Villahermosa vuelve a mirar su origen (Parte 1)

Jardín del nuevo malecón de la colonia Centro, Villahermosa. Foto: Francisco Cubas
Vista del jardín del nuevo malecón de la colonia Centro. Foto: Francisco Cubas

Villahermosa vuelve a mirar su origen (Parte 1)

Un repaso histórico al malecón de la colonia Centro nos muestra cómo las diferentes ideologías se han expresado sobre el río Tabasco a lo largo del tiempo

Por: Francisco Cubas/ 8 de septiembre de 2024

La Villahermosa actual tiene contacto con tres ríos, el Tabasco (también llamado Grijalva), el Carrizal y el Río Viejo (y en el futuro serán más, a medida que se absorban otras villas vecinas). Pero el río sobre el que se fundó la ciudad, el que la conectó con el mundo y sobre el que transcurrió la mayor parte de su historia es el que hoy tiene dos nuevos malecones. 

“No parece que estuviera uno en Villahermosa”, me dice una joven pareja de amigos que se recuesta plácidamente sobre las tumbonas de piedra, en una plácida tarde de agosto, en el sendero del nuevo malecón de la colonia Centro. 

– ¿Por qué?- les pregunto. 
– Casi no se escucha el tráfico, y se respira mucha paz, y todas las plantas. Uno puede caminar tranquilo. Nosotros vivimos por Fovissste y allá no tenemos nada así.  

Han traído un libro y una tablet, pero no dejan de tomarse fotos para sus redes sociales, mientras otras familias pasean en las últimas luces de un sábado. 

Un par de amigos disfrutan de una tarde en septiembre de 2024. Foto: Francisco Cubas

Ese mismo día, al amanecer, había yo recogido una opinión muy diferente. Mientras paseaba por el sendero se me acercó un policía en bicicleta, con esa cortesía tan exquisita que los uniformados reservan para la gente más vulnerable (tal vez mi mochila lo llevó a confundirme con un migrante):

-¿Qué andas haciendo aquí?
-Pues paseando.
-¿Eres de aquí?
-Sí, yo vivo en el centro. 
-Es que andamos sacando a los migrantes, porque ya agarraron esto de baño. Está cabrón que hayan tirado tanto dinero aquí para que lo tengan ellos hecho un zurradero. 

Los migrantes, declarados “irregulares” por los distintos gobiernos del continente, son un tema demasiado amplio, que no puedo abordar en este artículo, pero sí quiero dejar claro que en Nube de Monte estamos en contra de la criminalización y persecución de seres humanos que se ven obligados a migrar por la violencia física y económica que asola sus regiones, y que es, en gran medida, el resultado de las condiciones de explotación impuestas por quienes dominan este mundo. 

Pero quiero detenerme en una parte de la frase del policía: “que hayan tirado tanto dinero aquí”. ¿Quienes son ellos, en esa oración? La federación. ¿Y por qué considera que el nuevo malecón es dinero tirado? No se lo pregunté, pero simplemente, él hacía eco a uno de los discursos predominantes en los medios y redes sociales tabasqueñas. Sobre esto volveré más adelante.

Los malecones construidos por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) en la colonia Centro y la colonia Gaviotas, constituyen una de las intervenciones urbanas más grandes y más importantes en la historia de Villahermosa. 

Distintas visiones de la obra pública

Los últimos planes urbanos que contemplaron grandes áreas peatonales en Villahermosa fueron planeados en los años 70s, durante el gobierno de Leandro Rovirosa Wade, y Enrique González Pedrero les dio continuidad en los 80s, destacando los parques a orillas de la Laguna de las Ilusiones (Tomás Garrido, Cuauhtémoc, 3 de Marzo) y el Centro de Investigaciones de las Culturas Olmeca y Maya (CICOM), que integraba la Casa de Artes José Gorostiza, la biblioteca Pino Suárez, el Jardín de Arte Miguel Ángel Gómez Ventura, el Teatro del Estado Esperanza Iris, el Museo Regional de Antropología Carlos Pellicer Cámara, un área comercial, el Centro de Investigaciones, e incluso una casa para el director de éste. El CICOM fue abandonado progresivamente en los sexenios posteriores, que tuvieron muy poco interés en la cultura y la investigación (la ciudad tiene por todos lados restos de proyectos abandonados). 

