
La lluvia ya es tóxica en todo el mundo
La industria ha llenado la lluvia de químicos nocivos y microplásticos, al grado de que ya no es seguro beberla en ninguna parte del planeta
Por: Francisco Cubas/ 20 de mayo 2024
Como agua de mayo. El dicho se refiere a algo esperado con ansias, que llega en el momento más oportuno. Muchísimas niñas y niños latinoamericanos habremos crecido con el ritual de salir corriendo, gozosos, a mojarnos bajo la primera lluvia del quinto mes de mayo, especialmente la parte baja de las cuencas Grijalva-Usumacinta, donde los calores de mayo parecían un pasaje por el purgatorio.
Esta costumbre es desconocida en el mundo anglosajón, y también era desconocida para los pueblos americanos (que usaban calendarios muy diferentes), porque su origen está en la España rural. “Como agua de mayo”, dice la RAE, está registrado en el diccionario de 1726, donde se apunta que “esperar como el agua de Mayo” aludía “à los labradóres, que deséan con ànsia la lluvia del mes de Mayo por ser mui util à los panes».
Ese mismo sentido está indicado en un refrán aún más viejo: “Agua de mayo, pan para todo el año”. Los campos españoles y, en especial los cereales, se veían beneficiados con la lluvia en ese mes. Si la lluvia se retrasaba a junio resultaba dañina. El primer registro escrito que se conserva es en el libro Vocabulario de refranes y frases proverbiales, de Gonzalo Correas, en 1627.
No he encontrado registros sobre la costumbre de bañarse con la primera lluvia de mayo. Tal vez fue un aporte de algunas colonias españolas de Centroamérica y el Caribe (las de Sudamérica tienen las estaciones invertidas) a esa celebración de la lluvia.
Pero el mojarse con el agua de mayo ya no resulta tan alegre cuando indagamos en lo que los investigadores han descubierto en este siglo: la lluvia está contaminada en todo el mundo.
Y no se trata de un solo tipo de contaminación. Tiene al menos tres grandes capas.
Lluvia ácida
La primera y más familiar es la llamada lluvia ácida, que se detectó desde los años 70 del siglo XX. Se forma porque el dióxido de azufre (SO2) y óxidos de nitrógeno (NOX) se emiten a la atmósfera y son transportados por el viento y las corrientes de aire. Ambos compuestos reaccionan con agua, oxígeno y otros químicos para formar ácidos sulfúricos y nítricos. Luego se mezclan con agua y otros materiales antes de caer al suelo.
Las sustancias pueden ser ácidas o alcalinas, y esto se mide por el llamado potencial de hidrógeno: pH. Un pH de 7.0 es neutral, y mientras más bajo es el número más ácida será la sustancia. La lluvia normal (o la que era normal antes) tiene un pH de 5.6, es un poco ácida porque el dióxido de carbono (CO2) se disuelve en ella. La lluvia ácida tiene un pH de entre 4.2 a 4.4.
Aparentemente no hay mucha diferencia entre un pH de 5.6 y uno de 4.0. Pero los valores del pH no son lineales, sino logarítmicos, es decir, un valor de 4.0 es 30 veces más ácido que 5.6. Así que lo que en apariencia es un número pequeño en realidad refleja una situación alarmante.
La gran mayoría del dióxido de azufre y los óxidos de nitrógeno que llegan a la atmósfera son producidos por el ser humano. Las fuentes principales son:
- La quema de combustibles fósiles para generar electricidad. Dos tercios de SO2 y NOX vienen de los generadores de electricidad.
- Vehículos y equipo pesado
- Fábricas, refinerías y otras industrias.
Los vientos pueden arrastrar ambos compuestos a largas distancias, haciendo que la lluvia ácida sea un problema no sólo para quienes viven cerca de las fuentes. Siendo Tabasco un estado tan pequeño y prácticamente sin barreras montañosas, es muy probable que todos suframos por igual de los cielos contaminados por la actividad de Pemex en la zona.
