontrado muy pocos posibles candidatos para su origen, y ninguno convincente. La lengua achagua, parte de las lenguas arahuacas del Alto Amazonas en Colombia, usa la palabra matáli (con el acento grave en lugar del agudo de la planta) para el número 3. Matali es también un personaje asociado al dios Indra en la mitología hinduista. Y finalmente, el que suena idéntico: Matalí, un apellido catalán aparentemente antiguo, que cuenta con su escudo de armas pero del que se desconoce su origen o significado. ¿Podría haber existido un personaje popular tan significativo que su apellido quedara para siempre ligado a esta agua? Fuera de esta región, la planta se conoce como hoja de cucaracha, doradilla, hierba del pollo, apagafuego, judío errante, entre otros muchos nombres que ha acumulado en su andar por el mundo.
Actualización 1/08/20, 20:30: Apenas unos minutos después de publicar este artículo, una lectora en Twitter nos dio la pista para el origen del nombre:
Según el Diccionario de la lengua náhuatl o mexicana, publicado por el lexicógrafo francés Rémi Simeón en 1885, en el náhuatl clásico matlalin o matlalli significaba verde oscuro, verde fuerte o color azul, y había una planta medicinal llamada matlaliztic, en alusión al color azulado o verdoso de ésta. Esa planta era la Commelina elegans, de la misma familia que el matalí. Muchas de las plantas de la familia comparten el color azulado o morado, es muy problable que durante mucho tiempo se haya usado el nombre matlalin para muchas de ellas. De ahí es muy problable que a las personas monolingües en español se les hiciera más fácil pronunciarlo como “matalí”. Es la pista que nos parece más firme hasta ahora.

Se sabe por tradición oral que el matalí, al igual que su primo, el maguey morado (Tradescantia spathacea), tiene propiedades medicinales. Era común en las comunidades rurales aplicar hojas machacadas sobre heridas para detener el sangrado. Los yokot’anob le llaman pëts’ (gracias al escritor Domingo Alejandro Luciano por el dato), y usan sus hojas para las piedras en el riñón, el colesterol, la colitis, la disentería y los espasmos. Por su parte, los zoques de Ayapa, hablantes de una lengua en peligro inminente de desaparecer, la utilizan para el dolor de estómago, la disentería, el mal de orín, los espasmos, la colitis y como diurético.
En el libro Herbolaria y Medicina de la Selva Alta Mazateca (Xka xki xi tjín ya ngíñá jehá sónng’a ‘Nde Naxinní) publicado por El Colectivo So’nde Xkuen, de San José Tenango, Oaxaca, publica el colorido libro en colaboración con Agua de Rayo, A.C., se menciona que el matalí (xka tsajngá aní en mazateco de la presa alto) se mezcla con la llamada hoja de sangre, xka jín, (Plectranthus scutellarioides) y se toma para detener el sangrado por heridas o menstruaciones muy fuertes.
En un breve sondeo realizado por Alberto Ruíz Martínez para Nube de Monte entre seis ejidatarios del municipio de Centla, Tabasco, las personas, en su mayoría de la tercera edad, reportaron usarla para problemas de los riñones, el empacho, la gastritis y el cólico menstrual.
La tradición oral

La señora Nadia Domínguez Chablé, nació en Frontera, en el municipio de Centla, Tabasco, hace 74 años. Siendo una niña su familia se trasladó al Ejido Carlos Rovirosa 1ra Sección, en el mismo municipio. Es casada, y tiene siete hijos y once nietos. Ella cuenta que conoce el agua de matalí desde muy pequeña, y que la ha tomado toda la vida, hervida como té frío. Asegura que, además de ser muy refrescante para el calor, es muy buena para la gastritis, los riñones y el cólico menstrual.

María del Carmen Solís, nació hace 80 años en Frontera, la capital del municipio de Centla, Tabasco. Se trasladó desde muy chica con su familia al ejido Carlos Rovirosa 1ra Sección. Se ocupó en corte y confección hasta que se casó, y tuvo 8 hijos y 16 nietos. Ella recuerda desde su infancia que su madre les daba matalí, y ahora lo consume como medicamento, porque asegura que, además de refrescante, es bueno para los riñones. Lo prepara licuando las hojas crudas, después las cuela y finalmente lo hace agua o té.