Portada del libro publicado por el gobierno del Estado de Tabasco en 1982.

Es importante recordar que Rovirosa Wade gobernó el estado cuando en el país se vivía el auge petrolero y una política basada en un aparato gubernamental fuerte, que regía la actividad económica y que reprimía de manera brutal cualquier disidencia, bajo el presidente José López Portillo. El enfoque principal, al menos en el discurso, era realizar obra pública para el mejoramiento de toda la sociedad, aunque nunca hay que olvidar los inmensos robos al erario y los asesinatos políticos cometidos en nombre de la “paz social”.

El desastre económico final del sexenio de López Portillo, con una devaluación histórica, propició que a partir de entonces los gobiernos mexicanos se ajustaran a las recetas económicas de los organismos internacionales dominados por Estados Unidos: el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, etc. 

El final de la década de los 80s trajo la caída de la Unión Soviética y el establecimiento, con Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en Reino Unido, de una doctrina política-económica llamada neoliberalismo, que fue impuesta a casi todo el resto del mundo, y se caracteriza por reducir al estado a un simple auxiliar de las empresas privadas, especialmente de las trasnacionales, en la creencia de que el “libre” mercado, de manera mágica, proveerá lo que las personas necesitan. 

Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari privatizaron prácticamente todas las empresas públicas y pusieron al país en manos de los capitales internacionales, abriendo las fronteras, primero con el GATT y luego con el TLC, a la importación indiscriminada de bienes. El campo mexicano, que nunca tuvo los subsidios que se dan en Canadá, Estados Unidos y Europa, sufrió una debacle de la que quién sabe si algún día se recupere. 

Todo esto se ve reflejado de manera muy clara en Villahermosa. Fuera de las obras más elementales (algún hospital, potabilizadoras, nuevas calles, alguna deportiva, etc) los gobiernos estatales y municipales posteriores a González Pedrero se enfocaron en conceder permisos (en contubernio con la Comisión Nacional del Agua) para que se rellenaran humedales y se construyeran en su lugar plazas comerciales.

Las pequeñas empresas familiares cedieron su lugar a grandes franquicias, los productos locales casi desaparecieron por completo. Al contrario que en Oaxaca, donde el pintor Toledo encabezó un movimiento para impedir que se instalara un McDonalds en su centro histórico, aquí no hubo ningún problema para que en las viejas calles se instalaran Burger King, McDonalds y Domino’s Pizza. En general, quienes han estado a cargo de esta ciudad no le han demostrado mucho cariño.

La Villahermosa contemporánea se construyó como un altar al automóvil y al consumo. Es una ciudad cuya única ciclovía (hasta antes de estas obras) está prácticamente en las afueras, ligada a un fraccionamiento privado y cuyas únicas calles peatonales, en la Zona Luz, están en realidad abiertas a medias al tráfico. Los pequeños parques construidos durante esa época son principalmente grandes planchas de concreto, con un espacio mínimo para las plantas. (Ver artículo en Nube de Monte).

La enorme plancha sin sombra de Plaza de Armas, construida en 2010. La imagen está tomada desde las ruinas de un espacio planeado para cafetería. Foto: Francisco Cubas

En el frenesí por la modernidad, se destruyeron casi todos los edificios del siglo XIX, y espacios emblemáticos como el Parque Juárez o Plaza de Armas han sido remodelados tantas veces que hasta a las personas más memoriosas les cuesta trabajo hacer la cuenta de los cambios.

Por todo ello es simbólico que el andador del nuevo malecón se conecte con el andador de la Zona CICOM, uniendo así un proyecto federal del gobierno de Andrés Manuel López Obrador (que, al menos en el discurso, está en contra del neoliberalismo), con un espacio sobreviviente de aquellas visiones a favor de la cultura y la sociedad. Es también sintomático que sea el lugar más peligroso de todo el paseo, porque no hay un simple semáforo peatonal para cruzar la avenida. Los gobiernos locales siguen dándole nula importancia a las personas de a pie.

