
Villahermosa, una ciudad hecha para inundarse
El crecimiento urbano desordenado e insostenible, basado en la corrupción y el tráfico de influencias, han comprometido seriamente la viabilidad futura de la capital de Tabasco
Por: Francisco Cubas / 4 de noviembre de 2020
Para finalizar el primer año de la pandemia, la ciudad de Villahermosa ha vuelto a inundarse, en esta ocasión, por las lluvias extraordinarias del Frente Frío número 9. Es díficil que no haya percances cuando en sólo 13 horas caen 475 mm de lluvia, que es más o menos lo que recibe el estado de Sonora en todo el año.
Pero como señalan los especialistas de diversas disciplinas, no existen desastres naturales, existen fenómenos naturales que se convierten en desastres por la negligencia humana. En el caso de Villahermosa, a nadie puede extrañarle que llueva durante el mes de octubre, y es totalmente previsible que cada cierto número de años ocurran lluvias por encima del promedio, sobre todo en este siglo, cuando ya se han manifestado claramente por todo el mundo los efectos del cambio climático.
El problema de la capital de Tabasco es que arrastra las consecuencias de muchas décadas de crecimiento desordenado e insostenible. Su supuesta modernización se construyó sacrificando su tejido social y su medio ambiente para generar grandes ganancias a grupos empresariales.
Sobre la llanura costera que constituye Tabasco y las tres grandes cuencas que lo atraviesan hablamos al detalle en este artículo anterior. En el centro de esa llanura, en medio del 30% del agua corriente del país, se encuentra Villahermosa, rodeada por ríos que fueron desviados varias veces a lo largo de los últimos cinco siglos.

Al iniciar el siglo XX, Villahermosa era una pequeña ciudad (hoy le llamaríamos pueblo) de unos 10 mil habitantes, y en todo el estado de Tabasco no vivían más de 200 mil personas. La ciudad capital había tenido una larga historia de calamidades: saqueos de piratas extranjeros, plagas de sarampión, viruela y cólera, invasiones francesa y estadounidense, la guerra de independencia, la revolución, e innumerables inundaciones. No había universidad, no había agua potable ni alcantarillado, el paludismo, la tuberculosis y la sífilis eran azotes constantes y el 73% de la población era analfabeta. Todavía en 1930 cerca del 76.9% de las viviendas en Tabasco estaba construido con materiales no duraderos, cifra que se redujo al 56% en 1950, al aumentar las construcciones hechas con ladrillo, block, piedra o cemento.
La ciudad eran las casas erigidas a lo largo del río Grijalva, limitada en la orilla norte por la Laguna del Negro y en la orilla sur por las lagunas Mayito y La Pólvora. Hacia el oeste, la parte urbana terminaba mucho antes de llegar a donde se encuentra la catedral actual. Su casco urbano se aglomeraba alrededor de tres lomas: la de 1ro de Mayo, donde se ubica Plaza de Armas; la de 27 de Febrero, donde estuvo la primera catedral y hoy está el Parque Hidalgo; y la de Zaragoza. No era casualidad que la gente buscara esos terrenos altos para vivir, las inundaciones son parte integral de los ciclos climáticos de las llanuras por donde corren grandes ríos, y los tabasqueños de aquellos tiempos estaban habituados a convivir con las dos únicas estaciones que conocían: la de seca y la de creciente.
Vale la pena recordar el testimonio del profesor e intelectual Alberto Correa, que en siglo XIX describió de manera muy detallada el problema de poblar Tabasco:
“La colonización de extranjeros laboriosos fuera muy provechosa para el aumento de población, de industria; pero el terreno de Tabasco no lo permite, por ser todo él anegadizo y la mayor parte pantanoso, que si aun por su feracidad admite toda clase de cultivo, no produce ningún fruto, pues sólo dos meses del año puede contarse con estos terrenos y empezada la estación lluviosa, todo se inunda por la inmediación que tiene a la Sierra de Chiapas; de manera que queda reducido en pequeñas islas en las que están situadas las poblaciones y algunas haciendas, y el tránsito de unas a otras sólo puede hacerse en canoas, aunque con gran trabajo por la multitud de pantanos o yerbas aguátiles (sic) que impiden la navegación por su grande espesura y acabadas las lluvias, que es por diciembre o enero, han bajado las aguas y dejan unos fangales que se hacen por algún tiempo intransitables, hasta que con el sol se van purificando y amacizando. Pocos terrenos útiles quedan para poblaciones y éstas pueden formarse con los mismos vecinos del estado”.
