Nube de Monte

Historias de las cuencas Grijalva-Usumacinta

Foto: Cortesía Miriam Hernández.

Miriam Hernández, traductora y activista de la lengua ch’ol

Originaria de Masojá Shucjá, en el municipio de Tila, se sobrepuso a una infancia vivida en medio de los ataques paramilitares contra las comunidades indígenas de Chiapas para dedicarse a difundir su lengua y su cultura en las redes sociales

Por: Francisco Cubas

8 de febrero de 2021

Cada año en los meses de junio, julio y agosto, el pueblo de Masojá Shucjá conmemora en la iglesia y en el panteón a sus muertos y desaparecidos por la violencia paramilitar que sufrió hace 20 años. La pequeña comunidad de 600 habitantes, a una hora de Tila, donde terminan las Montañas del Norte y comienza la Llanura Costera del Golfo de México, todavía sigue buscando a su gente y demandando respuestas a las autoridades a través de tribunales internacionales.

Miriam Hernández nació hace 27 años en ese pueblito hablante de lengua lakty’añ (ch’ol) que no tiene nombre en español y ni siquiera aparece en Google Maps. Ella perdió a su abuelo, asesinado mientras cosechaba su milpa. Su voz baja al recordarlo, en la entrevista que nos concede a distancia, “recuerdo como en un sueño que lo estaban enterrando y había gente llorando». 

En los días en los que se hizo esta entrevista remota para Nube de Monte ella estaba trabajando en la traducción y grabación de mensajes en ch’ol sobre las medidas de cuidado ante el covid. A su corta edad, es una de las principales activistas de la lengua lakty’añ, y una de las muchísimas personas indígenas que en todo el mundo están utilizando las redes sociales como medio para luchar contra la amenaza de la extinción de sus lenguas y sus culturas. 

El Masojá, en su paso por Masojá Shucjá. Foto: Cortesía Miriam Hernández.
A la derecha, el pueblo Masojá Shucjá, (coordenadas 17°25’01.4″N 92°28’39.6″W) a la izquierda el arroyo Masojá, con la unión de dos aguas, que da nombre al pueblo. Imagen: INEGI

Desde hace tres años, a través de su página de Facebook Lakty’añ CH’ol – Lengua CH’ol – Tila, comparte permanentemente toda una variedad de temas relacionados con su territorio. El nombre de su pueblo, por ejemplo, es una combinación del nombre del río Masojá, y Shucjá, que quiere decir «donde se juntan las aguas», porque de dos cerros cercanos al pueblo surgen los manantiales que dan origen al río. El río, cuyo nombre oficial es Arroyo Masojá, cruza varias comunidades antes de unirse al Arroyo Chinal, el cual luego se une al río Puxcatán, que llega a Macuspana, Tabasco. El Masojá es parte de la cuenca Puxcatán, que a su vez es parte de la Región Hidrológica Bajo Grijalva.

«Todo empezó», nos cuenta, «porque comencé a publicar pequeñas frases y palabras en ch’ol con su traducción al español en mi cuenta personal, y a compañeros y maestros les gustaron y empezaron a pedir temas, entonces hice una pequeña encuesta para ver si les interesaría una página que difundiera la lengua ch’ol y recibí mucho apoyo, me animaron mucho y así fue como empecé».    


Principales trabajos

Miriam Esperanza Hernández Vázquez es originaria de Masojá Shucjá, Tila, Chiapas, hablante de la lengua ch’ol, licenciada en Lengua y Cultura, por la Universidad Intercultural del Estado de Tabasco (UIET). Ha traducido artículos de la Constitución Política de Estados Unidos Mexicanos, y del Seguro Popular, junto con la UIET y el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI), tiene aportaciones dentro un diccionario ch’ol para niños, ha colaborado con instituciones como el INALI, el Centro Estatal de Lenguas, Arte y Literatura Indígena (CELALI). Trabajó en conjunto con la organización Artículo 19 traduciendo y grabando mensajes en ch’ol sobre las medidas de cuidado ante el COVID 19, cuenta con dos publicaciones como coautora de cuentos bilingües “Antología de Textos Literarios en Lenguas originarias I y II” en el estado de Tabasco.

Fue becaria del Programa de Liderazgo para Jóvenes Indígenas por la Embajada de Estados Unidos, contribuyó con Mozilla Firefox en la traducción del buscador, es coautora de la aplicación “Diccionario Ch’ol-Español” de Google Play Store y ha sido profesora en la Universidad Intercultural de Chiapas, unidad Salto de Agua. Actualmente cursa el diplomado Descripción y documentación lingüística: Idiomas mayas por el Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur, UNAM.