Para cruzar desde el CICOM al nuevo malecón hay que espiar, con el estorbo de la escalera, a los autos que vienen por una pendiente. No hay semáforo peatonal, como en la mayor parte de la ciudad. Foto: Francisco Cubas
De aldea de pescadores a capital petrolera

Para tener aún más contexto es necesario hacer un breve repaso por algunas etapas históricas del malecón. Se piensa que, antes de la invasión española, en el sitio donde hoy está Villahermosa no había más que una pequeña aldea de pescadores. No es, ciertamente, un sitio muy propicio para fundar una gran ciudad, en una llanura que en aquellos tiempos debió haberse inundado casi cada año. Pero para los escasos habitantes de Santa María de la Victoria (hoy Frontera), la primera población española en México, no había muchas opciones. El desastre de la Armada Invencible ante los barcos ingleses había dejado indefensas las costas, y los piratas regresaban una y otra vez a incendiar las casas, matando y violando personas, y llevándose a otras para venderlas como esclavas en el caribe. 

A lo largo de varias décadas la población y las autoridades fueron desplazando tierra adentro la capital de la provincia de Tabasco, hasta esta orilla del río en la que sobresalían tres pequeñas lomas que podían ofrecer refugio contra las crecientes, y que hoy pueden distinguirse en Plaza de Armas, 27 de febrero por el parque Hidalgo, y en la calle 5 de mayo. 

Por el río llegaron huyendo de los piratas, y por el río tuvieron que marcharse todavía más lejos y más alto, hasta poner la capital en Tacotalpa, en la orilla de la sierra de Chiapas. Allí permaneció más de un siglo, hasta que terminó la época dorada de la piratería en el Caribe y las autoridades regresaron a Villahermosa. Es entonces, hasta el siglo XIX, cuando esta ciudad por fin empieza a tomar forma, pero su crecimiento será muy lento. 

En 1831, un viajero anónimo visitó la ciudad, que tenía entonces unos 6 mil habitantes, y la recorrió por completo en dos días, como dejó escrito en una carta que publicó Justo Sierra O’Reilly. En el siguiente fragmento nos deja una imagen del malecón:

“Ayer como a las siete, después de un buen desayuno, me llevó el Cónsul a pasear por la orilla del río. Cincuenta tiendas, por lo menos, están sobre el barranco, y casi todas tienen por delante muy bonitos corredores. En la orilla izquierda del río, sobre la que nos hallábamos, se veían como doscientas canoas de diversos tamaños, cargadas de maíz, cacao, frijol, leña, pescado, frutas y otras mil producciones del país. Este es el mercado público, pues no hay otro lugar destinado a este efecto; pero seguramente no se necesita, pues el cargamento de tantas canoas no podría transportarse fácilmente a otra parte, sino con gran perjuicio de sus dueños. Además, la proximidad de los corredores de las tiendas, que distan doce o quince pasos del río, sirven para que se liberten del sol o de una lluvia imprevista vendedores y compradores. Entre unos y otros habrían quinientas personas reunidas, formando todas una algarabía”

Foto de principios del siglo XX, cuando la población de Villahermosa era de unas 20 mil personas.

Poco cambió ese malecón durante más de cien años. A inicios del siglo XX Villahermosa apenas tenía 20 mil habitantes, y todavía estaba separada de los pueblos de Atasta y Tamulté de las Barrancas, que hoy son sus colonias. Los vapores, las barcazas y los cayucos eran una presencia cotidiana. La vida se articulaba en torno al río, al ritmo de sus regulares inundaciones. 

La selva y el agua como enemigos

Tenemos que dar un gran salto en el tiempo hasta el momento en que se dió el gran cambio simbólico, cuando el muelle se convirtió en malecón. Fue en el gobierno de Carlos Madrazo Becerra (1959-1964), quien desde el discurso de su investidura en 1959, marcó el objetivo de comunicar por vías terrestres lo que hasta entonces sólo tenía caminos de agua: 

“Sánchez Magallanes continúa en su aislamiento, sintiendo la angustia del rescate; Oxolotán, pueblo heroico con las alas abiertas en la cima de sus cerros, espera que le enseñemos el camino que conduce a nuestro común hogar, Jonuta nos llama y nos urge en su carretera al Bitzal; Emiliano Zapata necesita de comunicarse a Palenque y atacado por el río, como Tepatitlán, Chiltepec y Pueblo Nuevo, está allí señalándonos una meta, listo para romper su soledad sin descanso. El agua y la selva nos disputan el derecho de vivir; pero venceremos”. 

La visión de la vida silvestre como un obstáculo o un enemigo salta a la vista en la frase final, cuya última palabra es un curioso eco de la retórica de la revolución cubana.