La lucha contras las enfermedades tropicales
Durante la primera mitad del siglo XX, la vida siguió siendo muy dura en este territorio, como lo fue siempre en los trópicos. En su informe de gobierno de 1943, el gobernador Noé de la Flor Casanova declaraba lo siguiente:
“Fué reorganizado el Servicio Antilarvario y en estos meses, como se ha expresado, ha podido drenarse en algunas partes, canalizar y desecar lugares húmedos y pantanosos, rellenar con arenas, grava o cascajo lo que no fué posible drenar; se suprimieron depósitos naturales o artificiales que no prestan utilidad; se lleva a cabo el desazolve de los canales y el desyerbado de las corrientes de agua; se prosiguen las petrolizaciones, así como el drenaje de ciénagas y pantanos, la supresión de charcos y de aguas pútridas”.
Leyó usted bien, las aguas superficiales que no fueran de “utilidad” se cubrían de petróleo para luchar contra los mosquitos. Recordemos que no hay que juzgar con parámetros del presente los hechos de épocas pasadas. La conciencia de los problemas ecológicos que hoy nos parecen tan obvios comenzó a popularizarse en todo el mundo apenas en 1972, cuando la ONU convocó la Cumbre de Estocolmo.
Para los humanos de mediados del siglo XX, los humedales y pantanos tropicales no eran un patrimonio silvestre, sino una amenaza de muerte. Las principales causas de mortandad en el estado eran el paludismo, la parasitosis, la disentería, la gripa, la desnutrición y las enfermedades de la piel. De cada mil niños, trescientos morían en el primer año.
En su informe de 1945, el mismo De la Flor Casanova decía:
“Salta a la vista que el problema del paludismo es prácticamente insoluble en nuestro medio; no obstante eso, la Oficina de los Servicios Coordinados de Salubridad y Asistencia continuó realizando una campaña activísima que va ha hasta los orígenes, procediendo a la desecación de pantanos y lagunas, criaderos permanentes de la larva del mosquito anófeles. Por principios ha enfocado sus actividades hacia la laguna “La Pólvora” con resultados satisfactorios. Logramos la desecación de dicha laguna y con ello la eliminación definitiva de un vasto criadero de larvas; pero todavía no se realizan los trabajos técnicos necesarios para impedir que el Grijalva la inunde en los tiempos de derrame”.
Salta a la vista que el problema del paludismo es prácticamente insoluble en nuestro medio; no obstante eso, la Oficina de los Servicios Coordinados de Salubridad y Asistencia continuó realizando una campaña activísima que va ha hasta los orígenes, procediendo a la desecación de pantanos y lagunas, criaderos permanentes de la larva del mosquito anófeles.
Gobernador Noé de la Flor Casanova, 1945.
E informaba que en los municipios:
“En las grandes extensiones rurales, 1,168 charcos, con una superficie total de 55,865 metros cuadrados, fueron clasificados como criaderos de larvas de anófeles. En otros 2,672, con superficie de 113,199 metros cuadrados, se acusó la presencia de otras clases de larvas. Todos estos charcos, pantanos y lagunas, fueron petrolizados con un total de 6,806 litros de petróleo”.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos promovió agresivamente su estilo de vida y las bondades del “progreso” en Latinoamérica, para mantener a la región bajo su control, en el contexto de la Guerra Fría con la Unión Soviética.
En las décadas siguientes, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo financiaron grandes obras de infraestructura, como las presas del Alto Grijalva, con la idea, que resultó tener bases erróneas, de convertir los trópicos en grandes productores agropecuarios. El “desarrollo”, se entendía entonces como crecimiento acelerado, nuevos estilos de vida basados en los avances tecnológicos, el consumo de productos industriales, la tecnificación del campo y la conversión de “tierras ociosas”, es decir, selvas y humedales.
En su informe de gobierno de 1953, el gobernador Manuel Bartlett afirmaba:
“Es bien conocido el hecho de que la Ciudad de Villahermosa no ha podido desarrollarse a lo largo del río como era lógico que sucediera, debido a que se encuentra estrangulada por dos grandes pantanos formados al Norte por la Laguna del Negro y al Sur por las de la Pólvora y Mayito y que estos pantanos constituyen otros tantos focos de infección alrededor de los cuales vive una población en situación precaria e insalubre, tomando agua de los pozos contaminados por los escurrimientos de aguas negras que corren sobre la superficie inclinada”.


