Nube de Monte

Historias de las cuencas Grijalva-Usumacinta

Centris decolorata, una abeja nativa de América, polinizando una flor de macuilí (Tabebuia rosea) en Villahermosa. Foto: Francisco Cubas

La danza de las abejas y el macuilí 

La explosión de color rosa que vemos cada año en este árbol está hecha para llamar la atención de abejas nativas, aquí te mostramos algunas de las que lo polinizan en Villahermosa

Por: Francisco Cubas/ 22 de abril

Es muy difícil conocer el mundo y los seres que lo habitan. Muchas veces confundimos la familiaridad con el conocimiento: creemos conocer un árbol porque pasamos frente a él cotidianamente, de la misma manera que creemos conocer a un familiar porque lo vemos siempre en las reuniones, pero en ambos casos es muy probable que nunca nos hayamos detenido a mirarlo con atención, que nunca nos hayamos preguntado los detalles esenciales de su vida. 

Uno de los árboles más famosos de Tabasco y de las cuencas Grijalva-Usumacinta es también uno de los más bellos, el macuilí, que llena las calles de pueblos y ciudades con una explosión rosa en el tiempo de seca. Y sin embargo, pese a que las fotos de sus flores circulan por millares en las redes sociales, es muy poco lo que el público en general e incluso los especialistas saben sobre esta especie, ya que nunca se han realizado estudios centrados en ella en la región. 

Hace tres años, cuando empecé a observar y estudiar las abejas nativas, me pregunté qué especies serían las polinizadoras del macuilí. Los artículos de Wikipedia, la Conabio y otras instituciones, sólamente mencionaban que se trataba de abejas, pero no indicaban cuáles. Tampoco había en línea fotos o vídeos que las mostraran. 

Me resultaba un misterio porque, pese a contemplarlo durante largos ratos en la época de floración, nunca lograba ver ni siquiera una abeja entrando a las flores. ¿Cómo era posible que un árbol cubierto de flores no estuviera también cubierto de abejas? 

Busqué en la literatura científica y encontré sólo dos investigaciones sobre su polinización, una realizada en Costa Rica, que no se centraba en el macuilí pero daba algunas pistas, y otra realizada en Brasil (donde no es una especie nativa, sino introducida). En ambas fuentes se mencionaba como principales polinizadoras a las abejas del género Centris (especializadas en recoger aceites de ciertas flores) y del género Euglossa (conocidas popularmente como abejas verdes de las orquídeas); y se incluían como visitantes algunas especies de la tribu meliponini (abejas sin aguijón). 

Al llegar esta temporada de floración me propuse resolver por fin mis dudas. En el artículo brasileño se mencionaba que las Centris llegaban en las primeras horas del día, así que decidí que mi método sería buscar un árbol que tuviera ramas bajas, para poder usar el telefoto, y plantarme toda la mañana, desde la salida del sol, hasta que pudiera captar al menos una abeja. 

Esperar sin descanso

Elegí como locación el malecón de la colonia Gaviotas de Villahermosa porque ahí hay varios árboles para escoger y porque cerca de ellos hay todavía zonas libres de cemento donde tal vez puedan criarse las Centris, que son abejas solitarias que escarban sus nidos en el suelo. 

El primer día esperé, y esperé, y esperé, y hasta tres horas después, a las 9 de la mañana, pude ver a lo lejos, en las ramas en mitad del árbol, el brillo verde de una Euglossa visitando las flores. 

Fue todo lo que ví esa mañana, pero me dió la esperanza de encontrar más. Seguí llegando al mismo árbol durante los siguientes cuatro días, pero nunca volví a ver nada. Decidí cambiarme a otro árbol, pero pasaron otras cuatro mañanas en blanco.

Me había equivocado al considerar que un árbol lleno de flores en Villahermosa debería estar lleno de abejas nativas. Había olvidado un dato importante: en toda la ciudad casi siempre he visto números muy reducidos de abejas nativas. Si consideramos que un árbol puede tener miles de flores disponibles diariamente, y sólo hay unas cuantas abejas para polinizarlo, la posibilidad de que éstas se posen justo frente a la ramas donde tú estás esperando son bastante reducidas. 

Ya sin muchas esperanzas, después de ocho mañanas seguidas de búsqueda, cambié nuevamente de árbol, y esta vez las cosas fueron diferentes. 

