Nube de Monte

Historias de las cuencas Grijalva-Usumacinta

Laguna en Balancán, Tabasco, el 24 de mayo de 2007, antes de la gran inundación de octubre. Foto: Francisco Cubas

Sequías históricas en la parte baja de las cuencas Grijalva-Usumacinta

La región por donde pasa el río más caudaloso de México es conocida por sus inundaciones, pero tampoco está a salvo de sufrir sequías catastróficas

Por: Francisco Cubas/5 de marzo de 2024

Diciembre de 2023 será recordado por los cacaoteros de Tabasco y el norte de Chiapas por una gran ausencia: no hubo cosecha de cacao. Los productores de la región se quedaron sin su aguinaldo. Muchas personas mayores afirmaban que era el primer diciembre sin cosecha del que se tuviera memoria. 

Pero nuestra memoria es muy frágil en México, y aún más en el trópico húmedo. Muchos de nuestros documentos históricos se han podrido en cajas de cartón abandonadas en bodegas, víctimas de la humedad y la indiferencia. Haciendo una breve búsqueda por algunos libros encontré múltiples menciones a grandes sequías que, sin embargo, no han quedado grabadas en la percepción del público.

Cuando se piensa en Tabasco se piensa principalmente en grandes inundaciones, pero estos territorios tampoco han estado a salvo de sequías catastróficas. Si estás leyendo esto desde el norte del país es comprensible tu incredulidad. ¿Cómo puede sufrir de sequía un territorio por donde pasa el 35% del agua superficial de este país?

Esa misma pregunta me hacía yo hace 17 años, cuando trabajaba como fotorreportero para un diario local y recorría la región de Los Ríos, registrando reses muertas a las orillas de la carretera en el municipio de Balancán. ¿Cómo explicarle a alguien de Sonora o Chihuahua que se mueran reses a unos cuantos kilómetros del Usumacinta, el río más caudaloso de México?

Intentaré explicarlo ahora. Hay varias definiciones de sequía, pero las dos ideas principalmente se refieren a la falta de lluvias o a la falta de nivel en ríos, lagunas o pozos. Y ambas se definen como sequía tomando en cuenta el promedio de la región. 

Por ejemplo, septiembre de 2023 ha sido el menos lluvioso en Tabasco de los últimos 33 años, con un promedio de 176.2 mílimetros, cuando el promedio durante ese lapso es de 359 mm. Si lo comparamos con los 18 mm que cayeron en Sonora durante el mismo mes, los 25 mm de Chihuahua o los 12 de Aguascalientes podríamos creer que en Tabasco no hubo ningún problema. Pero las sequías se entienden de acuerdo al entorno. Ecosistemas o cultivos que están acostumbrados a recibir mucha agua padecen cuando ésta no llega, aunque comparativamente sea muy superior a lo que reciben otras regiones. También hay que distinguir la sequía, de la seca, como se llama comúnmente a la temporada menos lluviosa del año en esta región.

El que tengas problemas recibiendo más de 100 mm en un mes muestra la gran vulnerabilidad de la agricultura y ganadería de temporal, que dependen enteramente de las lluvias, y que no utiliza técnicas e infraestructura para el acopio y la irrigación. Los motivos para que ese sea el tipo de agricultura más abundante en la región y en el país son muchos, y superan el espacio de este escrito. 

La ausencia de cacao en diciembre de 2023 no ha sido objeto de un estudio formal, así que hay muchos factores que podrían haberla causado. Las mazorcas tardan entre cinco  y seis meses en fructificar, así que las flores que las originan deberían haber sido polinizadas entre junio y julio. Recordemos que en las dos primeras semanas de junio se registró la ola de calor más fuerte del año, con sensaciones térmicas diarias de 52 grados centígrados. ¿Habrá marchitado esa ola las flores de cacao, habrá eliminado a sus polinizadores? ¿O habrá sido la falta de lluvias habituales en septiembre? 

La crisis climática

En diciembre, enero y febrero de este año se han registrado en ciudades y en los campos de la región florecimientos de plantas fuera de temporada. Los macuilíes (Tabebuia rosea) y el cocohite (Gliricidia sepium) se adelantaron, el chinín (Persea schiedeana) y el suco (Calathea macrosepala) se atrasaron. Las personas en el campo comentan el cambio en las floraciones que han conocido toda su vida y se desesperan ante la dificultad de saber cuándo sembrar para que los cultivos prosperen.