“Por otra parte la estrangulación de la Ciudad provoca una concentración anárquica de todo tipo de actividades en la zona considerada como el Primer Cuadro y una notoria escasez y carestía de casas habitación y locales comerciales e industriales; agravada dicha concentración con la pronunciada irregularidad y estrechez de las calles que dificultan el tránsito”.
“Para resolver todos estos problemas de salubridad, de habitación, de tránsito y de concentración comercial en general, así como el peligro de incendios frecuentes por la mala calidad de las construcciones y de las instalaciones eléctricas; se ha elaborado un proyecto para extender la Ciudad hacia la parte sur, por medio de un fraccionamiento moderno de urbanización y por otro de granjas suburbanas hacia la parte norte”.
“La ejecución de este proyecto comprende tres fases: la primera consiste en el relleno de las lagunas de la Pólvora y Mayito y la supresión definitiva de sus pantanos, incluyendo la del Negro; segunda, en la elevación del terreno de las dos primeras para conseguir que en todo tiempo esté libre de inundación y la construcción de un bordo de defensa, para evitar que las aguas del río entren a la Laguna del Negro, que a la vez será drenada a base de bombeo; la tercera, en la urbanización de las lagunas de la Pólvora y Mayito y fraccionamiento en granjas de la del Negro”.
“Desarrollo”, escasez de casas-habitación, desecación, relleno, fraccionamiento, urbanización, bordo, bombeo, inundación, drenado. Todas estas palabras clave se repetirán desde entonces cada vez más frecuentemente en la historia de Villahermosa, que seguirá creciendo desafiando las aguas, confiada en innumerables obras de ingeniería hidraúlica que siempre prometerán, ahora sí, evitar las inundaciones.


El gobernador Miguel Orrico de los Llanos mostraba en su informe de 1956 una confianza en la tecnología muy propia de aquella época:
“Considero de estricta justicia cargar el acento y poner énfasis muy especial en el hecho de que a consecuencia de las obras realizadas por Recursos Hidráulicos, por primera vez no registró Villahermosa inundación de su zona norte, hallándose completamente seca la laguna de El Negro. Igualmente pudo notarse que la zona de La Pólvora, fue desalojada rápidamente de las aguas pluviales que otros años al empozarse, inundaban grandes extensiones. También debe dejarse constancia de que por obra de algunos bordos hechos por el H. Ayuntamiento del Centro, se evitó la inundación de importantes zonas agrícolas de esta Municipalidad”.
A lo largo de las siguientes décadas, una y otra vez se anunciará orgullosamente que tal o cual obra de ingeniería evitará, ahora sí, las inundaciones, pero una y otra vez Villahermosa ha vuelto a inundarse.
En 1961, al iniciar las obras del Malecón de Villahermosa, el gobernador Carlos Madrazo Becerra dijo orgullosamente que:
“…durante mucho tiempo el tabasqueño fue cautivo del agua y el árbol. El monte lo mantuvo prisionero del pasado. Los caminos están venciendo a la selva”.
El árbol, lo silvestre, el agua, la selva. Ese era el pasado (hay también ahí una condena implícita a los pueblos indígenas), el futuro estaba en el concreto y las grandes construcciones. A la larga, está orientación convertiría al estado en una economía de comercio y servicios, en el que la agricultura, la ganadería y la pesca apenas constituyen el 2% de la actividad económica. La población urbana que surgiría en las siguientes décadas quería olvidar el campo y el agua, y lo consiguió. Se perdió la memoria colectiva, y las nuevas generaciones se siguen sorpendiendo cuando ven subir el agua en lugares en los que ha corrido siempre, pero que hoy están rellenos de cemento.


Al llegar el boom petrolero, en la década de los 70s, se dejaron de lado las actividades agropecuarias. Sobraba el dinero, y lo que hacía falta eran servicios para la nueva y pudiente clase petrolera, y todos los que trabajaban para ella. Esto implicaba moverse del campo a las ciudades, preferentemente a la capital del estado. Entre 1960 y 1980 la población de Villahermosa aumentó casi el triple, y entre 1980 y 2010 se duplicó.
Esta explosión demográfica tuvo lugar sobre un territorio cuyas características físicas eran (y son) totalmente inadecuadas para albergar una población tan dispersa.
Las colonias populares, como en todo el mundo, se erigieron en las zonas de mayor riesgo. Las Gaviotas, La Manga, Casablanca, los Espejos I y II y los Carrizales han sido siempre protagonistas de las noticias de inundaciones. En contraste, los antiguos pueblos de Atasta y Tamulté, absorbidos como colonias, rara vez han tenido problemas. La gente antigua sabía que tenía que vivir en lugares altos. Los recién llegados fueron orillados a vivir donde no se debía.