Cinco minutos antes de las ocho de la mañana por fin vi una abeja del género Centris revoloteando a toda velocidad entre las flores, y la vi meterse en una de ellas, al alcance del telefoto. Esperé a que saliera de la flor, hice varias tomas por segundo y revisé con ansias, conteniendo el aliento, la pantalla de la cámara. Ahí estaba la primera foto que yo había visto de una presunta polinizadora del macuilí, una hembra de la especie Centris decolorata. Es la foto principal de este artículo. 

Las abejas del género Centris son solitarias, no hacen colmenas ni fabrican miel. Foto: Francisco Cubas

Pocas cosas tan emocionantes como lograr una imagen que has buscado durante tanto tiempo. La emoción de lograrla y la emoción de poder compartirla con las otras personas son las dos mayores alegrías que me brinda el publicar en Nube de Monte.  

Es muy difícil fotografiar a las Centris, ya que están entre las abejas más rápidas que he visto. Al entrar a la flor quedan ocultas por la corola, y suelen salir de ella a toda velocidad. Para el ojo no entrenado, esas visitas son prácticamente invisibles. 

Son más notorias las Euglossas, ya que suelen demorarse volando a la altura de las flores, y su color verde metálico destaca sobre el fondo rosa del macuilí. Durante los siguientes cinco días pude fotografiar diariamente a las Centris, las Euglossas y alguna que otra Nannotrigona perilampoide

Abeja del género Euglossa polinizando una flor de macuilí en Villahermosa. Obsérvese el polen en su cabeza y tórax. Foto: Francisco Cubas

Estos registros fotográficos no constituyen una prueba de que esas abejas hayan efectuado la polinización; para estar seguros habría que realizar un estudio, grabando en vídeo las visitas, analizando las flores y capturando a las abejas para estudiar el polen que llevan en su cuerpo, entre otros pasos posibles. 

Sin embargo, teniendo como antecedentes las investigaciones hechas en Brasil y Costa Rica, que coinciden en los dos géneros principales: Centris y Euglossa, podemos afirmar que hay una probabilidad muy alta de que ellas sean las polinizadoras del macuilí en esta parte de Villahermosa, junto al río antes llamado Tabasco (hay otras razones a favor, como la forma de las flores, que mencionaremos más adelante). Se requeriría realizar estudios en diferentes paisajes para integrar una lista de todas las especies que posiblemente intervienen en esta planta.

El número 5 en el nombre

Ahora sí, combinando mis observaciones de 12 días con lo que reportan los artículos científicos puedo ofrecerte un breve resumen de la polinización de los macuilís. 

Comencemos por identificar el árbol. Su nombre científico es Tabebuia rosea, perteneciente a la familia Bignoniaceae, que en vida silvestre puede alcanzar los 25 metros de altura, pero en las ciudades sólo crece entre 10 y 15.   

Algunas personas tienen la idea de que esta especie es originaria o exclusiva de Tabasco, pero en realidad habita desde Tamaulipas hasta Ecuador y Venezuela, y en El Salvador se le estima tanto que ha sido designado árbol nacional. Es bueno recordar siempre que la flora y la fauna no conocen de fronteras humanas. 

A lo largo de los siglos, los habitantes de diferentes territorios lo han nombrado de muchas formas. Según la Conabio sus nombres comunes en México son: amapola, maculís, palo de rosa, rosa morada, maculís,macuilís (Tabasco, Chiapas), cul (lengua huasteca, San Luis Potosí), macuelis de bajo (lengua lacandona, Chiapas), hok’ab, lok’ab (maya yucateco), limaña (Chinanteca, Oaxaca); yaxté (lengua tojolabal, Chiapas), roble, roble blanco (Oaxaca, Guerrero, San Luis Potosí), amapa rosa (Nayarit), amapola (Sinaloa), rosamorada (Campeche, Quitana Roo), maculishuate, palo blanco, tural (Chiapas), nocoque, cacahua, icotl (San Luis Potosí), paloyugo, primavera (Sinaloa), roble prieto (Oaxaca), satanicua (Guerrero). Recordamos siempre que estas listas de nombres de la Conabio hay que tomarlas con un grano de sal, porque fueron hechas hace ya muchos años y no necesariamente por personas expertas en las más de 60 familias lingüísticas de nuestro país. En yokot’an, la única lengua originaria del territorio que hoy llamamos Tabasco, se le llama te’ ajmaculis y también chëkbujen nichte’.

