
El mango, un regalo de la India a México
A pesar de que muchas personas lo consideran una fruta mexicana, este maravilloso árbol llegó a nuestro país por primera vez en el siglo XVIII
Por: Francisco Cubas/ 23 de agosto 2021
Los árboles de mango son una visión recurrente en las rancherías y ranchos en buena parte de las cuencas Grijalva-Usumacinta. Con su gran altura, sus amplias y frondosas copas, y sus exquisitos frutos, son parte entrañable del paisaje cultivado en este territorio, y en muchos otros territorios del estado mexicano. Es difícil encontrar una casa en el campo que no esté sombreada por una de estas plantas, que pueden vivir más de cien años.
Cualquiera que haya crecido en este territorio podría recordar con cariño el alivio que supone su ancha y fresca sombra en medio de un día de mayo; el brillo dorado de sus pequeñas flores en el sol de la tarde; la paciente espera por la madurez de sus frutos, que pueden pasarse cuatro meses colgando de las ramas; el característico susurro del viento y el golpeteo de la lluvia en su espeso follaje.
Pero estos árboles no siempre vivieron aquí. En realidad, si uno se adentra en los poquísimos paisajes todavía silvestres no encontrará ningún mango. No es un habitante original del continente americano, sino que surgió hace unos 20 millones de años en los territorios que hoy llamamos India, Borneo, Sumatra, Bangladesh y Nepal.
El mango se adaptó tan bien a estos territorios que muchos mexicanos lo consideran una fruta nacional. En 2016 México fue el quinto productor mundial con un volumen de 1.88 millones de toneladas; uno de cada 25 mangos consumidos en el mundo es mexicano. Se exportan mangos mexicanos a 28 países, sobresaliendo Estados Unidos y Canadá, quienes adquieren en conjunto el 98% de las importaciones, que representan 500 millones de dólares anuales. Después del plátano y la manzana, es la fruta más consumida en nuestro país, que tiene cubierta el 100% de su demanda interna.


Una de las razones por las que méxico domina el mercado de exportación es por su cercanía con Estados unidos, que importa 33% de los mangos frescos que se comercializan en el mundo. Además, nuestro país tiene una variedad privilegiada de regiones que permite producirlo de manera constante durante ocho meses al año en 23 estados de la República. La cosecha inicia por lo general en Chiapas y termina en Sonora, lo que da como resultado que México domine el mercado desde febrero hasta septiembre.

La especie, cuyo nombre científico es Mangifera indica, es una planta de la familia de las anacardiáceas, familiar de otras muy conocidas, como el marañón (Anacardium occidentale) o el pistache (Pistacia vera). Se cultiva desde hace por lo menos 4,000 años en la India, donde, cómo es lógico, ha figurado de manera prominente en las diversas culturas que han ocupado ese país. Su nombre se menciona varias veces en el Ramayana de Valmiki y en los Upanishad se condena la tala de árboles de mango.


Así como en mesoamérica el cacao fue sinónimo de moneda, el nombre en sánscrito del mango, am, era sinónimo de provisiones o vituallas. Se cuenta que el Buda reposó una vez en un huerto de mangos y que Alejandro Magno se deleitó en un jardín de mangos en el Valle del Indo durante sus guerras de invasión. Akbar (1556-1605), uno de los emperadores mogoles más famosos, plantó un huerto de 100 mil árboles y algunas de las variedades que desarrolló todavía se consumen en la India.
En 2019, la estrella pop Ariana Grande hizo viral en Twitter unos versos del poeta y músico sufí Jursan Amir, escritos hace 700 años, que prueban el duradero encanto que esta fruta ha tenido y sigue teniendo sobre las personas:
La traducción al español sería:
Él visita mi pueblo una vez al año.
Él llena mi boca con besos y néctar.
Gasto todo mi dinero en él.
¿Quién, chica, tu hombre?
No, un mango.
El nombre con el que se le conoce en todo el mundo viene de la lengua malaya. En el sur de la India el nombre en lengua tamil era aam-kaay, que gradualmente se convirtió en maamkaay por diferencias de pronunciación, que pasó al idioma malayo como mangga, los navegantes portugueses del siglo XVI adoptaron la palabra y la llevaron por todo el mundo.
Esta fabulosa planta viajó primero a China, en el siglo VII; al África en el siglo X, a las Filipinas en el siglo XV, a Brasil en el siglo XVI y a Estados Unidos en el XIX. A México el mango llegó en tres ocasiones: la primera a fines del siglo XVIII, cuando los españoles trajeron el mango manila desde China al Puerto de Acapulco; la segunda a principios del siglo XIX desde las Antillas a la costa del Golfo de México, estas plantas se diseminaron por los trópicos del país a base de semillas, dando origen a multitud de variedades criollas; la tercera introducción fue en la década de 1950, con las variedades desarrolladas en Florida (Haden, Kent, Keitt, Irwin, Zill y Sensation) que se propagaron por injerto en los estados del Pacífico, Centro y Norte, y mas tarde en la región tropical del país, iniciando la producción industrial en nuestro país.