Una ciudad que olvidó su pasado
Entre 1970 y 1990 la modernización borró el rostro antiguo de Villahermosa. Casi la totalidad de los edificios antiguos se demolió para erigir nuevos. Plaza de Armas, que sin ser un zócalo ocupa el valor simbólico de éste, ha sufrido múltiples remodelaciones y lo que se denomina “Centro Histórico” son en su mayoría edificios recientes con fachadas de tabla roca en estilo “vintage” que fueron colocadas por el gobierno federal durante las celebraciones del bicentenario.
La modernización era el valor más alto, y ninguno de sus elementos fue tan preciado como el consumo. En este sentido Villahermosa se parece mucho a muchas ciudades estadounidenses. Sus principales sitios de convivencia son plazas comerciales y otros lugares de consumo. Sus espacios públicos son mínimos. En el camino hacia el “desarrollo” y la “modernización”, Villahermosa perdió toda su identidad comunitaria para entregarse de lleno a las franquicias. Es irónico que las mismas plazas comerciales que dominan su paisaje sean también una de las causas de las inundaciones.
Entre 1970 y 1990, se erigieron obras que hoy forman el rostro reconocible de la ciudad, como el complejo comercial, de negocios, turístico y habitacional Tabasco 2000, con sus fraccionamientos Nueva Imagen, Multi 80, Los Ríos, colonia Petrolera, Campestre o Carrizal, el palacio municipal de Centro, el planetario, el centro administrativo, el club Campestre, el parque La Choca, y hoteles de cinco estrellas; también de esa época es la Ciudad Industrial, la colonia popular INDECO, el aeropuerto internacional, el periférico, los palacios de los poderes legislativo y judicial, hospitales, escuelas, mercados, el teatro del estado, el Centro de Investigación de las Cultura Olmeca y Maya (CICOM).
En 1980 la ciudad ocupaba 1,500 hectáreas con 150 mil habitantes. Para el 2005 ya ocupaba 7,600 hectáreas con 364 mil habitantes. Es decir, la población se duplicó, pero el espacio que ocupaba se cuadriplicó.








Entre 1990 y 2010 llegaron grandes cadenas comerciales inversiones como Walt-Mart, Aurrerá, The Home Depot, Suburbia, Sam ́s Club, Vips, El Portón, Soriana, Del Sol, Parisina, Modatelas, Chedraui, Sanborn’s, Office Depot, Liverpool, Palacio de Hierro, Sears, Fábricas de Francia, City Club, Elektra, Coppel, C & A, Farmacias del Ahorro, Farmacias Unión, Farmacias Yza, Cinépolis, Cinemex y Comercial Mexicana. Todas estas cadenas se asentaron en plazas comerciales, y donde hoy se ve una plaza comercial en Villahermosa es casi seguro que antes hubo un humedal o un vaso regulador (terrenos que acumulan los excesos de agua en temporada de lluvias).
También se han levantado innumerables fraccionamientos, como los ubicados en la carretera Villahermosa-Teapa (justo en el camino del Río de la Sierra) que en la mayoría de los casos también ha desecado terrenos y no han cumplido con las condiciones de ley para su construcción. Además de estar mal ubicados, alrededor de estos fraccionamientos se han multiplicado los asentamientos irregulares de personas marginadas que fueron desplazadas por inundaciones anteriores.
Nota del 6 de noviembre de 2020: El doctor Rafael Luis Graham Vidal nos comparte en la sección de comentarios lo siguiente: “Dos ejemplos clásicos y muy importantes, tratándose del sistema de salud, son haber construido dos hospitales en zonas inundables, como son el Hospital Dr. Juan Graham Casasús y el Hospital del IMSS Dr. Bartolomé Reynés Berezaluce. El primero pudo haberse mantenido en su lugar original construyendo un hospital vertical, como finalmente lo hicieron al construir ahí mismo el Hospital de la Mujer y, el del IMSS que se encontraba en zona no inundable e igualmente con terreno suficiente para ampliarlo, lo construyeron en un pantano que rellenaron a alto costo”. Ambos hospitales, como era previsible, han sufrido inundaciones.
