
UMA Bioparque Saraguatos, herencia de Bernardo Mendoza a Tabasco
En este pequeño resto de selva inundable, a 15 minutos de Villahermosa, se resguarda al mono saraguato y la palma real mexicana, dos especies en peligro de extinción. Para visitarlo puede agendar en su página de Facebook
Por: Francisco Cubas / 3 de mayo de 2021
No es fácil encontrarse cerca de Villahermosa con árboles que tengan más de un siglo de vida. El municipio de Centro, donde se encuentra la ciudad capital de Tabasco, ha sido uno de los sitios más deforestados dentro del estado que más deforestación ha sufrido históricamente en el Sureste.
La explotación petrolera, la ganadería extensiva y la agroindustria provocaron que actualmente sólo exista entre 3 y 1% de las selvas que había en Tabasco a inicios de la colonia española.
El auge petrolero de las décadas finales del siglo XX provocó una explosión demográfica en la capital, con una acelerada expansión urbana sobre los humedales, lo cual además de provocar un problema recurrente de inundaciones, cambió por completo el paisaje forestal del municipio.

La devastación fue tan rápida que ocurrió apenas en el tiempo en que transcurre una vida humana. Pienso en esto mientras el señor Bernardo Mendoza Llergo me guía en un recorrido para Nube de Monte por su rancho, que desde el 2018 está oficialmente dedicado a la conservación, registrado ante Semarnat como una Unidad de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre (UMA) y bautizado como UMA Bioparque Saraguatos.
Nos detenemos en la entrada ante un imponente árbol de chicozapote (Manilkara zapota) y don Bernardo me cuenta que ese árbol ya tenía este tamaño cuando el era niño, a mediados del siglo XX. “Mi abuela me contaba que ella había visto crecer el árbol, así que ya debe tener más de cien años”.
El terreno de 16 hectáreas que abarca la UMA es un pequeño parche de vegetación en medio de potreros (campos para el ganado) y desarrollos inmobiliarios en la ranchería Boquerón, un área que prácticamente ya es parte de la ciudad, a la orilla del Río Viejo Mezcalapa.


Cuando don Bernardo nació el rancho era de más de 100 héctareas, y él recuerda claramente las imágenes de los lanchones llegando a la orilla del rancho para cargar plátano, cacao y tabaco, entre otros productos de la tierra. Recuerda también haberse bañado con tranquilidad ahí, en un río que actualmente es, como él dice: “una cloaca llena de basura”.
Estos terrenos han pertenecido a la familia Mendoza desde que se tiene memoria: “Mis abuelos y tatarabuelos nacieron y vivieron aquí, yo creo que hemos estado aquí desde el porfiriato, pero mi familia nunca fue de los terratenientes dueños del estado, los ranchos eran más grandes en esa época, porque había menos gente, pero mi familia siempre fue de trabajo duro, no de lujos”. Y efectivamente, no hay restos de grandes construcciones o instalaciones en el lugar.
De joven fue vaquero, pero don Bernardo estaba destinado a ser el primero de su familia en estudiar una carrera universitaria. Su padre construyó una casa en la colonia Tamulté (donde don Bernardo aún vive) para que sus hijos estuvieran cerca de la ciudad y pudieran estudiar. Como correspondía al vástago de una familia rural en medio del auge ganadero, estudió veterinaria en la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco.
Al graduarse trabajó como veterinario durante varios años hasta que le ofrecieron dar clases en su alma mater. Allí fue y estudió una especialidad en bovinos, y luego una en filosofía de la educación, para el diseño curricular. Se casó y tuvo una familia de tres hijos, y hace unos años se jubiló como profesor y quedó en libertad de dedicarse al rancho.
El nacimiento de la UMA
“Desde que a mí me heredan mi parte del rancho al fallecer mi padre, en 1994, yo decidí dejar lo que todavía quedaba de selva, y dejar de meter ganado. Yo tenía la vaga idea de que al conservar la selva se podría obtener algún apoyo del gobierno para hacerlo económicamente viable, y me preocupaba dejar algo a las siguientes generaciones”.
Fue un ex alumno suyo quien lo puso en el camino de consolidar la UMA: “Un ex alumno mío que desgraciadamente falleció hace unos años, Juan Manuel Cornelio Pérez, que trabajaba en Semarnat, él fue quien me habló de COBIUS (Conservación de la Biodiversidad del Usumacinta A.C.) y quien me presentó con el biólogo Gilberto Pozo-Montuy, fue esa organización la que nos hizo el estudio y el plan de manejo necesario para el registro con Semarnat.
Definición de UMA
Las unidades de manejo para la conservación de la vida silvestre (UMA) pueden ser definidas como unidades de producción o exhibición en un área delimitada claramente bajo cualquier régimen de propiedad (privada, ejidal, comunal, federal, etc.), donde se permite el aprovechamiento de ejemplares, productos y subproductos de los recursos de la vida silvestre y que requieren un manejo para su operación. La Ley General de Vida Silvestre establece que sólo a través de las UMA se permite el aprovechamiento de ejemplares, partes y derivados de vida silvestre.
Se distinguen dos tipos de aprovechamiento:
1. Extractivos (actividad cinegética, mascotas, ornato, artesanales, colecta científica e insumos para la industria farmacéutica, alimentaria y del vestido, entre otras) y
2. No extractivos (investigación, exhibición, ecoturismo y educación ambiental).
Las UMA pueden funcionar como centros de exhibición, centros productores de pie de cría, bancos de germoplasma o centros de investigación; son alternativas viables para la conservación, reproducción y propagación de especies silvestres, y para la elaboración de productos, servicios y derivados certificados que puedan incorporarse a un circuito de mercados verdes para su comercialización.
La UMA se registró en el 2018 en colaboración con COBIUS A.C. y Grupo de Biología para la Conservación S de RL de CV, como de aprovechamiento no extractivo, es decir que sus principales actividades son la investigación, la exhibición, el ecoturismo y la educación ambiental. Sus dos especies estrellas son el mono saraguato, o mono aullador de manto (Alouatta palliata mexicana), una de las únicas tres especies de primates que existen en México, y la palma real mexicana (Roystonea dunlapiana), que no debe ser confundida con la palma real común (Roystonea regia), la planta nacional de Cuba que ha sido introducida a los parques y jardines de todo el mundo. La palma real mexicana es una especie amenazada, que existe ya en muy pocos lugares de México. Ambas especies son poblaciones relictas. El término “relicto” se usa en biología para referirse a especies cuya distribución y número ha sido muy reducido en comparación con el que alguna vez tuvieron, es decir, son poblaciones sobrevivientes a la degradación o desaparición de su entorno original.