Madrazo anuncia esta guerra contra el agua y la selva en una época en que la Comisión del Río Grijalva, organismo federal autónomo creado en 1951 (a imitación de la Autoridad del Valle del Tenesí, creada por Franklin D. Roosevelt en 1933) puso en marcha un ambicioso plan para evitar las grandes inundaciones de la cuenca Grijalva en la planicie tabasqueña. En los primeros años se construyeron bordos, canales de alivio y se desecaron humedales, además de iniciar en 1955 la construcción de la presa Malpaso, la primera de cuatro grandes hidroeléctricas que regularían esa enorme cuenca, a un costo ecológico y social que ni siquiera ha sido debidamente valorado. 

Tabasco, que durante los meses de octubre y noviembre era casi en su totalidad un inmenso humedal que podía recorrerse sólo por agua, se apresuraba a entrar a la modernidad con la construcción de una red carretera (ver artículo en Nube de Monte). Todo esto ocurría dentro de un contexto más amplio, nacional e internacional. En el mundo de la posguerra nuestro país vecino se había convertido en la potencia más grande del mundo, y su estilo de vida, basado en la tecnología y el consumo quería ser imitado por gran parte del planeta. Fue la llamada Edad de Oro del capitalismo, cuando parecía no haber límites al confort y el lujo que podían ofrecer la industrialización y el comercio. 

En México a esa época se le conoce como el milagro mexicano, que se caracterizó por un fuerte proteccionismo contra las importaciones, fuertes subsidios a las actividades productivas y precios de garantía al campo. Sin embargo, ese crecimiento se basaba en una severa desigualdad de las ganancias, que fue acumulando malestares que estallaron en octubre de 1968.  

En su informe de gobierno de 1960, Madrazo pintaba el pasado tabasqueño como una situación patética y atrasada que era necesario superar: 

“El hombre de Tabasco ya está dejando de ser el prisionero de la soledad que el aislamiento produce. Hasta hace poco tiempo, sólo conocía el reducido horizonte de su aldea casi inaccesible y el camino fluvial o la vereda para ir al pueblo próximo, obligado por la necesidad de proveer su despensa paupérrima. (..) el Gobierno actual promovió una política orientada (..) a incorporar a dichas zonas al común hogar; a construir arterias que simplifiquen las distancias y sean incentivos para convertir en riqueza real la riqueza potencial de la tierra; a rescatar al hombre, en suma, de la espesa soledad en que lo confinó la selva y el agua”.

Así anunciaba la construcción del malecón, en su informe de 1961:

“En ocasiones diversas hicimos hincapié en la necesidad de abrirle a la Ciudad una gran ventana al río, que permitiera rescatar al mejor paisaje de Villahermosa. Este proyecto comenzó a ser puesto en práctica en los primeros meses de 1961 y constituye un esfuerzo de muchos millones de pesos, al que tenemos que darle cima para proporcionarle mayor rango a nuestra Ciudad Capital. (…) Nos decidimos a realizar empresa de tal magnitud, convencidos de que los habitantes de Villahermosa tienen derecho a una obra como ésta y de que no es erogación superflua la que se hace para embellecer la ciudad y darle la jerarquía que merece”.

Plano del anteproyecto del malecón, 1960. Cortesía del Centro Documental de Estudios sobre el Agua.

En el mismo documento reitera: 

“Durante mucho tiempo el tabasqueño fue cautivo del agua y el árbol. El monte lo mantuvo prisionero del pasado. Los caminos están venciendo a la selva”. 

Como afirmó el historiador Miguel Ángel Díaz Perera, en el capítulo de un libro, la construcción del malecón marca el momento en que Tabasco renunció a sus miles de años de convivencia con los ríos: 

“Este acontecimiento fue decisivo y simbólicamente el final de una época en la vida material tabasqueña, golpe fatal como perturbación ante la cultura del agua al renunciar al aprovechamiento cotidiano del río”.

Si bien el paseo incluía una pequeña banqueta, su objetivo principal era proporcionar a los automóviles una pista con el río como adorno (y por cierto, no tenía estacionamientos). Era el automóvil el que nos llevaría hacia el progreso. 

Plano del anteproyecto del malecón, 1960. Cortesía del Centro Documental de Estudios sobre el Agua.