Se estima que existen más de mil variedades de mango en todo el mundo, pero las que dominan el mercado de exportaciones son los llamados mangos rojos o floridanos, que fueron desarrollados a principios del siglo XX en Florida mediante cruzas de variedades indias.
Una variedad que tal vez podría tener tanto éxito comercial como las de Florida en un futuro es el Ataulfo, desarrollado en Chiapas en la segunda mitad del siglo XX y producido principalmente en la región del Soconusco, donde en la última década aumentó un 45% el número de héctareas sembradas, y sus exportaciones representan más de 75 millones de dólares anuales.


La historia del mango se parece a la de todos los cultivos que son comercializados de manera masiva en el mundo. Los supermercados demandan uniformidad, exigen frutas que parezcan hechas en serie en una fábrica, de apariencia perfecta, con peso y sabor idénticos. Pero las especies silvestres no son uniformes. La vida tiende a la diversidad, no a la uniformidad. El mango, en particular, es una planta que está variando siempre, un árbol que crece a partir de una semilla no tendrá las mismas características del árbol madre. Por eso todos los mangos de las grandes plantaciones se desarrollan a partir de injertos. El hecho de que sólo seis o siete variedades sean las que más se producen en todo el mundo y de que se reproduzcan por injerto provoca que tengan una variabilidad genética muy baja, lo cual las hace muy susceptibles a las enfermedades, por lo cual se tienen que usar herbicidas y pesticidas en su producción.

Una plantación de mango para exportación está muy lejos de ese paisaje diverso en el que se insertan los árboles en las rancherías y ranchos del sureste de México. En las plantaciones todos los árboles están podados a una altura que permita cosechar la fruta con el menor gasto posible, y todos están sembrados en una cuadrícula exacta, para maximizar un espacio que se mantiene libre de hierbas a base del cancerígeno glifosato. Para los insectos, las bacterias y los hongos, una plantación de miles de árboles idénticos es una invitación irresistible a expanderse.

Por otro lado, al haber llevado los mangos por todo el mundo los hemos puesto en contacto con múltiples organismos que nunca hubieran llegado a ellos en su región de origen. Como resultado, hoy existen más de 400 especies plaga para este árbol.
De todas ellas, tal vez la antracnosis sea la más conocida en México. La mancha negra es causada por el patógeno Colletotrichum asianum; este hongo afecta el desarrollo, madurez, post cosecha y almacenamiento del mango. Las pérdidas por antracnosis pueden oscilar entre un 15% y 60% de la producción, dependiendo del clima.
El tratamiento convencional es aplicar fungicidas químicos. En México se hacen normalmente entre 2 y 5 aplicaciones por cosecha, pero en lugares muy húmedos llegan a ser hasta entre 8 y 12. Generalmente las aplicaciones se realizan con productos a base de cobre (oxicloruro de cobre), combinados con fungicidas (Mancozeb), para tener un mayor espectro de cobertura preventiva. Es importante cambiar cada cierto tiempo los fungicidas para evitar que los hongos se hagan resistentes. Esa rotación se hace con productos que comienzan a ser prohibidos en E.U., como el Benomilo, o fungicidas que llevan tiempo en el mercado como: Tiabendazol, Procloraz, Tebuconazole, Captan y Azoxystrobin.
El 85% de los productores de mango en México son pequeños fruticultores, cuya mayoría vende el producto a unos cuantos kilómetros de donde lo producen. Sólo entre el 12 y 16% de la producción se exporta, y sólo entre el 13 y el 16% de la producción local se industraliza, es decir, se convierte en jugo, mermelada, congelados, etc.


Paradójicamente, una de las dificultades que enfrentan los pequeños productores de mango en México son los bajos precios del mercado nacional. En los meses de mayo, junio y julio el mango se cosecha en casi todos los estados productores, lo cual hace que los precios y las utilidades bajen. En el capitalismo, lo que es bueno para las personas (que pueden disfrutar de mango en todas partes), es malo para los negocios.
El rastro de una fruta
Mientras visito una ranchería del norte de Chiapas, contemplando una casa de madera con dos mangos como guardianes y proveedores, y pienso en el recorrido que hicieron estos árboles para llegar aquí. En el surgimiento de la especie, hace millones de años, en las tierras regadas por los glaciares del Himalaya, que cada año se reducen más por el calentamiento global; en los miles de años de cultivo que engendraron más de mil variedades; en el ir y venir de imperios y religiones; en los viveros de la agroindustria en Florida; en el colonialismo de los europeos y su invasión y explotación del planeta, que cambió para siempre los ecosistemas y sentó las bases para la crisis climática, la extinción masiva y la escandalosa desigualdad social que hoy vivimos.

Ese colonialismo nos dejó, entre otras muchas cosas, el mango, cuyo cultivo debería enfrentarnos a preguntas que siempre estamos difiriendo: ¿Hasta cuándo podremos seguir dispersando químicos en la tierra, el agua y el aire para llevar frutas a los supermercados? ¿Hasta cuándo podremos seguir tratando la tierra como una línea de producción en serie? ¿Hasta cuándo podremos seguir propiciando el surgimiento de plagas más resistentes?
Recojo un mango del suelo y lo pelo para comerlo. Sé que no hay herbicidas ni pesticidas en él. En este mismo instante en muchas ciudades del mundo, hay personas pagando en dólares un cóctel de fruta con químicos.
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Para saber más:
Página en español de The National Mango Board de Estados Unidos.
Análisis genómico del mango sugiere una compleja historia de domesticación, 2019 (en inglés).
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