Es sorprendente que todavía puedan verse saraguatos en el municipio de Centro. No hay un estudio formal al respecto, pero está reportada la existencia de pequeños grupos en los límites del municipio de Centro con Nacajuca, en la zona de Parrilla, hacia Teapa, y en la zona del aeropuerto, que también incluye al Centro de la Interpretación de la Naturaleza Yumká. Estas pequeñas poblaciones dispersas de saraguatos son como náufragos, sobrevivientes del gran naugragio que fue la deforestación sistemática del municipio de Centro.
La UMA Bioparque Saraguatos tiene la autorización para ser un Centro de Rehabilitación de Primates para lo cual se ha establecido una colaboración con el Centro Mexicano para la Rehabilitación de Primates A.C. Y es que las principales amenazas que enfrentan las poblaciones de monos rodeados de casas, carreteras y tendidos eléctricos son la muerte por electrocución, por atropellamiento o por ataques de perros.
En este lugar se han observado alrededor de 25 ejemplares, que no viven exclusivamente en la UMA, sino que recorren los árboles restantes en los ranchos adyacentes, que pertenecen a los familiares de don Bernardo: “Lo ideal hubiera sido poder constituir la UMA con todos los terrenos donde todavía hay árboles, pero hablé con mis parientes y no les interesó la idea”, cuenta.

Y es que el establecer la UMA implica trabajo, gastos y renunciar al dinero rápido que podría dejar la venta del rancho, en una zona donde cada vez más personas buscan construir casas. “Podría ganarle bien haciéndolo potrero o vendiéndolo para desarrollo inmobiliario”, dice, “pero yo tengo lo necesario para vivir bien, no tengo grandes lujos, pero tengo lo necesario para vivir dignamente, y vale mucho más conservar este pedacito de selva, es mi granito de arena contra toda la deforestación que seguimos haciendo en todo el mundo, lo bueno es que mis tres hijos me apoyan en esto, están de acuerdo conmigo y me apoyan en los trabajos que se han tenido que hacer, en el cercado, en pelear con los vecinos que llegan a tirarnos basura y meten sus cerdos, en los informes anuales que hay que hacer a Semarnat, a pesar de que no hay un financiamiento oficial para la UMA”.
“Yo tengo lo necesario para vivir bien, no tengo grandes lujos, pero tengo lo necesario para vivir dignamente, y vale mucho más conservar este pedacito de selva, es mi granito de arena contra toda la deforestación que seguimos haciendo en todo el mundo, lo bueno es que mis tres hijos me apoyan en esto, están de acuerdo conmigo”.
Bernardo Mendoza Llergo
Don Bernardo está a punto de cumplir 80 años, pero sigue sembrando árbolitos en las cuatro hectáreas de la UMA dedicadas a huerto (9.5 hectáreas están dedicadas a la selva). “Los árboles son mis amigos, y yo sé que ya no voy a ver grandes estos árboles, pero los dejo aquí para mis hijos, para mis nietos, para las siguientes generaciones. La crisis climática está encima de nosotros, y no queremos darnos cuenta y seguimos haciendo tanto daño”.
Mientras platicamos hemos pasado por el área de frutales, pasando al lado de árboles de chinín (Persea schiedeana), chicozapote (Manilkara zapota) y castaña (Artocarpus camansi) entre muchos otros.