El malecón de la colonia Centro, y el de la colonia Gaviotas, que se construyó 20 años después, quitaron unos 30 metros de ancho a cada orilla, estrangulando el río a lo largo de 2 kilómetros, justo frente a la ciudad. De eso nos acordaríamos después del 2007. 

Hoy, desde nuestra cultura ecológica contemporánea, podemos apreciar como un error de perspectiva aquellas actitudes de mediados del siglo XX. Pero aquellos eran los límites conceptuales de su tiempo. Tampoco hay que olvidar que en los humedales anidaron siempre los animales más mortales para el Homo sapiens, los mosquitos; el paludismo y la malaria eran males endémicos, había cierta lógica en ver al agua estancada como un enemigo. Me pregunto cuáles de nuestros límites no alcanzamos a reconocer hoy, y cuáles de nuestras ideas actuales serán vistas como errores garrafales por el siguiente siglo. Vemos ahora por espejo, en oscuridad.

En medio de la mayor crisis climática que registra la historia, ya no podemos compartir aquel entusiasmo ilimitado por la tecnología y la modernización. El saldo de todos aquellos programas modernizadores y de todo el boom petrolero es muy evidente: la mitad de la población tabasqueña vive en la pobreza. Talar toda la selva, desviar los ríos, envenenar suelos y aguas no trajo el bienestar prometido. 

El olvido

Una década después de Madrazo inició el auge petrolero en el estado. La enorme cantidad de dinero que circuló por aquí atrajo una enorme cantidad de migración. La gente de recursos se mudó a nuevos y modernos fraccionamientos, abandonando las calles antiguas. La creación de Tabasco 2000, hizo de esa zona el verdadero centro económico y político. El casco de la ciudad antigua quedó como refugio de pequeños comercios, el otrora orgulloso malecón pasó a ser una vía secundaria, carente de vida, con excepción del desfile de barcos alegóricos de la feria, una vez al año. Sus vías aledañas se llenaron de oscuros bares y pequeños hoteles de paso. 

El centro real de la ciudad sigue desplazándose. Si hoy el gobierno quiere atender a un visitante importante lo más seguro es que lo lleven a comer frente a otro río, el Carrizal, a cuya orilla se han construido una serie de plazas comerciales, entre fraccionamientos de lujo y clubes deportivos, en las inmediaciones de las oficinas administrativas de Pemex. Es otra señal de este proceso histórico.

El antiguo cine Sheba y los primeros edificios del fondo son marcas del abandono en que ha estado la zona durante décadas. Foto: Francisco Cubas
Un bar sobre pilotes

Saltemos ahora otra vez en el tiempo hasta el siglo XXI. El alcalde de Centro, Andrés Granier (2000-2003) presentó un plan para revitalizar el lugar, creando el Centro de Entretenimiento y Negocios del Malecón (CENMA), un nombre muy a tono con la ideología de la época. En la práctica se trató de un muelle que servía como base para sostener las estructuras de bares y restaurantes. Se construyó cuando Granier ya había dejado el cargo, con presupuesto estatal a cargo del gobernador Manuel Andrade Díaz, y se inauguró en 2005. 

Vista del CENMA. Foto: Gobierno del Estado de Tabasco, 2006.

Fue un punto atractivo para una ciudad escasa de entretenimiento. Y tuvo una afluencia considerable durante sus dos primeros años, hasta que la guerra del narco iniciada por Felipe Calderón llegó a Villahermosa. Apenas al inicio del sexenio de Andrés Granier, en marzo de 2007, un comando ametralló en el hotel Viva, en pleno corazón de la ciudad, al Secretario de Seguridad Pública, Francisco Fernández Solís, quien pudo sobrevivir al atentado y retirarse de su cargo. Fue el primero de una serie de crímenes y balaceras que acabaron con la noche tabasqueña, incluido el CENMA. 

En noviembre de 2007 vino la gran inundación moderna, en la que por primera vez desde la construcción del malecón el río anegó todo el centro de Villahermosa. Los 17 municipios del estado fueron declarados zona de desastre, y se estima que hubo 850 mil habitantes afectados. A Andrés Granier, el impulsor del CENMA, le tocó verlo cubierto por las aguas. 

El malecón, 2 de noviembre de 2007. Foto: Francisco Cubas
La funesta barda   

En 2008 la CONAGUA construyó una simple barda por todo el malecón de la colonia Centro, como prevención ante próximas inundaciones. Fue una medida improvisada de corto plazo que se quedó durante 12 años y significó el punto más bajo en la historia de la zona. Era como si Villahermosa quisiera tapar el río para no verlo más, para negar, con mayor fuerza aún, su pasado fluvial. 

