
Las abejas que abrazan las flores del nance
Este árbol tropical no produce néctar, sino aceite, y hay un grupo de abejas que se ha especializado en polinizarlo
Por: Francisco Cubas/ 8 de julio de 2024
A veces la realidad y los libros se comunican. En abril de este año, buscando información para escribir sobre la polinización del macuilí, encontré una mención de que las abejas del género Centris polinizan los árboles del género Byrsonima, entre los que se encuentra el nance.
Llevaba tres semanas visitando el malecón de Villahermosa para fotografiar los macuilís, y cambié de rumbo para visitar el parque Tomás Garrido, en donde hay un bonito árbol, al lado de un limón y una gran ceiba.
Llegué en un amanecer de finales de abril, y efectivamente, ahí estaban las abejas más peludas que he visto en esta región, visitando esas flores tan especiales.
Durante unos cuantos días pude disfrutar diariamente del espectáculo que producían la abundante floración del árbol, el zumbido y las acrobacias de las abejas, y el canto de las calandrias entre la luz de la mañana. Luego llegó la terrible ola de calor y ya no fue recomendable pasar horas de pie entre el sol y el humo, pero pude hacer las fotografías y vídeos necesarios para contarte esta historia.
Un sabor único
La mayoría de los habitantes de las cuencas Grijalva-Usumacinta conocemos el nance desde pequeños, recogiéndolo del suelo entre mayo y agosto. Recuerdo especialmente el dulce que hacía mi abuelita, cociéndolos en azúcar, y también los grandes frascos de nance curtido con alcohol que se veían en las ferias y fiestas patronales. El sabor de esta fruta divide opiniones. Su olor fuerte es muy agradable, pero su sabor es una mezcla de dulce y amargo que puede no gustar a todos cuando está crudo. La verdad es que nunca fue de mis sabores favoritos, excepto en dulce, pero siempre le tuve un especial cariño al árbol.

Con los años fui probándolo también en paletas, helados, agua fresca y muchas otras presentaciones en la región. Me es tan familiar, que lo primero que me pasó por la mente para iniciar este artículo fue escribir: es un fruto único del sureste de México.
Una consulta rápida basta para desengañarse de esta idea. Esta planta habita de manera silvestre desde Nayarit y Veracruz hasta Centroamérica y el norte de Sudamérica. En nuestra región es un árbol semi-silvestre, que no se cultiva en plantaciones, sino que se pone en traspatios, o simplemente se le deja crecer en donde salga, pero en Veracruz y Nayarit, los principales productores del fruto en nuestro país, sí se le cultiva, al igual que en Nicaragua y especialmente en Brasil, donde es muy abundante y también es considerado “un fruto brasileño”.
Como es lógico, tiene una gran cantidad de nombres locales por todas esas regiones. El nombre que usamos en el sureste de México, nance, viene del náhuatl nantzi, madrecita. Su nombre científico es Byrsonima crassifolia. La primera palabra viene del latin usado para nombrar piel o cuero, porque la corteza de algunos árboles de este género era usada para teñir cueros; y la segunda significa, en la misma lengua, hojas gruesas.
Es un error muy común pensar que una planta o un animal son tabasqueños, chiapanecos, o incluso mexicanos. Lo que hoy llamamos México, y los estados que lo componen, apenas tienen dos siglos de existencia. Cualquier planta o animal ha estado en este planeta desde hace al menos miles de años. Además, no hay razón para pensar que el territorio de un animal o planta tenga que ajustarse a las fronteras humanas.
Preferido por los antiguos mayas
Antes que naciera el estado-nación mexicano, en esta región estuvieron los pueblos mayas y zoques. La semilla del nance está rodeada por un endocarpio grueso e impermeable, lo cual la hace muy resistente, y en parte por eso es la fruta cuyos restos son más comunes en todos los sitios arqueológicos de las tierras bajas mayas, donde también se encuentran a menudo cenizas de su madera, que aún hoy es preferida por muchas personas para ahumar alimentos.
Este árbol es una de las 32 especies de plantas que aparecen en el relato mítico del Popol Vuh. Se le menciona varias veces, pero especialmente como parte de la magnífica tierra que les fue dada a los hombres hechos de maíz:
“Y de esta manera se llenaron de alegría, porque habían descubierto una hermosa tierra, llena de deleites, abundante en mazorcas amarillas y mazorcas blancas y abundante también en pataxte y cacao, y en innumerables zapotes, anonas, jocotes, nances, matasanos y miel. Abundancia de sabrosos alimentos había en aquel pueblo llamado de Paxil y Cayalá”.