Sin duda la crisis climática guarda relación con estos fenómenos. Casi la totalidad de los especialistas en el mundo están seguros de que las evidencias indican que nuestro planeta está aumentando su temperatura, y que la actividad humana ha sido la principal causa de esto, debido principalmente a la emisión de gases de efecto invernadero por el uso de combustibles fósiles y la deforestación. El dióxido de carbono en la atmósfera, uno de los principales gases producidos por la actividad humana, es hoy en día 50% más alto que antes de la revolución industrial, y son los mayores niveles que ha tenido el planeta en los últimos 4 millones de años (hay que recordar que muchas personas señalan que no todos los humanos tenemos igual responsabilidad en esto, porque son unos cuantos países industrializados, los que dominan la economía global, quienes han emitido más gases de efecto invernadero que todo el resto juntos). 

Sin embargo, no siempre es fácil relacionar ese cambio global con los eventos locales. Recordemos que la palabra “clima” se refiere a períodos de muchos años. Sólo a través de las décadas es posible detectar tendencias en los datos. En cambio la palabra “tiempo” se refiere a las condiciones meteorológicas de un breve momento, en un lugar determinado. Por ejemplo: el clima de Tabasco es cálido, aunque el tiempo del mes de abril de este año resultara ser inusualmente fresco, eso no haría una diferencia significativa en la tendencia de siglos. El tiempo tiene muchas variaciones, el clima tiene cierta regularidad, ciertos ciclos que sólo cambian a través de las eras.

Por lo anterior, resulta muy difícil saber si lo ocurrido en 2023 es parte de los ciclos de toda la vida en esta región, o si fue causado directamente por la crisis climática. Es muy probable que ambas causas se estén combinando, es decir, que el calentamiento global esté haciendo más extremos los ciclos de inundaciones y sequías en todas partes. 

Más temperatura, menos lluvias

Los registros meteorológicos confiables en México abarcan muy pocos años como para tener tendencias claras. Por ejemplo en su Reporte Anual del Clima en México 2023, el Servicio Meteorológico Nacional informa que ese año ha sido el más seco desde 1941, de acuerdo a los registros, y el más cálido desde 1953, pero eso representa un período de menos de 100 años, insuficiente para entender a fondo los ciclos. 

Sin embargo hay un dato alarmante: desde 2005 cada año en México ha sido más cálido que el anterior, es decir, llevamos ya nueve años de aumento ininterrumpido de las temperaturas.

Balancán, mayo de 2007, unos meses antes de la gran inundación. Foto: Francisco Cubas

Otro dato de consideración es el siguiente. El promedio de lluvias de Tabasco 1990-2023 es de 2,263 mm anuales (elaborado a partir de los promedios que publica el SMN), sin embargo, en cinco de los últimos ocho años (2016-2023) se han registrado promedios anuales menores a 2,000 mm. En comparación, en el período de 1990 a 2015 (26 años) también se registraron cinco años con promedios menores a 2,000 mm. Es decir, los años secos se han vuelto mucho más frecuentes, pero no podemos olvidar que apenas estamos viendo datos de tres décadas, insuficientes para sacar conclusiones.  

Las simulaciones climáticas pronostican que México y Centroamérica se volverán más áridos a partir de la mitad de este siglo, lo cual agravará los problemas sociales que ya de por sí arrastra desde hace siglos esta zona. 

¿Cómo podemos saber cuánto ha cambiado el clima en Tabasco a través de los siglos? En otras regiones, los científicos han podido medir los anillos de crecimiento de algunas especies de árboles (dendrocronología) para tener un panorama de los cambios. En sus anillos algunos árboles guardan el registro de las sequías y los años lluviosos. En México se han realizado muchos estudios de dendrocronología, pero principalmente en pinos, por lo que hasta la fecha Tabasco ha quedado fuera de ellos. 

Además, no es muy probable que todavía existan muchos individuos de árboles centenarios en este estado, que ha perdido, según estimaciones, más del 95% de su selva original. La caoba (Swietenia macrophylla), por ejemplo, puede vivir más de 300 años, pero todas las de Tabasco se talaron para venderse a Europa y Estados Unidos en el siglo XIX. Nuestra selva y nuestra historia climática se convirtieron en muebles. 

La historia escrita

Ante la falta de registros científicos, no queda más que buscar en los testimonios humanos que se han conservado en documentos. El siguiente es un resumen de lo que encontré durante una búsqueda no exhaustiva. Algún día, tal vez, una historiadora o historiador que cuente con los recursos necesarios podrá indagar sistemáticamente en este asunto.