Nunca se ha llevado a cabo un monitoreo de este fenómeno en el país, tan sólo estudios aislados eventuales. En 2018, en una conferencia, una investigadora de la UNAM afirmó que en la lluvia de CDMX han encontrado aluminio, plomo, zinc, mercurio, arsénico y níquel, entre otras sustancias, y que no es apta para el consumo humano.
En Tabasco el estudio más reciente se publicó en 2021 en Cunduacán. Se analizaron sólo 27 muestras durante doce meses (en el estudio no se explica el porqué de esa frecuencia) y los resultados mostraron eventos de lluvia ácida durante todo el año, siendo la peor época los meses de mayo a julio.
No hemos encontrado un sólo estudio sobre la contaminación de la lluvia en Villahermosa. Como en tantas otras cosas, lo que no se mide se puede ignorar sin hacerse cargo del problema.
Mojarse bajo la lluvia ácida no representa ningún riesgo para la salud, sin embargo, los dos compuestos que la crean si son peligrosos. Es decir, si vives en un lugar donde hay lluvia ácida quiere decir que estás respirando alguna cantidad de dióxido de azufre y óxidos de nitrógeno, lo cual puede causar enfermedades respiratorias. La contaminación que causa la lluvia ácida también puede crear micro partículas que al entrar en los pulmones también pueden enfermarte. Los óxidos de nitrógeno producen ozono al nivel del suelo, el cual provoca neumonía y bronquitis y puede dañar permanentemente los pulmones.
La lluvia ácida sí representa un peligro para muchas otras especies, especialmente para las que viven en lagos y ríos, porque el cambio en el pH puede afectar a toda la cadena alimenticia, desde el fitoplancton hasta los anfibios y los peces. También afecta a algunos bosques y ecosistemas costeros, principalmente.
Un cielo lleno de plástico
La segunda capa es una de las principales marcas que el autodenominado Homo sapiens ha dejado en este planeta: el plástico. Como sabemos, todo el plástico que tiramos a la tierra y el agua tardará cientos de años en desaparecer, pero mientras tanto se va dividiendo en pequeños pedazos, cada vez más pequeños, hasta llegar a menos de 5 mm de largo. A partir de ahí se le llama microplásticos, y han sido encontrados no sólo en los puntos más alejados del planeta (y obviamente en los más poblados) sino también en el interior de las personas, en nuestra sangre, incluso en la placenta.
Cada año unas 10 millones de toneladas de microplásticos llegan a los océanos, y de ahí sube a la atmósfera con la evaporación, y forma ya parte de las nubes, luego cae con la lluvia, impregnando casi todo lo que comemos y bebemos.
En un estudio de 2020, los investigadores calcularon que cada año en 11 parques naturales de Estados Unidos la lluvia que cae contiene el equivalente a 120 millones de botellas de plástico.
En otro estudio de 2023, investigadores japoneses estudiaron la atmósfera sobre el monte Fuji, y encontraron altas concentraciones de microplásticos en las nubes. Además de contaminar la lluvia, estas partículas, al recibir rayos UV más potentes, liberan gases de efecto invernadero, lo cual estaría agravando el calentamiento global.
Hasta ahora no se había encontrado una evidencia de que los microplásticos representen un peligro para la salud, pero en marzo de este año se realizó un estudio en 304 pacientes que fueron sometidos a cirugías de la arteria carótida. Se encontró que aquellos que tenían concentraciones de microplásticos en sus arterias tenían el doble de posibilidades de morir de un infarto o un ataque al corazón. Es un indicio estadístico, y aún no se entiende el porqué, pero es una señal de alarma.
En teoría, el que nuestros cuerpos se estén llenando con partículas de plástico cada día abre la puerta a toda una serie de riesgos. El peligro más simple es que un pedazo afilado dañe algún tejido eventualmente. Pero además, en la fabricación de plásticos se usan químicos que son disruptores endocrinos, es decir, que afectan la producción de hormonas, lo cual puede causar diversos cánceres y problemas reproductivos. Las partículas también podrían servir como vehículos para otros químicos tóxicos, como metales pesados.
Los químicos eternos
La capa final (por ahora) de contaminantes con que hemos llenado nuestras lluvias es la de las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS), que son conocidos como “químicos eternos” porque no se degradan por sí solos en el ambiente. Estas sustancias se usan principalmente en productos de limpieza, telas resistentes al agua, utensilios de cocina que no se pegan, shampoo, hilo dental, maquillaje, y materiales resistentes a las manchas.