El nombre usado en Tabasco, macuilí, viene del náhuatl macuilli, el número cinco, y tiene lógica porque este árbol tiene hojas compuestas que están formadas por cinco foliolos (puedes leer más sobre esto en nuestro artículo sobre árboles de Villahermosa).

Flores de macuilí en diferentes etapas. El cáliz con el estigma (al centro) es lo que queda cuando la flor fue polinizada y caen los pétalos, a ahí surgirá la vaina con semillas. Foto: Francisco Cubas
La vaina comienza a crecer desde el cáliz. Foto: Francisco Cubas
Vaina abierta, con las semillas aladas. Foto: Francisco Cubas

Como otros árboles tropicales, el macuilí pierde sus hojas cuando florece, lo cual representa dos ventajas: le permite ahorrar agua en tiempo de seca; y deja el campo libre para que los polinizadores puedan llegar con mayor facilidad a las flores; luego, cuando las flores polinizadas se convierten en vainas, no hay obstáculos para que sus semillas aladas sean dispersadas por el viento. 

Si uno observa con atención, verá que no todos los árboles tienen el mismo tono de rosa en las flores. Esto podría deberse a la variación genética o a los recursos disponibles en el suelo. Ahondando en la literatura me encontré con una explicación de porqué tuve suerte en algunos árboles y en otros no: al parecer, no todos los individuos de macuilí atraen por igual a las abejas, no se sabe porqué.

Este árbol de macuilí tiene un tono casi blanco en sus flores. Foto: Francisco Cubas
Señales para aterrizar

También es notorio a simple vista que algunas flores tienen color amarillo en el centro de la corola, y en otras esa misma parte es de color blanco. La explicación es que el amarillo es una indicación para las abejas de que la flor tiene néctar (las flores duran cuatro días, pero sólo producen néctar el primero). ¿Y por qué es necesaria esta señal? 

El amarillo en las flores indica que contienen néctar. Las flores viven cuatro días, pero sólo producen néctar el primero. Foto: Francisco Cubas
Arriba una flor amarilla, con néctar y estambres vivos; abajo una flor blanca, sin néctar y con los estambres marchitos. Fotos: Francisco Cubas

Los especialistas manejan las siguientes hipótesis: el macuilí enfrenta un obstáculo para producir sus semillas, porque no es compatible con su propio polen. Esto quiere decir que para producir sus vainas llenas de semillas forzosamente sus flores tienen que recibir polen de otro árbol, lo que se conoce como polinización cruzada. Para lograr esto necesita atraer a abejas que puedan volar largas distancias, como las Centris y las Euglossas, porque otras especies más pequeñas simplemente no tienen el incentivo para moverse de árbol en árbol. 

El macuilí florece sin descanso durante un mes, ofreciendo diariamente miles de flores (las flores se abren desde el amanecer hasta las 16:00 horas) que puedan atraer desde lejos a las abejas, pero al mismo tiempo necesita que no se queden sólo en sus ramas, sino que después vayan a buscar otro árbol de macuilís, para que la polinización sea efectiva. 

Durante los 12 días de observación, las abejas siempre entraron exclusivamente en las flores amarillas, lo cual es una evidencia de que distinguen la señal que emite la planta. Foto: Francisco Cubas

El aviso amarillo en las flores es para que las abejas no se entretengan de más en el árbol, para que no tengan necesidad de buscar el néctar en todas las flores. Así, al hacer más eficiente su visita, es más probable que se muevan hacia otros árboles, y lleven a cabo la polinización cruzada. ¿Y por qué mantener las flores sin néctar durante tres días más en el árbol? ¿Por qué no dejar que caigan y evitar confusiones? Porque las flores sin néctar siguen siendo útiles para atraer desde lejos a las abejas, son una gran señal a distancia. 

En resumen, si eres un árbol de macuilí tienes que usar tus mejores galas para atraer en poco tiempo la mayor cantidad de abejas posible, pero luego necesitas que no se queden mucho tiempo contigo. La vida está llena de equilibrios difíciles.