Para recordar que todo México es altamente vulnerable a la sequía basta recordar que los mexicas recordaron siempre el año 1454, Uno Conejo. Las crónicas mencionan que una combinación de sequía y heladas acabaron con las cosechas. El Año del Hambre tuvo lugar en el México colonial, en 1786, cuando dos o tres años de sequía continua culminaron en la muerte de unas 300 mil personas en el altiplano central. La Revolución Mexicana inició después de dos años seguidos de sequía (1909-1910) lo cual sin duda fue uno de los factores que contribuyeron al inicio de ese movimiento. 

¿Y en Tabasco? El primer registro que encontré lo dejó el historiador Manuel Gil y Saénz, que escribió lo siguiente en 1872:

“¿Qué otra cosa notable hubo en este tiempo? El grande y horroroso incendio en 1708, a consecuencia de una gran seca, que hasta los ríos se cruzaban casi a pié enjutos”.

Quema de pastizales en julio de 2007 a las afueras de Villahermosa, tres meses antes de la gran inundación. Foto: Francisco Cubas

También nos deja una pista sobre el clima de su época, en la segunda mitad del siglo XIX: 

“Hay un fenómeno que es digno de notarse, y es que la atmósfera aparece desde Enero hasta Marzo, cargada de nubes por el Norte, y que conforme el día avanza, cubren todo el horizonte, desprendiendo una tenaz lluvia fina y que se le conoce por neblina, en cambio, las lunas de Enero y Febrero, alumbran brillantemente; en estos meses domina el Aquilón cargado de humedad, más no siempre; los demás meses siguen con pocas variantes la regla general, también se advierte, de pocos años a esta parte que escasean las lluvias periódicas, y lo atribuimos al desmonte que a conse­cuencia de la madera Caoba ha habido por la costa principalmente”.

Es evidente que las personas en el Tabasco del siglo XIX intuían que algo tenían que ver los árboles con las lluvias. Es un párrafo enigmático, porque describe una humedad que hoy ya no existe desde enero a marzo, al mismo tiempo que señala la disminución de las lluvias ¿Qué tanto llovería antes en esta región? 

Manuel Rosado G., en su Historia y Geografía de Teapa publicado en 1962, nos transmite esta historia oral del siglo XVIII:

“El tercer templo fue el de Esquipulas, cuya fundación data más o menos del año de 1780. Lamento no dar a conocer la fecha exacta de su fundación. Se cree que fue el año de 1765, en que fue traído por primera vez San Lorenzo de Amatán a Teapa. Esta Iglesia, la más nueva construida, se encuentra en el barrio del mismo nombre y fue célebre por sus alegres fiestas religiosas que se efectuaban del 1 al 3 de mayo para celebrar el día de la Santa Cruz, en que San Lorenzo de Amatán era traído a Teapa, iniciándose esta típica fiesta desde el año de 1765, que a pedimento de los agricultores fue traído para calmar el enojo del Dios de las Lluvias, quien ese año no quiso mandar el precioso líquido, originando que se secaran las milpas, las plantaciones de cacao, los potreros y que muriera el ganado. Por tradición se sabe que el mismo día que llegó el Santo, fue tanta la lluvia, que se crecieron ríos y arroyos, que lejos de beneficiar a los agricultores mató sementeras y se ahogó mucho ganado”.

Es muy significativo el pasaje porque señala una característica muy propia de la región: grandes sequías muchas veces son seguidas por grandes inundaciones. 

Llegamos ahora al siglo XIX, al libro El Partido de Macuspana, Monografía Histórico-Geográfica publicada en 1875, donde el célebre naturalista José Narciso Rovirosa de repente nos dice en un párrafo, casi sin darle importancia:

“No cabe duda de que se hubiera retardado por mucho tiempo el desarrollo de la indus­tria azucarera, si ciertas condiciones climatéricas no hubiesen arruinado casi por completo las plantaciones de cacao, que en­tonces formaban el principal ramo de agricultura, pues desde el año de 1859 a 1861, la fuerza del verano hizo perder las más bellas esperanzas a los cultivadores de cacao, por lo que, unos después de otros se dedicaron al de la caña de azúcar. Este cam­bio inesperado marca una época muy importante en la histo­ria de esta industria en Macuspana, pues de entonces a esta fecha, ha tomado mayor incremento y se ha hecho el ramo principal de la industria agrícola”.