Corrupción generalizada
Antes del 2007, se calculaba que había 59 asentamientos irregulares en toda la ciudad. Todo esto ha sido el resultado de la corrupción y el manejo de influencias en los gobiernos federal, estatal y municipal. Y si bien los políticos de los años 50s y 70s no tenían la información necesaria para detectar los problemas que acarrearía el crecimiento urbano, todos los gobiernos de la década de los 90s para acá ya tenían información suficiente para saber que estaban obrando inadecuadamente.
Según algunas estimaciones, más de 20 vasos reguladores han desaparecido bajo el cemento, y las cinco lagunas urbanas más importantes de Villahermosa, (Laguna de las Ilusiones, Laguna del Negro, Laguna Mayito, Laguna Encantada y Laguna La Aduana), han perdido más del 50 por ciento de su superficie. Se calcula que Tabasco perdió el 60% de sus humedales durante la primera década del siglo XXI.
Todos estos humedales, pequeñas y grandes lagunas y vasos reguladores, estaban conectados entre sí, había una dinámica entre ellos que les permitía absorber los excedentes en la temporada de lluvias. Esas conexiones han sido rotas mediante innumerables canales, caminos y bordos, lo cual hace aún más difícil predecir qué rumbo pueden tomar las aguas cuando vienen lluvias extraordinarias.
El “desarrollo” caótico de estas tres décadas pasadas, que en realidad ha sido una venta indiscriminada del territorio a grandes capitales nacionales y extranjeros, ha tenido como consecuencia que ya casi no queden zonas altas y aptas para el desarrollo urbano en Villahermosa y ha ocasionado un gasto permanente en más y más obras hidraúlicas para proteger a las grandes empresas.
A este panorama desolador hay que sumarle un factor realmente vergonzoso en una ciudad petrolera que ha visto desfilar tantos miles de millones de pesos en las últimas décadas: el drenaje de Villahermosa es obsoleto, lo cual fue un factor importante en las inundaciones que sufrieron muchas colonias a finales de este octubre. En el 2018, Mario Ramírez Cárdenas, presidente de la comisión de Agua Potable, Drenaje, Alcantarillado y Tratamiento de Aguas Residuales del Ayuntamiento de Centro, declaró a la prensa que, de acuerdo a un estudio (no señaló cuál) el sistema de alcantarillado de Villahermosa está obsoleto desde hace muchos años, y se necesita una inversión de 11 mil 500 millones de pesos para renovarlo.
Posibles soluciones
¿Qué se puede hacer ante un panorama tan desastroso, producto de la corrupción sostenida e impune a lo largo de tantas décadas? En su artículo de 2013, La construcción de las condiciones históricas de posibilidad de un desastre: el caso de dos colonias de Villahermosa, Tabasco, el investigador tabasqueño Miguel Ángel Díaz Perera proponía, entre otros puntos:
– Restringir el crecimiento urbano en el oriente de Villahermosa ante las avenidas del río de la Sierra que aun con la infraestructura de bordos y escotaduras sigue siendo vulnerable.
– Promover un marco normativo urbano ambiental con reconocimiento municipal para restringir los permisos de uso de suelo urbano e impedir el crecimiento descontrolado de la capital sobre humedales, pantanos y márgenes del río de la Sierra, viejo Mezcalapa, Carrizal y Grijalva.
– Promover programas educativos de prevención ante desastres, con énfasis en las colonias más afectadas.
– Generar un sistema de alertamiento temprano ante probables contingencias a nivel colonias para incentivar la organización local.
– Realizar un monitoreo puntual de las afectaciones ecológicas en humedales ante la presión de crecimiento urbano, y el vertido indiscriminado de desechos sólidos y aguas negras.
Con estas y otras propuestas, es urgente que se convoque a la participación de académicos, políticos y sociedad civil para emprender una gobernanza participativa del territorio. El enfoque ingenieril, que busca solucionar todo a base de obras hidráulicas, se ha ejercido durante 50 años y claramente no ha dado los resultados esperados. Hay lugares de Villahermosa en los que simplemente no debería haber construcciones. Solucionar décadas de mala planeación y corrupción será difícil y costoso. Pero lo que está en juego es nada menos que la viabilidad a futuro de la capital de Tabasco.
Para saber más:
Tabasco a través de sus gobernantes (14 tomos). 1988, Gobierno del Estado de Tabasco.
Tabasco en sepia. Economía y sociedad (1880-1940). Elías Balcazar Antonio, UJAT, 2003.
Tabasco a dos tiempos 1940-1960. Elíaz Balcazar Antonio, UJAT, 2014.
Las lagunas continentales de Tabasco, Ernesto Rodríguez Rodríguez, publicado por la UJAT en el 2002.
Deja una respuesta