Un estudio de la Universidad de Estocolmo publicado en 2022 calculó que la concentración de PFAS registrada en la lluvia en todo el mundo (incluso la Antártida) excede las recomendaciones sanitarias de Estados Unidos y los países europeos.
Podemos contaminar nuestro cuerpo con PFAS si comemos ciertas comidas que los incluyen, como el pescado, o si bebemos agua contaminada, o respiramos aire contaminado, o usamos productos que los contienen. Los estudios más recientes han encontrado evidencias de que la exposición a ciertos niveles de PFAS puede causar:
- Problemas de fertilidad o hipertensión en embarazadas.
- Recién nacidos con bajo peso, pubertad acelerada, variaciones en los huesos.
- Mayor riesgo de ciertos cánceres, como próstata, riñón y testículos.
- Problemas con el sistema inmunológico, incluyendo una reducida respuesta a las vacunas.
- Interferencia con las hormonas naturales del cuerpo.
- Mayores niveles de colesterol y riesgo de obesidad.
Esos son los hallazgos principales, pero existen miles de sustancias PFAS, y sólo se han estudiado las más comunes. Además, la exposición varía muchísimo entre personas a lo largo de la vida, por lo que resulta muy difícil comprobar efectos directos.
En México no se miden los PFAS, porque ni siquiera existen leyes al respecto. En 2017 un análisis del desaparecido Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático planteó una ruta de trabajo para sacar de la circulación los productos que los contengan y limitar la exposición de las personas a ellos, pero desde entonces el tema ha quedado en el limbo.
El momento de actuar
Inicié toda esta indagación porque la noche del pasado sábado 18 de mayo por fin llovió un poco en Villahermosa. Unas nubes que transitaron desde el norte de Chiapas hacia Campeche descargaron un poco de su humedad aquí. Es apenas la segunda lluvia de mayo (la primera fue el 14), pero en realidad ambas han sido apenas breves chubascos nocturnos, apenas un breve respiro ante los terribles efectos de una sequía histórica sumada a una ola de calor combinada con cientos de incendios que han llenado de humo todo el estado.

Tenía curiosidad por ver si todo ese humo dejaría rastro en la lluvia. Así que esa noche esperé las primeras gotas y coloqué en la azotea un recipiente de vidrio, alejado de cualquier pared o poste. Cuando escampó, después de unas dos horas, procedí a observar y me di cuenta de que el agua era muy clara pero el fondo estaba lleno de algo que parecía ceniza muy menuda y tres o cuatro basuras mucho más grandes.
Pero en vista de todo lo que se ha encontrado en los últimos años, esa ceniza es el menor de los problemas.
En el espacio de apenas una vida humana hemos echado a perder nuestra hermosa agua de mayo. La mayoría de nosotros no somos responsables directamente, pero igual enfrentaremos las consecuencias. Vivimos ahora en un planeta en el que no podemos tomar tranquilamente el agua de lluvia.
Como todo problema ambiental, el único camino para resolverlo es político. Es necesario ejercer mayor presión pública sobre estos asuntos, que brillan por su ausencia en los procesos electorales, como el que vivimos actualmente en México. Mientras la ciudadanía no lo reclame los políticos se desentenderán de ello.
El primer paso es enterarse, y para eso hacemos Nube de Monte. Los siguientes pasos tenemos que darlos entre todos.
Para saber más:
Composición fisicoquímica del agua de lluvia en Cunduacán (2021)
El agua de lluvia de la CDMX, no apta para consumo humano directo (2018)
Efectos de la lluvia ácida, según la agencia ambiental de USA (2024)
Health Effects of Microplastic Exposures: Current Issues and Perspectives in South Korea (2023)
Microplastics and Nanoplastics in Atheromas and Cardiovascular Events (2024)
Diagnóstico Nacional del Uso de Nuevos Contaminantes Orgánicos Persistentes (COP) en México (2017)
Información sobre riesgos de PFAS de la agencia ambiental de USA (2024)
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