Es la única mención que he podido encontrar sobre esta sequía de tres años, que fue tan terrible como para causar el abandono de un cultivo tan importante. Nótese también el uso muy local de la palabra “verano”, que en el trópico es sinónimo de sequía, y no de la estación que nombran en Estados Unidos y Europa.

Curiosamente, justo en 1859 se había publicado lo siguiente en el Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística en el artículo Estadística General de la Sierra:

“Cuatro son las cosechas que se hacen en el año. Al cacao que se corta en enero, febrero y marzo, dan el nombre de invernada; al de los meses de abril hasta julio, la cosecha principal, porque es la más segura y abundante; a la de agosto hasta octubre, ven­turero, que es la más escasa, siguiéndose la de alegrón, hasta terminar el año. Se ve pues que es una mina inagotable de riqueza la que proporciona este fruto tan apetecido”.

Hoy sólo se hacen dos cosechas en la región, la principal, de abril a junio, y la del alegrón, de fin de año. ¿A qué puede deberse ese cambio? Habría que estudiar los cambios climáticos, y el desgaste del suelo, pero también los cambios de variedades que fue sufriendo el cacao criollo, originario de esta región, y que ha sido sustituido y mezclado varias veces con variedades de sudamérica. 

Ya en el siglo XX, el historiador Elías Balcazar registra dos períodos principales de sequía en los primeros 50 años: 

“De acuerdo al Periódico Oficial, el año de 1907 se dio una sequía de magnitud tal, que los perros con rabia se multiplicaron por todo el Estado. En aquel año, el gobierno de Abraham Bandala y los de los municipios pusieron especial cuidado para proteger a la gente”.

De ahí pasamos a finales de la Segunda Guerra Mundial:

“En los primeros meses de 1944 Tabasco sufrió una gran sequía que generó escasez de maíz, frijol y arroz en la entidad. Esta sequía redujo el calado de los ríos y entorpeció la navegación y el comercio. Se dejaron de comercializar millares de racimos de plátanos y otros productos. Hasta esos días las vías principales de comunicación interior seguían siendo los ríos, las lagunas y los arroyos. La sequía, el consiguiente bajo calado y el azolve de los ríos continuaban siendo la eterna rémora para la actividad comercial del estado. (…) Esa sequía además, no fue más que el aviso inminente de un ciclón y de una de las peores inundaciones que sufriera nuestro estado en aquellas infaustas décadas. Ciclón e inundación que desde el 21 de septiembre de ese año golpearía a Tabasco dejándolo en ruinas; inundación que sentaría sus reales durante el mes de octubre”.

Podemos imaginar el efecto devastador que tenían sequías e inundaciones para una sociedad cuyas vías de comunicación eran los ríos y cuya economía se basaba en la agricultura de temporal. Además se menciona un problema que sigue dando de qué hablar hasta hoy: el azolve. Pero a ese tema le dedicaremos un artículo próximamente. 

Bancos de arena en el cauce medio del río Usumacinta, enero de 2016. Foto: Francisco Cubas

El historiador vuelve a mencionar sequías en 1947, 1949, 1950, 1955 y 1957, pero la peor fue esta: 

“El año de 1949 fue el de la gran sequía. Como en cuarenta años no se daba una sequía igual, según el decir de los viejos. Por la tremenda sequía más del 50 % de la producción cacaotera se perdió. Funcionarios del Departamento Agrario declaraban que esa gran sequía se debía a la tala inmoderada que sufrían los bosques año con año, a la falta de reforestación y a que era muy difícil controlar ese intenso daño que personas inconscientes hacían a la naturaleza y al medio ambiente”.

Nótese en esa declaración del Departamento Agrario el antecedente, a tantos años de distancia, de tantas quejas indignadas que circulan hoy por las redes sociales cada vez que sufrimos altas temperaturas o escasez de agua. El ser conscientes del problema no nos ha bastado para resolverlo.

El último golpe a aquel Tabasco pre-petrolero y pre-carretero ocurrió a finales de la década:

“A esos males endémicos se sumó la intensa sequía de los primeros meses de 1957. La Unión Regional Ganadera tuvo que suspender los embarques de ganado debido a las altas temperaturas. Los bovinos no podían soportar el viaje, transportarlos por tren era llevarlos al matadero o a una travesía que provocaba altas mermas y pérdidas para los ganaderos”.

