Nube de Monte

Historias de las cuencas Grijalva-Usumacinta

Loro frente blanca sobre flores del árbol macuilí.
Loro frente blanca o checha (Amazona albifrons) entre flores de macuilí (Tabebuia rosea) en el malecón de Villahermosa. Foto: Francisco Cubas

El perico pecho sucio y el loro checha, dos sobrevivientes en Villahermosa

Ambas especies están entre las más inteligentes del mundo y aún resisten al caos urbano y la caza ilegal, como recordatorio viviente de la gran riqueza silvestre que perdimos

Por: Francisco Cubas / 4 de abril de 2022

Todos los días una escena espectacular pasa desapercibida para la mayoría de los habitantes de Villahermosa, atascados en el tráfico infernal de una de las ciudades más entregadas al automóvil en México: al atardecer, bandadas de periquitos pecho sucio (Eupsittula nana) regresan a los parques urbanos para guarecerse en las copas de los mangos (Mango indica) y framboyanes (Delonix regia). Su gritería y el nervioso aleteo de sus cortas alas con el crepúsculo de fondo son un espectáculo impagable. 

Los periquitos, que viven más de 15 años y anidan en termiteros o en huecos de los árboles, siempre pueden verse cerca de los ríos y lagunas que cruzan esta ciudad, al igual que sus parientes, los loros frente blanca (Amazona albifrons), también llamados checha en la región. Los loros no son tan abundantes en la urbe, pero si uno pasea con atención cerca del agua es casi seguro que podrá ver al menos a una pareja, pueden vivir más de 60 años, y los machos se diferencian de las hembras por sus plumas de color rojo en las alas. Periquitos y loros siempre andan en pareja, incluso cuando se juntan en bandadas, son monógamos y sólo la muerte o la captura los separarán de su primer cónyuge.

Perico pecho sucio.
Perico pecho sucio
Perico pecho sucio.
Perico pecho sucio.
Periquito pecho sucio (Eupsittula nana) en el malecón de Villahermosa. Fotos: Francisco Cubas
Mapa de distribución del periquito pecho sucio (Eupsittula nana). Fuente: Cephas, CC BY-SA 4.0 <https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0&gt;, via Wikimedia Commons

Ambas especies forman parte del orden Psitaciforme, por lo que son llamados psitácidos. Todos los miembros del orden tienen en común un pico robusto y curvo hacia abajo, la postura erguida del cuerpo y garras prensiles zigodáctilas, es decir, que tienen dos dedos dirigidos hacia delante y dos hacia atrás. Pero la característica que los hace más notables es el gran tamaño de su cerebro en relación a su cuerpo, por lo que estas aves son comparadas con los primates y los córvidos (cuervos) en inteligencia, ya que son capaces de resolver problemas, comunicar sus problemas, contar, sumar, restar, e incluso entender el concepto de cero, y al menos una especie, el kea de Nueva Zelanda (Nestor notabilis) es capaz de usar herramientas. Al igual que las demás aves los psitácidos actuales descienden en línea directa de los dinosaurios, son los únicos sobrevivientes de aquella clase de animales que alguna vez dominó el planeta.

Loro frente blanca.
Loro frente blanca o checha (Amazona albifrons) entre flores de macuilí (Tabebuia rosea). Foto: Francisco Cubas
Loro frente blanca.
Loro frente blanca o checha (Amazona albifrons) despegando desde una rama. Foto: Francisco Cubas
Mapa de distribución del loro frente blanca o checha (Amazona albifrons). Fuente: De Cephas – Adapted from : BirdLife International. 2018. Amazona albifrons.

De las aproximadamente 350 especies de psitácidos que existen actualmente, más de un tercio están clasificadas por la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) como “especies amenazadas” o “casi amenazadas”, y de estas, un buen número se consideran en peligro crítico de extinción. Se han extinguido 19 especies de Psitaciformes desde 1600. Se distribuyen actualmente en América, Asia, África y Oceanía. Australia y Brasil, con 75 especies cada uno, son los que tienen más variedad de ellos. 

Los psitácidos que se distribuyen en México tuvieron un origen sudamericano, y ascendieron por el continente ya formado en épocas relativamente recientes, durante el Pleistoceno (hace entre 3 millones y 11,000 años). El análisis de ADN de loros actuales permite calcular que la diferenciación de los loros sudamericanos comenzó hace alrededor de 4.4 millones de años, un poco antes de que surgiera el itsmo de Panamá.

En México existen 24 especies, y todas se encuentran clasificadas oficialmente en riesgo: 11 especies en peligro de extinción, 7 amenazadas y 6 bajo protección especial. El periquito pecho sucio y el loro frente blanca entre las especies bajo protección especial. Las especies de loros, pericos y guacamayos pueden encontrarse en 26 de los 32 estados de México. 

Cartel del 2007 con 22 especies de psitácidos que estaban registrados en México. Actualmente se han añadido otras dos especies.

Un fascinación milenaria

La relación con los psitácidos de los pueblos que habitaron el territorio que hoy llamamos México antes de la invasión española parece haber sido siempre muy cercana. Existen registros de su domesticación desde hace 2,000 años y fueron representados en innumerables piezas de exquisita manufactura. Se han descubierto restos de especies en sitios donde no se distribuían de manera silvestre, como las guacamayas escarlata en Chihuahua, lo cual indica que existía un especial aprecio por estas aves.  