Al igual que la barda, los restos del CENMA se quedaron como ruinas durante años (el centro antiguo de Villahermosa es una colección de ruinas urbanas). En el 2017 el alcalde Gerardo Gaudiano convocó a un viejo conocido, el arquitecto originario de Ciudad de México, Rogelio Jiménez Pons (quien estuvo a cargo del proyecto Tabasco 2000 en los 70s, y posteriormente estaría a cargo del Tren Maya durante el actual sexenio) para demoler los restos del CENMA y construir algo que fue llamado Parque Lineal, y que en la realidad fue simplemente una pista de tartán, con unas cabinas donde guardaban los empleados de limpia sus aditamentos, un cuártel de policía y unos cuantos juegos infantiles y aparatos de ejercicio. 

El Parque Líneal en 2020. Foto: Francisco Cubas
Otra inundación

En 2020 llegó otra fuerte inundación que puso a prueba la resistencia de la famosa barda. Al río le faltaron unos cuantos centímetros para rebasarla. Las noticias pusieron en las pantallas de todo México el desastroso estado del malecón.

Estatua a Pino Suárez en tres tiempos: 3 de noviembre de 2007. Foto: Francisco Cubas
7 de noviembre de 2020. Foto: Francisco Cubas
4 de septiembre de 2024. Foto: Francisco Cubas

En enero de 2021 el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció la reconstrucción de los dos malecones, como parte de un proyecto integral de intervención en el río Grijalva. Posteriormente, el 31 de marzo del mismo año, declaró en Villahermosa: 

“Este malecón era un orgullo para todos nosotros los tabasqueños, desde que lo construyó Carlos Madrazo, que fue un buen gobernador del estado. Ahora se está rehabilitando, modernizando ese malecón y va a quedar muy bien, vamos a poder presumir la belleza de nuestro río. Siempre he sostenido que las grandes ciudades, las ciudades más bellas, antiguas del mundo las atraviesan ríos famosos, esto es Roma, es París, en fin, otras ciudades donde se presume de sus ríos por los malecones o la forma en que tienen el control de las aguas desde hace siglos. Eso es lo que queremos presumir aquí en Villahermosa, en Tabasco”.

Madrazo hablaba de la belleza del mejor paisaje de Villahermosa y de darle a la ciudad la jerarquía que se merecía. López Obrador habló de presumir la belleza del río y de poner la ciudad a la altura de grandes capitales famosas. Son discursos que proponen las mismas ideas, ornato y orgullo, a 60 años de distancia.

Sin embargo, la ejecución de esas ideas es completamente diferente, y refleja el cambio de paradigmas en el urbanismo, en dos momentos históricos casi opuestos.

Pero de eso hablaremos en la segunda parte de este artículo.


Para saber más:

De señor a tributario: Historia breve del gran Mazapa, Flora Salazar Ledesma, 2008.

Viajeros en Tabasco. Ciprián Aurelio Cabrera Bernat, Gobierno del Estado de Tabasco, 1987.

Tabasco en sepia. Economía y sociedad (1880-1940). Elías Balcazar Antonio, UJAT, 2003.

Tabasco a dos tiempos 1940-1960. Elíaz Balcazar Antonio, UJAT, 2014.

La construcción de las condiciones históricas de posibilidad de un desastre: el caso de dos colonias de Villahermosa, Tabasco. Miguel Ángel Díaz Perera, contenido en el libro Montañas, pueblos y agua: dimensiones y realidades de la Cuenca Grijalva, Ecosur, Juan Pablos Editor, 2014.

Tabasco a través de sus gobernantes, 14 tomos. Gobierno del Estado de Tabasco, 1988.

Breve historia del neoliberalismo, David Harvey, 2007.

Centro de Investigaciones de las Culturas Olmeca y Maya, Gobierno del Estado de Tabasco, 1982.

La economía de Tabasco y su impacto en el crecimiento urbano de la ciudad de Villahermosa (1960-2010). Jorge Luis Capdepont Ballina, Pablo Marín Olán, 2013.

Villahermosa, ciudad cambiante. Jorge Priego Martínez, Ayuntamiento de Centro, 2022.


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