En yokot’an, la lengua mayense que actualmente sólo se habla en Tabasco, a esta planta se le llama chi’. Es la misma palabra que se usa en ch’orti’ y ch’ol. Estas lenguas pertenecen al grupo cholano de la familia de lenguas mayenses, y los lingüistas consideran que ese grupo es el descendiente directo de la lengua en la que están hechas casi todas las inscripciones mayas precolombinas. Es decir, así pudo haber sonado la palabra nance durante el período clásico maya, hace más de 1,700 años.
Pero este árbol es mucho más antiguo que mayas, zoques y olmecas. Más antiguo que la domesticación del maíz, que hoy se estima que ocurrió hace 10,000 años en lo que ahora llamamos México.
Las primeras flores que ofrecieron aceite
La estructura de las flores del nance es una de las más antiguas que podemos observar, ya que casi no ha cambiado en millones de años. Y no ha cambiado porque sus flores evolucionaron para ofrecer aceites en lugar de néctar. Al hacer esto, se relacionaron directamente con un tipo de abejas y con un método muy especializado de polinización.
Hasta donde sabemos hoy, las plantas con flores surgieron hace 150 o 250 millones de años, cuando todavía existían los dinosaurios. La flor fue una nueva estrategia de las plantas para involucrar a los animales (principalmente insectos) en su reproducción sexual. Allí comenzó una larga y complicada lista de señales y señuelos usados para atraer a los animales, e incluso para condicionar su comportamiento. Las recompensas más comunes que las plantas utilizan son néctar y polen. El néctar, que contiene en promedio cinco veces más azúcar que un refresco de soda, es el combustible principal para muchos animales.
Hace unos 90 millones de años, surgieron unas plantas que ofrecían aceites en lugar de néctar. Los aceites eran igual de nutritivos, pero exigían herramientas y comportamientos diferentes para su recolección. Para recoger néctar basta con usar la lengua para guardarlo en el estómago. Pero los aceites de las flores generalmente se presentan encerrados en pequeñas glándulas, que hay que rasgar para abrirlas (hay otro tipo de presentación, pero no hay espacio para explicarla en esta ocasión, la dejaremos para un próximo artículo). Esto propició la evolución de un tipo diferente de abejas.

Hoy existen unas 2,000 especies de plantas que ofrecen aceites en sus flores, en 11 distintas familias, es decir, menos del 1% de las 380,000 especies de plantas conocidas. Por su parte, de las 20,000 especies de abejas registradas hasta hoy, existen unas 500 (2.5%) que recolectan aceites, y pertenecen a dos familias y seis géneros (todas ellas son abejas solitarias, no hacen colmenas).
Los aceites se usan principalmente en los nidos de las abejas solitarias, que suelen ser pequeñas cápsulas enterradas en la madera o el suelo. Ante la necesidad de transportar el aceite, la evolución hizo surgir en las abejas lo que parecen largos y abundantes pelos aterciopelados en sus patas, especialmente en las traseras (el nombre técnico es setas, porque sólo los mamíferos tenemos pelos verdaderos).
Esa apariencia peluda es lo que, para mí, hace que las Centris sean tan bonitas. Cuando las veo no puedo evitar imaginar a pequeños osos o bisontes, que vuelan a toda velocidad entre las flores.

La primera familia de plantas que ofreció aceites fue la Malpighiaceae, que comprende unos 75 géneros y unas 1,300 especies, el 90% de las cuales están en América. Uno de esos géneros es el Byrsonima, de donde surge nuestro querido nance, Byrsonima crassifolia. Existen sólo dos especies de este género en México.
Según los estudios del ADN, Malpighiaceae fue la primera familia de plantas en la que aparecieron los aceites en las flores, hace unos 90 millones de años. El primer género de abejas especializadas en aceite que surgió también hace más o menos 90 millones de años (según los últimos estudios) fue el llamado Epicharis, y hace unos 86 millones de años surgió el género Centris, al que pertenecen las abejas que vi en el parque Tomás Garrido.
Poco investigado
A pesar de que la familia Malpighiaceae contiene una gran cantidad de especies muy apreciadas por las personas, apenas se ha estudiado la biología reproductiva de un 7% de ellas. Sobre el nance apenas hay tres estudios que abordan el tema (ninguno realizado en Chiapas o Tabasco) y nunca se ha hecho ninguna investigación sobre su proceso de polinización.
De esos tres estudios, uno hecho en Costa Rica hace muchos años señala que el árbol es autocompatible, es decir, que un individuo puede polinizarse con su propio polen, mientras que los dos más recientes hechos en Brasil lo catalogan como auto-incompatible, es decir, que cada árbol requiere forzosamente el polen de otro árbol para producir semillas.
Según los pocos datos que existen, los botones de color verde surgen un dos días antes de la floración, y la flor permanece de color amarillo durante dos días, al día siguiente empieza a cambiar hacia el rojo, y al siguiente ya es completamente roja. A los 5 días se caen las partes de la flor y, si fue polinizada, el fruto empieza a crecer. El fruto tarda unos 56 días en madurar. Aquí, en las cuencas Grijalva-Usumacinta, donde no se produce en plantaciones y sólo se riega con la lluvia, los nances florecen una vez al año, pero se dice que en los lugares donde se utiliza riego tecnificado se pueden obtener hasta tres cosechas. Las flores son amarillas al brotar, pero con el paso de los días se van poniendo rojas, hasta que se marchitan. No se sabe si ese cambio de color es una señal para las abejas, como ocurre en el macuilí. En mis observaciones las abejas no parecieron discriminar entre un color y otro, ni tampoco en el estado de la flor.
Observaciones hechas a lo largo de diez años en Costa Rica han reportado hasta 14 especies de abejas del género Centris en las flores del nance. Yo, en las poquísimas mañanas que pude observar un solo arbolito en medio de un parque en plena ciudad, creo haber distinguido hasta tres especies de Centris, y a la pequeña Nannotrigona perilampoides, una abejita sin aguijón que por su tamaño es muy poco probable que pueda polinizar a estas flores, pero sí aprovecha su polen (a este comportamiento los especialistas le llaman “robo de polen”).