Curiosamente, el lakty’añ no fue la primera lengua que aprendió, porque sus padres hablaban español. «Vivía con mis papás en un ranchito fuera de la comunidad y no tenía contacto diario con otros niños y otras personas, así que me cuentan que aprendí primero el español y luego, cuando nos cambiamos a vivir a casa de mis abuelos, aprendí bien el lakty’añ porque lo escuchaba todo el día». 

Sus padres siguieron el camino de muchas personas indígenas en Chiapas, enfrentados a la necesidad de salir de su pueblo para trabajar en las ciudades de la región. Su madre creció en Tabasco, salió a los 11 años del pueblo y vivió 20 años entre Emiliano Zapata y Villahermosa, trabajando como empleada doméstica. «Se le olvidó la lengua, porque en todo ese tiempo jamás regresó a la comunidad, y cuando regresó se le dificultaba expresarse y hablar, mi padre salió a Campeche y Tabasco, pero él trabajaba en ranchos y podía regresar más seguido, así que no se le olvidó tanto». Al volver a la comunidad, sus padres se encontraron y se casaron.

Miriam tuvo dos hermanos más pequeños que ella, que murieron en la infancia. «Me quedé sola, el primero falleció en 1998, y en el 2006 falleció el otro. Aprecio que mis padres me hayan dejado salir del pueblo a estudiar siendo como soy hija única, sabiendo ellos que no me iban a ver, que iban a estar solos». 

Años de asesinatos y desapariciones

Como sabemos, en 1994 tuvo lugar el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en los Altos de Chiapas, un movimiento armado que puso en evidencia las políticas neoliberales de explotación implementadas por el estado mexicano, y que tuvo una repercusión global, poniendo en la discusión pública los derechos y reivindicaciones de los pueblos indígenas en todo el mundo. 

La reacción ante el zapatismo, a pesar de que se convirtió casi desde el principio en un movimiento pacífico, fue la violencia del estado y los poderes privados, quienes armaron a grupos paramilitares para suprimir la insurgencia. La documentación del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas, registra que en la zona baja de Tila, el grupo paramilitar Paz y Justicia cometió al menos 37 desapariciones forzadas, 85 ejecuciones y más de 4,500 personas se vieron obligadas a desplazarse de manera forzada para salvar sus vidas, sufriendo además el hostigamiento, la intimidación, destrucción de sus propiedades, tortura, tortura sexual, detenciones arbitrarias, entre otras violaciones de derechos humanos.

En 1995, esa violencia llegó a Masojá Shucjá. «En mi pueblo en ese entonces había pensamiento e ideales zapatistas, había letreros a la entrada diciendo que éramos territorio zapatista, ahora ya no, creo que porque la gente ya no quería problemas, porque vivimos toda esa violencia contra nosotros, y cuando empezó a apaciguarse dijeron, ya no queremos más problemas ni muertes y se quitó. Hasta la fecha ya no hemos hablado de autonomía, ahora las comunidades están muy divididas por partidos políticos, ya no hay un pensamiento ni un solo camino». 

«En esa época», recuerda Miriam, «hubo muchos ataques en mi pueblo, de plano querían desaparecer a la gente y apoderarse de sus cosas y sus hogares, de sus tierras, fue la comunidad más atacada de la zona y no sé cómo, pero resistimos, no fuimos desplazados, porque la gente de la comunidad mostró fuerza, mostró resistencia. Lo que me cuentan es que llegaron muchas veces a intentar llevarse a los hombres, pero cuando llegaban eran las mujeres las que intervenían, ellas salían a defender a los hombres y hablar contra los paramilitares, fue una lucha bastante dolorosa, un recuerdo bastante doloroso también». 

«Lo que me cuentan es que llegaron muchas veces a intentar llevarse a los hombres, pero cuando llegaban eran las mujeres las que intervenían, ellas salían a defender a los hombres y hablar contra los paramilitares, fue una lucha bastante dolorosa, un recuerdo bastante doloroso también».

Ella cuenta que el conflicto duró 5 años. «Empezó un julio del 95 y en el 98 empezó a haber un poco de paz, pero hasta el 2000 ya pudimos salir libremente y tener vida. La comunidad que está más cerca de nosotros fue una base de paramilitares y cuando queríamos ir a la cabecera u otro lugar teníamos que pasar por ahí y del 95 al 98 no podíamos pasar porque nos capturaban o nos mataban. La gente estuvo prácticamente encerrada por muchos años, hubo mucho encierro, mucho miedo y mucha hambre, porque ni siquiera podían salir a sus terrenos por comida». 