Seleccionando abejas

La estructura de la flor sirve también como filtro para favorecer ciertos tipos de abejas. Para llegar al néctar, las abejas tienen que entrar por la corola y rozar el estigma, que recoge el polen que traen en sus pelos, y luego están los estambres, que a su vez les depositarán polen en su cuerpo. Pero no pueden llegar directamente al néctar, así que sólo las abejas cuya lengua es mayor a 9 mm pueden alcanzarlo (como las Centris y Euglossa). Hay un filtro más: cuando las flores son nuevas, la base de la corola es muy angosta, y sólo la fuerza de una abeja de mediana a grande puede abrirla (como las Centris y Euglossa). Por todo lo anterior, es muy poco probable que los individuos de Nannotrigona perilampoides que vi participen en la polinización, ya que sólo pueden entrar al fondo de la flor después de que ha sido abierta por las abejas grandes, y no es muy factible que vayan de un árbol a otro.

 

En el fondo de la corola están el pistilo (verde) y cuatro estambres (blancos). En la base están el néctar y el ovario. Foto: Francisco Cubas
Aquí podemos ver como el estigma conecta directamente con el ovario. A través de ese tubo verde el polen hará conexión con los óvulos para crear las semillas. Foto: Francisco Cubas
En la base de la flor está el néctar, el gran señuelo para las abejas. Foto: Francisco Cubas
Una flor rota nos permite ver cómo las abejas tienen que usar su larga lengua para llegar al néctar, y cómo se embarran el polen en la cabeza y tórax mientras chupan. Foto: Francisco Cubas
En las flores nuevas la corola tiene un pliegue que la cierra e impide el paso al polen. Sólo las abejas medianas y grandes tienen la fuerza para empujar y abrirla. Fotos: Francisco Cubas
Después de que una abeja mediana o grande ha abierto la flor el camino queda libre para que pequeñas abejas, que no polinizan la planta, puedan entrar. Foto: Francisco Cubas
Es muy poco probable que la Nannotrigona perilampoides sea polinizadora de esta planta. Lo más seguro es que las visite para aprovechar los restos de polen que dejan las abejas medianas y grandes. Foto: Francisco Cubas

La evolución ha desarrollado estas formas en las flores para tratar de que las visiten sólo aquellas abejas con mayores posibilidades de polinizarlas. Fabricar néctar y polen cuesta mucha energía, y las plantas siempre estarán desarrollando formas para que su uso sea más eficiente.   

Detengámonos un momento para admirar la delicadeza y la precisión de los ajustes que hace la evolución en ambas partes de este juego polinizador. Si la corola de la flor fuera unos milímetros más profunda, o la lengua de las abejas unos milímetros más corta, todo se vendría abajo. A lo largo de miles de años abejas y plantas se han ido adaptando para llevar a cabo una danza cada vez mejor sincronizada.

Pero hay más. El estigma de la flor del macuilí, la parte que recibe el polen, se cierra al contacto. Esto significa que se cierra después de que lo roce una abeja. Si el polen que recibió no es el adecuado (si es de otra especie o si es del mismo árbol) volverá a abrirse después de unos minutos para ser receptivo nuevamente. Pero si mientras permanece cerrado llega otra abeja no podrá polinizarlo. Finalmente, cuando recibe el polen adecuado, se cierra permanentemente para empezar el proceso de fertilización de los óvulos en la base de la flor. No se sabe qué ventajas puede ofrecerle a la flor este mecanismo. 

Estigma de la flor abierto. Foto: Francisco Cubas
Estigma de la flor cerrado. Foto: Francisco Cubas

Con tantos filtros, no es una sorpresa que la investigación realizada en Brasil haya encontrado que apenas el 10% de las flores tiene una polinización exitosa. Además, muchas flores se pierden por las aves (e incluso las iguanas) que las comen. Pero recordemos que los árboles viven mucho tiempo, y no necesitan tener cientos de crías cada año. Además, sus semillas son muy eficientes, el 100% de ellas germina. 

Aves como el periquito pecho sucio (Eupsittula nana) eliminan flores al cortarlas para chupar el néctar. Foto: Francisco Cubas
Iguana verde (Iguana iguana) alimentándose de flores. Foto: Francisco Cubas

Recorriendo el malecón de Gaviotas pude observar estas estrategias en acción: pude apreciar las señales amarillas de las flores de los árboles, y pude ver también que algunos estaban mucho más llenos de vainas que otros, lo que significaría que habían sido más visitados por las abejas, y con mayor eficiencia.