Llegamos a las nueve hectáreas de selva media inundable. Este pedazo de selva está en estado secundario, es decir, se trata de un terreno que fue usado hace décadas para la agricultura y la ganadería, y que posteriormente ha sido dejado en paz durante varios años. Esto ha permitido que surjan los árboles, pero la selva aún está en un proceso de transición y le tomará mucho tiempo más llegar a su estado óptimo.
Según algunas estimaciones, una selva tropical puede tardar 150 o 200 años en recuperarse completamente. Es una cifra que habría que tener en cuenta para valorar lo que significan estos ecosistemas para el bienestar del ser humano, lo fácil que resulta exterminarlos, y lo difícil que será recuperarlos, si es que logramos detener a los grandes poderes económicos que insisten en arrasar con los bienes comunes para convertirlos en dinero para unos cuantos.

Es probable que la selva de la UMA Bioparque Saraguatos haya pertenecido a un tipo de escosistema ya casi extinto en Tabasco: la selva inundable de canacoite. Este tipo de selva, que se desarrolla en suelos arcillosos con escaso drenaje, a bajas alturas sobre el nivel del mar, se caracteriza precisamente por el árbol canacoite (Bravaisia integerrima) y en el 2016 se calculaba que ya sólo quedaban 500 hectáreas en todo Tabasco. Según el mapa disponible en Naturalista de su distribución original, podemos observar como esta selva formaba una V que recibía las inundaciones anuales del Grijalva y el Usumacinta durante la época de lluvias en la Llanura Costera del Golfo Sur. La ubicación de la UMA está en el límite de esa distribución, por lo que podemos suponer que en alguna época formó parte de este ecosistema, aunque actualmente el canacoite ya no se encuentra aquí.


Actualmente pueden verse ceibas (Ceiba pentandra), guapaque (Dialium guianense), jobo (Spondias mombin), matapalo (Ficus spp.), palo mulato (Bursera simaruba), zapote de agua (Pachira acuatica) y guanacaste (Enterolobium cyclocarpum) entre muchos otros.
Caminando entre la selva, don Bernardo externa su felicidad. Me cuenta que siempre necesita tener cerca vegetación, en el patio trasero de su casa en la colonia Tamulté tiene un enorme árbol de guaya (Melicoccus bijugatus) bajo el cual hace bicicleta estacionaria para mantenerse en forma. Durante este recorrido no vemos a ningún mono, pero sí llegamos a escuchar relativamente cerca, en una ocasión, sus característicos aullidos.

Mientras miro el gusto con que identifica y admira los árboles, pienso en todas las imágenes que guarda su memoria, recuerdos de un paisaje exhuberante que hoy ha sido arrasado. La colonia Tamulté, donde él vive, era hace un siglo un pueblo aparte, que la ciudad capital absorbió como ya ha absorbido también esta ranchería convertida en suburbio. Él se formó como veterinario para ser parte de la expansión ganadera responsable de la deforestación de estas tierras (porque en esa época no sabíamos lo que sabemos ahora). Y sin embargo se dio cuenta de ésto, cambió su forma de pensar y dedica los años de su vejez a conservar lo que puede del medio ambiente para personas que él no conocerá.
En medio de una crisis climática que amenaza cambiar para siempre el mundo que hemos conocido, necesitamos muchas más acciones como ésta si queremos tener la esperanza de dejar un futuro todavía habitable a las próximas generaciones.

Para visitar la UMA Bioparque Saraguatos puede agendar en su página de Facebook.
Si tiene interés en establecer una UMA puede contactar a COBIUS en su página de Facebook.
Artículo científico sobre la selva inundable de canacoite en Tabasco.
Nota sobre las selvas húmedas en México.
Artículo del 2006 sobre los monos saraguatos y arañas del estado de Tabasco.