Las pérdidas familiares

Su abuelo fue una de las víctimas. «En el 96 yo tenía tres años, y no recuerdo el proceso de enfrentamiento ni el diálogo para conseguir la paz, eso lo he aprendido después, porque me he interesado por la historia, pero sí recuerdo el miedo, y recuerdo la muerte de mi abuelo. En el 96 él fue una de las primeras personas en ser ejecutadas, el papá de mi papá fue uno de ellos que cayó, que fue emboscado porque él fue simplemente a buscar un poco de comida en el terreno, en la milpa. Nadie podía salir y mi abuelo se atrevió a ir a buscar yuca, lo vieron pasar y en el camino lo emboscaron y lo mataron a balazos. Fueron a rescatar su cuerpo y recuerdo como en un sueño que lo estaban enterrando y había gente llorando, fue todo. No me acuerdo de cómo nos salimos del ranchito donde vivíamos y cómo llegamos a vivir en casa de los abuelos, no me acuerdo de nada». 

Desde que terminó el conflicto, cada año, en junio, julio y agosto se hace una conmemoración en el pueblo. «Tenemos la Organización Zona Norte, para buscar justicia, y el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas llega y nos apoya, publican las conmemoraciones que hacemos. Hacemos una pequeña celebración en la iglesia, hacemos un altar ch’ol, como el del día de muertos, en el primer día de la conmemoración se juntan todas las fotografías de los desaparecidos en el altar, si es una persona ejecutada se le lleva pozol y café a su tumba, y cuando es desaparecida se realiza una ceremonia dentro de la iglesia, a las familias se les invita para convivir un rato con ellos. Luego se hace un pronunciamiento de que hasta la fecha aún no se ha visto la justicia, aún seguimos en búsqueda de las personas, en mi comunidad fueron 8 personas entre desaparecidos y ejecutados».

«…hasta la fecha aún no se ha visto la justicia, aún seguimos en búsqueda de las personas, en mi comunidad fueron 8 personas entre desaparecidos y ejecutados».

La muerte de su hermano menor también estuvo relacionada con el conflicto. «En el 98 falleció mi hermanito justo cuando empezaba a haber un poco de paz, y también fue un poco a raíz de eso, porque mis papás no podían salir para ir al médico y hacerle los estudios para la enfermedad que tenía mi hermanito. Fue hasta el 97 que pudieron ir a Villahermosa, al Hospital del Niño. Fue un golpe muy duro para mí, yo estaba apenas saliendo del kínder y estaba muy acostumbrada a él. Dejé de ir un año a la escuela, porque no podía, no podía ir sola a la escuela, me mantuve encerrada en mi casa y eso fue parte de lo que me robó la infancia y quedé muy marcada con eso. Mi generación no tuvo infancia, no pudimos disfrutar de la niñez, hasta que yo tenía seis años, ya en la primaria, no tuvimos esa libertad para gozar de nuestra infancia, salir, ir a cualquier parte, al campo. Dicen que la infancia te marca toda la vida, la nuestra fue una infancia muy difícil, tal vez, creo yo». 

Las religiones han sido otra fuente de conflictos en Chiapas. El pueblo de Masojá Shucjá no es una comunidad autónoma, está regida en lo político por las autoridades municipales del estado mexicano, pero la vida espiritual de la comunidad, cuyos rituales están muy unidos a la religión católica sí se rige por una asamblea. «Recientemente entraron unas cuatro o cinco familias de dos religiones, y se tomó acuerdo en la asamblea de que ya no pueden invitar a más personas a sus religiones. Porque lo que hemos visto en otras comunidades cuando entran otras religiones es que en automático dejan las fiestas y las tradiciones, la costumbre, porque aunque no sean celebraciones católicas, ellos lo asocian con la religión católica y dejan de hacerlo. Y no queremos que eso pase en nuestra comunidad». 

La educación bilingüe que no es bilingüe

Como muchas personas indígenas, Miriam no aprendió a escribir su propia lengua hasta que cursó estudios superiores, en la Universidad Intercultural del Estado de Tabasco, ubicada en Oxolotán. Porque la marginación de las lenguas indígenas en la educación pública ha sido una parte integral del plan de castellanización forzada del estado mexicano. «Yo estudié la primaria y la telesecundaria en la comunidad, y se supone que los maestros son bilingües, y sí los maestros de primaria eran choleros (hablantes chol) pero no tenían esa disciplina de escribir o leerlo bien. Recuerdo que sí teníamos libros pero el ch’ol era la materia más opcional, lo primero era aprender español, historia, geografía, ya después si teníamos tiempo veíamos el ch’ol en la tarde, pero muy básico, muy leve, no era obligatorio, como sí era obligatorio aprender la ortografía del español o la tabla de multiplicar, el ch’ol se trataba como educación física o educación artística, algo opcional». 

«el ch’ol era la materia más opcional, lo primero era aprender español, historia, geografía, ya después si teníamos tiempo veíamos el ch’ol en la tarde, pero muy básico, muy leve, no era obligatorio, como sí era obligatorio aprender la ortografía del español o la tabla de multiplicar».