Siempre es complicado identificar especies de abejas a partir sólo de fotografías. Los especialistas las capturan y las examinan al microscopio para tener evidencia científica, pero no sería ético que yo sacrificara abejas sin tener un objetivo preciso de investigación. Así que, de acuerdo con las fotos y vídeos, sólo puedo decir que es probable que haya visto a tres especies de Centris.
Un abrazo polinizador
Ya dije que la forma de estas flores no ha cambiado en millones de años. Para entender por qué, hay que fijarnos en lo que tienen que hacer las abejas para recolectar el aceite y polinizar la planta.
La flor del nance tiene una simetría bilateral, es decir, existe sólo una línea recta que la divide en dos mitades idénticas. Al contrario que en muchas otras flores, la base de sus cinco pétalos es muy estrecha, lo cual cumple una función muy importante, permitir el paso de las patas de las abejas (esto se entenderá unas cuantas líneas más adelante).



El más importante de sus cinco pétalos es el llamado “pétalo bandera”, que se distingue de los otros por tener una base más gruesa, y porque forma un ángulo más cerrado con respecto al centro de la flor. Estas dos características integran una clave visual muy importante para las abejas.
Las flores guardan el aceite en la base, también llamado cáliz. Así como la corona de la flor está formada por pétalos, su base está formada por sépalos. En este caso, los sépalos son 10, igual al número de estambres que tiene la flor. Cada sépalo tiene bajo su piel el aceite, en unas glándulas cuyo nombre técnico es elaióforo.




Esto quiere decir que el aceite que buscan las abejas está debajo del centro de la flor. Para alcanzarlo, la abeja se agarra con sus mandíbulas a la base del “pétalo bandera”, coloca su tórax sobre el centro de la flor y pasa sus dos pares de patas (delanteras y medias) por entre las bases de los otros pétalos, como si la abrazara muy apretadamente. De esta manera, sus patas delanteras y medias pueden doblarse y alcanzar los sépalos, y arañarlos para hacer que salga el aceite.

Una vez que obtiene el aceite la abeja se retira, pero al abrazar el centro de la flor ha aplastado los estambres, y toda la parte baja de su tórax está llena de polen. Cuando llega a la siguiente flor y la abraza, aplasta también los pistilos (que son tres) y al hacerlo deposita en ellos el polen. De esta manera cumple su papel en la polinización, a cambio del aceite.


¿Agarrarse de ese pétalo será esta una conducta automática en las abejas Centris, o algo que tienen que aprender? Por lo menos en una ocasión pude ver a una abeja que no agarró con sus mandíbulas el “pétalo bandera” y tuvo problemas para acomodarse sobre la flor, y en otras dos vi a abejas intentando montar sin éxito un botón. Diversas investigaciones han mostrado que la abeja europea (Apis mellifera) aprende durante toda su vida a mejorar su recolección, y que los abejorros (género Bombus) pueden aprender a recolectar mejor observando a otras abejas.. Pudiera ser también el caso en las Centris.