En los años siguientes, al parecer, las temperaturas volvieron a variar dentro de cierta normalidad. El ya mencionado Manuel Rosado G. describió así en 1962 el clima de Teapa: 

“Las estaciones climatológicas son cuatro: Enero, Febrero, y Marzo, con lluvias pertinentes y con descensos de temperatura. Abril, y Junio con fuertes aguaceros por las tardes, del 30 de Mayo en adelante; Julio, Agosto, y Septiembre, con aguaceros parciales en los dos primeros meses, y fuertes y cons­tantes lluvias en Octubre, Noviembre, y Diciembre, que los ríos y arroyos se crecen y desbordan en la parte norte, favo­reciendo con su limo y humedad a sus tierras, contribuyen­do a la destrucción del destructor roedor llamado Tuza”.

Ese es un clima que hoy ya no reconocemos. 

Las sequías volvieron a ser noticia en Tabasco y en todo el mundo en 1998, año en que se presentó uno de los eventos El Niño más poderosos en la historia, que produjo una enorme cantidad de incendios forestales en el país y una gran mortandad de ganado en el estado (Tabasco, como sabemos, no sufre grandes incendios forestales porque desde hace ya muchos años no tiene bosques ni selvas, pero las personas siguen quemando pastizales para la siembra, o peor aún, para cazar tortugas y otros animales). 

La primera década del siglo XXI se caracterizó más bien por las grandes inundaciones, en la región, sobre todo la de 2007, pero pocas personas recuerdan que en mayo de ese mismo año las vacas muertas se secaban al sol en Balancán y las lagunas estaban secas. Como en tantas otras ocasiones, fue un año de contrastes extremos. 

Imagen del Templo de Quechula en el vaso de la presa Malpaso, en octubre de 2015. Sus apariciones señalan los años más secos de la región. Foto: Francisco Cubas

A partir del 2015 inició en la región un ciclo seco que sólo se interrumpió con las grandes lluvias del 2020, que provocaron nuevamente inundaciones. Una de las señales más evidentes de que entrábamos en un ciclo de lluvias bajas fue la reaparición de la iglesia de Quechula, un templo dominico construido en 1564 que fue sepultado bajo las aguas de la presa Malpaso 4 siglos después, en 1964. 

Según la memoria local (pero ya sabemos que la memoria es muy traicionera) la iglesia sólo había surgido de entre las aguas en 2009. Posteriormente volvió a aparecer en 2015, y también en el 2022 y 2023, lo cual es otra señal de que atravesamos una época muy seca. 

Los vaivenes de El Niño

En estos breves datos históricos parece emerger un patrón. Parecería que en los últimos tres siglos se produce una gran sequía cada 50 años, más o menos. No tenemos los datos necesarios para confirmarlo, pero coincidiría con los promedios de las inundaciones en los últimos dos siglos: una cada cinco años, una grande cada diez años y una extraordinaria cada 50 años. 

Una parte de los ciclos del clima tiene su causa en el Fenómeno de El Niño (FEN), conocido también por sus siglas en inglés ENSO (El Niño-Southern Oscilation). Intentar explicar este fenómeno requeriría todo un artículo, ya que los mismos meteorólogos no pueden aún explicarlo de manera sencilla. Básicamente, el agua del Pácifico entre Australia y América, sobre la franja ecuatorial, cambia drásticamente de temperatura cada dos o siete años, cuando se calienta se le llama Niño y cuando se enfría se le llama Niña. No se sabe por qué ocurre esto. 

A veces podemos leer en la prensa afirmaciones simples, como que El Niño trae sequías y la Niña lluvias, pero la realidad es muchísimo más compleja. El calentamiento o enfriamiento de las grandes masas del océano genera efectos dominó que varían muchísimo según las otras condiciones climáticas de cada lugar. Lo único que pueden hacer los meteorólogos es avisarnos de cuando el ciclo se ha iniciado y advertir de que habrá condiciones meteorológicas extremas. 

Actualmente, por ejemplo, acabamos de terminar un ciclo del Niño, y se supone que la Niña iniciará dentro de pocas semanas. La forma en que nos afectará dependerá de dónde vivamos, pero una de sus características es una mayor cantidad de huracanes. 