En algunos de los estudios más recientes, se ha encontrado que la planta posee un alto contenido en antioxidantes, que no es efectiva para combatir las bacterias, y que podría tener un efecto antiinflamatorio. Se requieren más estudios para comprobar o desechar todas las bondades que se le han atribuido tradicionalmente, pero lo que podemos afirmar sin duda alguna es que su consumo como agua es muy saludable, sobre todo en el contexto mexicano.
Hace mucha falta que bebidas como el matalí estén más presentes en la conciencia colectiva de nuestro país. No podemos olvidar que México es el primer lugar mundial en el consumo de bebidas azucaradas, con 163 litros de consumo por persona al año, y que cada familia mexicana dedica el 10% de sus ingresos a la compra de estos venenos embotellados. En Chiapas, como casi todo mundo sabe, se consume varias veces por arriba del promedio nacional, 821 litros por persona al año. En México mueren cada año 40 mil personas por enfermedades directamente asociadas al consumo de refrescos, según datos del Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades (Cenaprece).
Según la última encuesta de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición del INEGI, el 70% de la población mexicana sufre de sobrepeso u obesidad, siendo Tabasco el lugar número 4 del país en cuanto al porcentaje de obesidad de sus ciudadanos, con 42.7%. Más de 100 mil mexicanos mueren cada año por diabetes.
Esta situación es aún más vergonzosa si consideramos que México posee una tradición ancestral con decenas, sino es que cientos de bebidas preparadas con frutas, plantas, granos o especias. En apenas un siglo la industria refresquera ha conseguido borrar siglos de cultura, deteriorando terriblemente nuestra salud.
Un negocio en que todos enferman y unos cuantos ganan
Los refrescos representan un gasto enorme para el país, y generan riqueza para unos cuantos: Las refresqueras, que son consorcios internacionales, extraen agua de los acuíferos nacionales (que nos pertenecen a todos) pagándola a precios irrisorios; con esa agua fabrican botellas de plástico, que luego contaminaran tierras, ríos, costas y lagunas; y rellenan esas botellas con agua cargada de azúcar, saborizantes, conservadores y colorantes, que luego venden a la población. La población los consume en grandes cantidades, lo cual daña su salud, por lo cual tienen que acudir a los servicios médicos públicos, lo cual representa un costo para todos nuestros impuestos. En resumen, el costo de los refrescos es ecológico (por el agua usada en su fabricación y la contaminación que causan sus desechos), sanitario (por las enfermedades que causan) y económico (por lo que cuesta a las familias comprarlos y por lo que cuesta atender a toda la población que enferma por su causa). Estos enormes costos los absorbemos los mexicanos, y las ganancias se las llevan las empresas trasnacionales.
Es una situación que necesitará de la voluntad de todos para corregirse. Y como una primera y muy humilde contribución a ello, compartimos con nuestros lectores, sobre todo con aquellos que están fuera de Tabasco y Chiapas, la sencillísima receta para preparar el agua de matalí. Esa maceta que decora su casa puede contribuir también a su alimentación y su salud.
Cómo preparar el agua de matalí:







Actualización: Dos experiencias de tabasqueños en el exterior
Luego de la publicación original de este artículo, Héctor Martínez Arboleya, investigador pichucalqueño, cardenense y paraíseño de la Universidad Autónoma de Chihuahua, nos ha compartido una anécdota que vivió en Québec, cuando estudió su doctorado en la Universidad Laval: “Un día, una amiga china con la que convivía en las residencias estudiantiles llegó con un gajito de matalí y pues yo como buen originario de la cuenca del Grijalva me emocioné. Resulta que mi amiga había encontrado el matalí en una maceta de su facultad pero no sabía qué era, solo le llamó la atención su color. Así que fuimos por más y lo sembramos en nuestro huertito. Así, esta china gran conocedora de los tés supo que se tomaba el delicioso matalí (el cual le encantó) y me dijo: ‘ustedes los mexicanos son muy raros, se comen y toman todo, hasta hacen tés de una plantita de ornato’. A mí me dio mucha risa pero fui muy feliz disfrutando del matalí en esas lejanas y frías tierras”.

Otra lectora, que se identifica como Abril Noh, nos comentó lo siguiente: “cuando viví en Monterrey mi compañero de cuarto, como buen choco, decidió traerse matalí de nuestra amada tierra, con todo y un poco de tierra en la raíz para que aguantara el viaje, la sembró y se dio bastante bien, lo que nos sigue sorprendiendo es que el sabor al momento de prepararla era muy diferente, casi insípido y no se pone rosa por mucho limón que se le ponga. Hemos teorizado que podría ser el aire, la humedad o la misma tierra de donde agarra nutrientes la planta y quizá por eso no es amplio su uso en todos lados”.
Es decir, en Québec se dio bien, en Monterrey no tanto. Sin duda el tipo de suelo afecta los nutrientes que contiene toda planta. Si usted nos lee fuera de Tabasco o Chiapas, y quiere reportarnos una experiencia diferente, hágalo por favor en los comentarios. Esta página se enriquece muchísimo con las aportaciones de los lectores.
Para saber más:
Pharmacological potential of Tradescantia zebrina leaf. Zendy Evelyn Olivo Vidal.
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