Evidentemente, este tipo de polinización requiere de una gran sincronía entre las formas y tamaños de la flor con las formas, tamaños y comportamientos de las abejas (las especies de Centris son de tamaño entre medio y grande). Se cree que por eso la familia Malpighiaceae tiene lo que los botánicos llaman “conservadurismo floral”, todas las flores de la familia se parecen, salvo unas excepciones que confirman la regla. Cambiar la forma de sus flores implicaría perder a sus polinizadores especializados.
El 90% de las especies de Malpighiaceae habita en América (se ha determinado que tuvo su origen en el norte de Sudamérica), único continente donde existen las abejas del género Centris . El restante 10% de las especies, que habita en África y Asia (donde no hay abejas Centris) sí cambiaron sus flores hacia formas muy variadas. Esto es una evidencia de que la forma de las flores del nance (como casi todas las de su familia) no ha cambiado para conservar el vínculo con sus polinizadoras. Por su parte, las Centris son versátiles y no se limitan a alimentarse de esta familia, como ya vimos en el caso del macuilí.
De modo que, durante esas mañanas calurosas de abril y mayo, tuve el privilegio de contemplar un abrazo de las abejas a las flores que ha permanecido prácticamente igual desde hace decenas de millones de años. Y lo hice en un parque público, mientras las personas paseaban o hacían ejercicio sin saber de esta maravilla (por eso te lo cuento aquí, para que la próxima temporada tú puedas asomarte y asombrarte).


Durante cinco décadas de mi vida pasé frente a tantos árboles de nance sin preguntarme nunca quién los polinizaba. Este es un reflejo de nuestra pobre educación ambiental, que no nos prepara para conocer a fondo las maravillas que nos rodean, incluso en los lugares menos silvestres, como los parques.
Un sitio para insectos y aves
Un mes después de haber observado a las abejas, regresé para ver la fruta, y encontré que, al parecer, habían hecho un gran trabajo. Todas los ramos de flores en los que había visto a las abejas posarse estaban llenos de frutos. Mis observaciones no son, desde luego, una evidencia científica. Para ello tendría que haber realizado un estudio sistemático, que incluiría analizar en laboratorio flores y abejas (cosa que nadie ha hecho todavía para esta planta). Pero dadas las características tan especializadas de la flor todo hace suponer que las Centris que observé fueron las responsables de esos frutos.




En un estudio realizado en Veracruz en el 2015, se compararon las especies de aves que se alimentan de los árboles silvestres de nance y de los cultivados. Se encontró que la fruta cultivada era menos nutritiva que la silvestre, y que la principal consumidora (al menos en aquellos lugares) es la calandria (Turdus grayi), aunque no es quien mejor dispersa la semilla, porque no la traga, y suele dejarla debajo del mismo árbol.

En estos dos meses vi a una pareja de calandrias siempre en el nance, o cerca de él. En mi última visita, en la primera semana de julio, los vi alimentar a dos polluelos ya bastante grandes, que deben haber nacido durante lo más intenso de la ola de calor. En el parque también están otras dos especies mencionadas en el estudio como consumidores de nance: el chejé (Melanerpes aurifrons) y el periquito pecho sucio (Eupsittula nana). Según la investigación ya mencionada, la calandria prefiere recoger la fruta que cae al suelo (que es la que está en su punto óptimo), el carpintero prefiere las ramas medias y el periquito lo más alto de la copa, con lo cual se reparten muy bien los recursos.
Hay otro tipo de animal volador que es un gran dispersor de semillas, pero nadie ha investigado si hay alguna especie de murciélago que se alimente del nance.
El futuro
Hay académicos que mencionan al nance como un recurso desperdiciado en México, y señalan que hacen falta investigaciones para optimizar el uso industrial de una fruta que es altamente nutritiva y podría tener un amplio mercado. Yo no sé si esto sería lo más deseable.
Durante miles de años el nance nunca ha faltado en estos territorios, ya sea en los paisajes silvestres, patios, huertos caseros o parques. La agroindustria empezaría por seleccionar las plantas con mayor rendimiento, bajando su nivel nutricional, y luego lo convertiría en monocultivo, lo cual lo haría más susceptible a plagas y enfermedades, y para combatirlas habría que echar mano de agroquímicos que envenenarían más la tierra y el agua. Habría que espantar o matar a las aves, porque mermarían las ganancias. Las grandes plantaciones, además, favorecen la concentración de los cultivos en unas cuantas manos, y ponen en desventaja al pequeño productor. Ese es el sistema predominante en nuestro mundo, que ha traído como consecuencia la mayor crisis ambiental que ha enfrentado la humanidad.

Durante las mañanas en que visité el parque me encontré con personas madrugadoras, que pasaban a recoger nances y mangos. Pensé en lo maravilloso que es vivir en un lugar en el que se puede recoger fruta fresca en los parques. Pensé en lo maravilloso de un árbol que da para todos: abejas, aves y personas.
Podemos imaginar un mundo diferente, en el que nuestra comida se produzca por medio de la agroforestería y otros procesos respetuosos de los ecosistemas; en el que nuestra dieta vuelva a integrar cientos de plantas, en lugar de la reducida selección de los supermercados; en el que agradezcamos en su justa medida el privilegio de poder compartir el planeta con seres como los nances y las abejas.
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