La memoria del campo

¿Cuántos síntomas hay de que está cambiando el clima? En una visita reciente a Pichucalco, en la frontera norte de Chiapas con Tabasco, mi primo Flavio Jiménez vio a un campesino esperando combi a la orilla de la carretera y le ofreció el aventón. En el breve trayecto hacia el pueblo platicamos sobre los cambios en la floración, sobre la deforestación, las plantas silvestres que ya casi no se encuentran por el abuso de los herbicidas. Siendo una persona de 50 años, tenía una fecha marcada a fuego en la memoria:

“Cuando todo cambió fue en 1998, ese fue un verano larguísimo, fue un verano de seis meses. Desde entonces todo cambió, y ahora ya no se sabe cómo viene el agua”.

¿Recuerdas a Rovirosa y su uso de la palabra “verano” para describir la temporada de seca? Pues más de un siglo después volvemos a encontrarla. 

¿De verdad habrán cambiado los ciclos del campo en esta región a partir de 1998? ¿Cómo saberlo si no hay quién lo registre? En una tesis publicada en 2018 por Irma Martínez, adultos mayores en Mexiquito y Oxolotán, dos pueblos de la sierra tabasqueña, recuerdan sequías de los años 50s y 70s, y señalan sin ninguna duda que antes el clima era diferente, como lo expresó un campesino de 63 años:


«Cuando yo me críe hacíamos la milpa con mi papá, se sembraba a más tardar a último de mayo […], a último de abril, o 3 de mayo o 15 de mayo o 20 de mayo; ese era la estrategia [en] la fecha anteriores; ahora con las cuestiones de la inclemencia del tiempo, del sol, que no llueve, nadie siembra [en] abril, nadie siembra [en] mayo, ahorita vienen sembrando a 10 de junio, mediados de junio o último de este mes de junio, así lo hacemos, porque ya más o menos empieza a llover, ya lo que sembraron, y cuando no ta’ lloviendo, y ya tiene el mes su maíz, ya viene el agua, le cae bien el agua».

El Tabasco actual es muy diferente de aquel Tabasco de mediados del siglo XX, que vivía de los ríos y de su campo. La explotación petrolera, la construcción de las cuatro presas sobre la cuenca Grijalva, la conexión carretera con el resto del país, trajeron una modernidad paradójica y vulnerable, en la que el consumo global es posible, pero más de la mitad de la población está apartado de ello por la pobreza. Es un estado rico en petróleo cuya desigualdad económica expulsa continuamente jóvenes hacia Cancún, Canadá y Estados Unidos. 

Las ciudades que olvidan

Hoy, la agricultura, ganadería y pesca apenas representan menos del 2% del producto interno bruto del estado. Las sequías ya no producen hambrunas porque hace mucho tiempo que lo que comemos se produce en otra parte, a veces en otros continentes. El que se haya perdido la cosecha del cacao en diciembre poco puede importarle a la gran mayoría de la población urbana de Tabasco, que llega al Oxxo o al supermercado a comprar productos que las grandes compañías globales etiquetan como chocolate, y que en realidad apenas tienen un ínfimo porcentaje de cacao que sale de Costa de Marfil, el principal productor del mundo. 

El poder disponer sin problemas de alimentos mientras tu campo se muere tiene obvias ventajas, pero, ¿por cuánto tiempo se podrá sostener esta situación en un mundo que será cada vez más afectado por la crisis climática y que tendrá cada vez más dificultades para producir alimentos? 

Mientras escribo esto inicia la temporada de calor en Tabasco. Quién sabe cuántas esperanzas se perderán ante la fuerza del verano. 


Para saber más:

Compendio Histórico, Geográfico y Estadístico del Estado de Tabasco, Manuel Gil y Saenz, 1872.

Estadística General de la Sierra, en Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía v Estadística, vol. 7. México. 1859.

Tabasco a dos tiempos, 1940-1960, Elías Balcazar Antonio, segunda edición, 2014.

El Partido de Macuspana, Monografía Histórico-Geográfica, José Narciso Rovirosa, 1875.

Historia y Geografía de Teapa, Manuel Rosado G, 1962.

Reporte del Clima en México 2023, Sistema Meteorológico Nacional.

An Updated Review of Dendrochronological Investigations in Mexico, a Megadiverse Country with a High Potential for Tree-Ring Sciences, 2017.

The Mexican Drought Atlas: Tree-Ring Reconstructions of the Soil Moisture Balance During the Late Pre-Hispanic, Colonial, and Modern Eras, 2016.

Conocimientos locales referentes a inundaciones y sequías en dos localidades del río Almandro, Tabasco, México. Irma Martínez Martínez, 2018.

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