Sin embargo, el haber crecido y estudiado siempre en territorio ch’ol le evitó el sufrir maltratos o discriminaciones directas por su lengua. «En la prepa yo no sabía nada de discriminación, para mí era normal hablar en mi lengua con mis amigos, con mis amigas, yo estaba rodeada de hablantes de ch’ol, así que no fue un problema y en la universidad intercultural menos, todo lo contrario». 

«Sólo recuerdo un problema con un maestro de telesecundaria, porque todos esos maestros son de Tuxtla o San Cristóbal, no hablan nuestra lengua, y ese maestro siempre nos decía que no habláramos en ch’ol porque no entendía nada y pensaba que nos burlábamos de él. En las reuniones de padres de familia también se quejaba, pero ni nosotros ni los padres, nadie le hizo caso», cuenta riéndose. 

Para estudiar la prepa tuvo que salir por primera vez de su comunidad, y vivir en la cabecera municipal, Tila. «Me fui a estudiar en el COBACH, en Tila, no fue fácil dejar solos y mis padres. En la cabecera conocí amigas y amigos que fueron transformando mi vida, y fui cambiando, hay una amiga que cambió mucho mi vida y llegué a considerarla una segunda madre para mí, ella me dijo muchas cosas, influenció bastante mi vida, adopté algunas costumbres de ella, he adoptado muchas cosas modernas sin abandonar la tradición y mi cultura». 

Foto: Cortesía Miriam Hernández.

Lo que ella menciona es otra de las muchas formas de racismo, los estereotipos, según los cuales las personas indígenas sólo pueden ser campesinas, vestir de manera tradicional y no usar tecnologías occidentales. «Por ejemplo, casi toda mi música es en inglés, mi forma de vestir es más occidental, pero yo estoy siempre involucrada en las luchas de la comunidad. Yo digo que mis gustos tan extraños no me han apartado de mi pueblo ni de mi familia». 

Hoy son muchas las jóvenes y los jóvenes indígenas como ella, que con su trabajo diario están comunicando al resto del país imágenes más realistas de lo que es una persona indígena. Y el plural, imágenes, es fundamental, porque detrás del término tan ambiguo de indígena están muchos pueblos diferentes, con historias y situaciones muy diversos. Tan sólo en la cuenca Grijalva-Usumacinta se hablan entre 22 y 24 lenguas, y cada uno de esos pueblos enfrenta realidades muy variadas. 

Quédate en casa. Foto: Cortesía Miriam Hernández.

Los mitos nacionalistas del estado mexicano han utilizado dos estereotipos principales de las personas indígenas: la idealización, como creadores de grandes civilizaciones, y antecesores de la nación mexicana; o la victimización, como campesinos atrasados, víctimas de la superstición y sin capacidades para adaptarse a la vida moderna. Ambas los relegan al pasado y no reconocen su plena humanidad, compleja, conflictiva y contradictoria, como la de todos los humanos. 

La traductora y activista Miriam, la muchacha contemporánea que es experta en redes, sabe sembrar una milpa y es fan de la música en inglés nos muestra una de las muchas formas posibles ser indígena en el siglo XXI y resistir contra un sistema que pretende desaparecer toda la diversidad que se interpone en su camino. 


La lengua lakty’añ (ch’ol)

Es una lengua mayense de la rama cholana hablada por el pueblo ch’ol, que habita principalmente en Chiapas, y en algunas comunidades de Tabasco y Campeche. La mayoría de los hablantes se concentran en los municipios chiapanecos de Palenque, Tila, Tumbalá, Sabanilla, Salto de Agua, Playas de Catazajá y Yajalón. Se estima que actualmente tiene más de 200 mil hablantes

Tiene dos variantes: 

  • El ch’ol de Tila (ch’ol del noroeste, según el INALI) se habla en 9 municipios de Chiapas y 2 de Tabasco (Macuspana y Tacotalpa). 
  • El ch’ol de Tumbalá (ch’ol del sureste) se habla en 6 municipios de Chiapas y 2 de Tabasco (Tenosique y Balancán). 

Para saber más:

Pronunciamiento del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas sobre los crímenes cometidos contra comunidades de las Montañas del Norte de Chiapas.

Informe de Human Rights Watch sobre los crímenes de paramilitares en el Norte de Chiapas.

El Simulador de Flujos de Agua de Cuencas Hidrográficas del INEGI es una herramienta esencial para encontrar pequeñas comunidades, arroyos, lagunas y ríos que no aparecen en Google Maps ni en otros mapas comerciales.


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Una respuesta a «Miriam Hernández, activista de la lengua ch’ol»

  1. Avatar de Nicolas Mora
    Nicolas Mora

    Me parece muy valiosa la expdriencia de Miriam la manera que se ha integrado y amalgamado sus vivencias en mundos que parecen excluyentes