Un árbol que fue ampliamente visitado y polinizado con mucho éxito. Foto: Francisco Cubas

Como tantos habitantes de las cuencas Grijalva-Usumacinta, yo también había visto florecer los macuilís durante muchos años, pero nunca los había observado así, nunca había sido testigo de un proceso tan importante en su vida y nunca los había entendido tanto, aunque en realidad apenas he comenzado a entenderlos un poco.

El futuro no es rosa

Es tan común verlos en la región, que podríamos pensar que el macuilí es una especie que no enfrenta problemas, pero no es así. Este árbol es un habitante de las selvas, y más del 98% del territorio tabasqueño está libre de ellas. Un estudio de su variabilidad genética por parte del Colegio de la Frontera Sur en Campeche advierte que la reducción de sus poblaciones silvestres y su uso en plantaciones madereras podría resultar en una reducción importante de su variabilidad genética (según datos del 2022, es el sexto árbol más usado en plantaciones maderables en el país, con 11,674 hectáreas). 

La variabilidad genética de una especie se mantiene cuando poblaciones abundantes pueden reproducirse entre ellas. Cuando las poblaciones silvestres van convirtiéndose en manchones aislados, se pierde. Las plantaciones comerciales también reducen la diversidad, porque lo que buscan es tener árboles con las mejores características de producción, es decir, con la menor variación posible. A menor variedad genética, mayor vulnerabilidad de la especie ante plagas y epidemias. 

La fama superficial del macuilí se debe a sus bellas flores rosadas, pero detengámonos un momento y pensemos en él de otra manera. El género Tabebuia comenzó a dar origen a las actuales especies hace unos 100 mil años. Las abejas del género Centris surgieron hace unos 80 millones de años, y de ellas surgió, unos 40 millones de años después, el género Euglossa. 

Las abejas del género Centris y el macuilís, una relación de más de cien mil años. Foto: Francisco Cubas

El árbol y sus polinizadoras vivieron durante miles de años en armonía en estos territorios selváticos alimentados por grandes ríos. Vieron llegar al Homo sapiens hace unos 7 mil años, lo vieron levantar ciudades, depredar flora y fauna, cultivar algunas plantas, y pudieron vivir también en cierta armonía con esa nueva especie. Pero a partir de hace cinco siglos se puso en marcha un proceso de explotación que se aceleró al máximo hace unos 150 años. 

Los macuilís ya casi no habitan en selvas, son adornos de nuestras ciudades y nuestros potreros. No tenemos idea de las poblaciones de Centris y Euglossas, sólo sabemos que los pesticidas, los herbicidas y el cambio en el uso del suelo actúan contra ellas. Como el 90% de las abejas nativas del mundo, son solitarias, no viven en colmenas ni fabrican miel, y al no representar un interés comercial no se dedican recursos para su estudio.

Ojalá podamos dejar de pensar en los árboles como seres aislados. Todo árbol es un punto de encuentro para una multitud de seres: hongos, bacterias, aves, insectos, mamíferos, reptiles, anfibios. Son mucho más que un adorno, o un color.

Necesitamos detener la deforestación y el daño a los ecosistemas, necesitamos diseñar medidas de restauración, para recuperar selvas y bosques, para que esta bella danza entre árboles y abejas pueda ser contemplada por las próximas generaciones.  


Para saber más:

The corbiculate bees arose from New World oil-collecting bees: Implications for the origin of pollen baskets (2014)

First Pleistocene record of fossil wood of Bignoniaceae in the Americas and a comparison with the extant Tabebuia alliance and Tecomeae (2018)

Estado que guarda el sector forestal en México 2022

Genetic Variability of Tabebuia rosea (Bignoniaceae) from Plantations and Remnant Populations in the Mayan Forest (2023)

Visual signalling of nectar-offering flowers and specific morphological traits favour robust bee pollinators in the mass-flowering tree Handroanthus impetiginosus (Bignoniaceae) (2014)

FENOLOGIA E POLINIZAÇÃO EM ÁREAS URBANAS: UM ESTUDO SOBRE Tabebuia rosea (BERTOL.) BERTERO EX A.DC. (BIGNONIACEAE) NO MUNICÍPIO DE BARREIRAS, BAHIA, BRASIL (2023)

Relationships of Bees to Host Ornamental and Weedy Flowers in Urban Northwest Guanacaste Province, Costa Rica (2013)

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