Representación de una mujer llevando a un loro en su hombro, Culturas de Occidente, Período Clásico (200-800 d.C.), Colima. Planetario Alfa, Monterrey.

Se sabe que las plumas eran tan importantes que se incluían como parte de los tributos pagados al imperio azteca por los estados y ciudades conquistados. El historiador Soustelle describe que Tochtepec, la principal base de los comerciantes en las fronteras del sur y del este, pagaba 24,000 paquetes de plumas de pericos a los aztecas.

*Apenas a unas horas de publicarse este artículo una lectora nos dejó un comentario en Twitter sobre una investigación realizada en las comunidades de oasis en el desierto de Acatama, en Chile, donde se han hallado loros y guacamayos momificados. La mayoría de los restos datan de entre 1000 y 1460 d.C., comenzando al final del imperio Tiwanaku y justo antes de que los incas atravesaran el área. Un desierto situado a más de 3,000 metros sobre el nivel del mar nunca ha sido un hábitat adecuado para los loros, y la investigación descubrió que se transportaban hasta ahí desde la selva amazónica, a más de 480 km de distancia, por rutas que implicaban atravesar las cumbres de los Andes en medio del frío. Muchos de las aves llevaban una vida muy dura, pues les arrancaban las valiosas plumas apenas les salían. Y sin embargo muchos fueron momificados para ser usados en entierros humanos.

No sabemos de qué manera la fascinación de los pueblos americanos por loros, pericos y guacamayos afectó las poblaciones de estas especies. Lo que si sabemos es que después de la invasión europea estas aves, con su colorido plumaje, su gran inteligencia, su capacidad de imitar el habla y su longevidad, se convirtieron en una mercancía aún más apreciada. Esto, junto a la gran explosión demográfica humana y la destrucción del entorno, ha puesto en peligro de extinción a muchas de estas especies. Otra amenaza constante para ellos en los centros urbanos son los gatos domésticos, grandes depredadores de la fauna silvestre.

Un negocio criminal

En el 2007 la organización Defenders of Wildlife realizó el único estudio en nuestro país que trató de calcular la captura y comercio de pericos, loros y guacamayos. Sus resultados indicaban que cada año se capturaban más de 78 mil pericos, de los que el 77% moría antes de ser vendidos, es decir, cada año morían 60 mil pericos en manos de los cazadores y comerciantes. Esto significaba que 8 de cada 10 pericos morían en el proceso de captura, acopio, transporte, distribución y venta, o visto de otra manera significa que por cada perico que compra un consumidor, morían 4 pericos en el camino desde la captura hasta la venta.

El estudio también indicaba que entre el 86% y el 90% de los pericos capturados permanecían en el mercado interno, es decir, la gran mayoría eran comprados aquí mismo, en México. Por otra parte, la cantidad de pericos rescatados por las autoridades ambientales se calculaba en apenas 2%. Se calculaba que en Tabasco se capturaban 2,300 pericos por año, y en Chiapas unos 15,000. Hasta la fecha no se ha realizado otro estudio que actualice estas cifras. 

En las cuencas Grijalva-Usumacinta, como en el resto de México, las personas han continuado con la tradición de tener como mascotas a loros y pericos (los guacamayos ya son demasiado escasos y sólo las clases más altas pueden comprarlos y manenerlos ocultos). El problema es que cada vez somos más personas, y es imposible que todos podamos tener loros o pericos sin afectar irremediablemente a sus poblaciones silvestres. 

Por otro lado, el alto porcentaje de aves que mueren antes incluso de llegar a las manos de los compradores hace de este un comercio sumamente cruel. 

Pero para nosotros en Nube de Monte, el principal argumento en contra del comercio de aves es la terrible crueldad de encerrarlas o impedirles volar recortándoles las alas. Quien haya contemplado a una pareja de periquitos o loros en libertad podrá darse cuenta de que estos magníficos animales no nacieron para vivir encerrados. 

En Villahermosa, una ciudad en la que el cemento y el asfalto devoraron lagunas, arroyos y bosques, el loro frente blanca y el periquito pecho sucio nos permiten todavía imaginar cuánta belleza debió haber tenido este territorio junto al Grijalva antes de que lo sacrificaramos en aras de una modernidad cuyo bienestar no acabó de llegar nunca. 

Te invitamos a observar y disfrutar de estas maravillosas aves en libertad. No las compres y cuando puedas denunciar su comercio sin ponerte en peligro hazlo. Estas aves han estado aquí desde hace millones de años, es nuestra responsabilidad que las futuras generaciones también puedan disfrutar de ellas.


Para saber más:

Tráfico ilegal de pericos en México. Defenders of Wildlife, 2007.

Pericos mexicanos en peligro. Página web.

Contribución al estudio de la evolución, ecología y enfermedades de los loros (Psittacidae, ILLIGER 1811) de México. Tesis de doctorado.

La biodiversidad en Tabasco. Estudio de Estado. Conabio 2019.

Alex and me. Libro de la investigadora Irene Pepperberg, 2008.

Aves y gatos ¿dónde está el problema? Explicación en vídeo de la amenaza que representan los gatos para la fauna silvestre.


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